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España España · Sevilla
Voto de Talibán:
4
Musical. Drama. Romance El expresidiario Jean Valjean (Hugh Jackman) es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical 'Les miserables' de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2012
43 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta tarde, antes de salir para ver el musical que los oscar de este año van a encumbrar, he repasado la curiosa lista de las películas musicales que la Academia de Hollywood ha ido premiando con los años. Fíjense sólo en las de los años sesenta: West Side Story, My Fair Lady, Sonrisas y lágrimas y Oliver. Muy curioso, porque para dirigir estos proyectos llamaron a Robert Wise, George Cukor y Oliver Reed, directores veteranos, casi jubilados.

Después de unas primeras imágenes a lo nintendo, la personalidad de “Los miserables” va poco a poco presentándose a través de la extrañeza que causa el sonido directo de las interpretaciones vocales. Eso obliga a realizar tomas largas y en primerísimo plano. Puesto que estamos viendo un musical de enorme éxito escénico, uno piensa ¿se trata de una broma? Pero cuando Anne Hathaway entona la melodía estrella, nuevamente en una toma continua al primer plano y nuevamente en sonido directo –por cierto, una hermosa secuencia-, ya no hay la menor duda: “Los Miserables” es esto.

Y hay que dejar a un lado otros recuerdos, otras voces, otros conceptos de espectáculo; “Los miserables” brinda al público la exhibición verista de estrellas de cine con maquillaje de diario e iluminación “Dogma” mostrándonos la sacrificada respiración vocal de Hugh Jackman, las distintas habilidades de fraseo de Eddie Redmayne, el temblor de laringe que proyecta los vibratos de Russell Crowe o el hermoso espectáculo de la tensión crítica en los tendones del cuello de Anne Hathaway. Y si el esfuerzo no tuviera un enorme mérito y no estuviera integrado en una función dramática, la cosa parecería más un especial de Navidad con actores cantando un musical que una película. El problema es otro.

El problema soy yo. En una escena cumbre de la obra seis personajes en seis ubicaciones distintas entremezclan sus melodías en la misma canción, no puedo evitar recordar una escena parecida en “West Side Story”, aquella en la que otros tantos personajes comparten la canción “Tonight”. En otra escena se presenta una nave llena “grissetes” trabajando y entonando al unísono una melodía y se me cruza el recuerdo de la secuencia del orfanato de “Oliver”. Y en otra que recoge el bullicio parisino del barrio bajo pierdo por un instante el hilo pensando en la forma que tuvo George Cukor de escenificar el amanecer de la calle del mercado en “My fair lady”. En cualquiera de esas comparaciones “Los miserables” sale trasquilado. Está claro que Hooper pretende otra cosa, pero me limito a constatar hechos: si hubiese querido construir un musical de verdad, no hubiera tenido talento suficiente.

Así que me confieso seguidor del inspector Javert; habría que ser justo con “Los miserables” y reconocerle sus méritos, pero me importa mucho más la Ley que la Justicia. Con la Ley en la mano –con la que he aprendido, que he respetado y no pienso jamás traicionar porque no me da la gana y porque dejaría de ser yo- “Los Miserables” merece un veredicto de culpabilidad sin remisión posible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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