Se comprueba con estupor que las críticas negativas de La promesa destacan como algo denunciable su carácter comercial. Sí, es una película hecha para triunfar en las salas, aunque finalmente no lo consiguiera. Pero, ¿por qué es negativo esto? ¿Qué malo hay en querer entretener a la vez que se cuenta una historia importante que, además, puede ser desconocida para buena parte del gran público? Como dijo George en su día, las películas pueden enseñar a las personas, a veces tanto o más que los libros, y eso es lo que se ha intentado con La promesa: dar espacio cinematográfico al Genocidio Armenio, muy poco tratado por la ficción audiovisual, y además entretener con una película bonita y una historia de amor a tres bandas.
Me explicarán a mí, amigos, qué tiene de malo eso, cuando además la cinta de Terry George, un auténtico especialista en tratar temas políticos y denuncia injusticias con enorme sensibilidad y habilidad (Hotel Rwanda, En el nombre del padre, The boxer...), es tan bonita, tan emotiva y está tan bien rodada y cuenta con un trabajo técnico tan bueno. La historia de amor es profundamente especial, gracias sobre todo a la interpretación y la química de Charlotte Le Bon y Oscar Isaac. Christian Bale también está estupendo, pero es cierto que el guion descuida algo más a su personaje y al final queda más descolgado del conjunto. También es verdad que la película podría haber sido un poquito más corta, siendo sinceros.
Sin embargo, el objetivo se consigue: horrorizar al espectador con los crímenes del Imperio Otomano en sus últimos coletazos, y emocionarlo con un drama monumental y, sí, muy emotivo y comercial. Para remover conciencias, pero también corazones.

Lo mejor: Su carácter puramente comercial, un punto a su favor por lo entretenida que resulta, su denuncia, su emotividad y el trabajo de los tres protagonistas, especialmente Isaac y Le Bon.
Lo peor: Quizás podría haber sido más corta, y el personaje de Christian Bale queda algo descolgado del conjunto.