Toda una dosis de cine amable y con buen rollo que todos deberíamos inyectarnos de vez en cuando para intentar ver la vida con otros ojos. Ya sabemos que los bombones son dulces por naturaleza pero nadie se resiste a un bombón que una apariencia más que apetecible y un sabor que nos va sorprendiendo a medida que se derrite ante nuestros ojos. Stephen Chbosky, que ya nos sorprendió con "Las ventajas de ser un marginado", se perfila como uno de esos directores capacitados para contarnos de otra forma tramas muchas veces vistas y que parecían ya agotadas en la gran pantalla.

Lo mejor: Esa forma de contar la historia a través de los personajes más secundarios.

Lo peor: Empeñarse en cerrar todas las subtramas de forma positiva eleva demasiado el nivel de azúcar.


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