Me daban medio punto extra en francés si iba a verla. Fue el único motivo por el que me animé a ir al cine y ver un drama de la tierra gala sobre un colegio para niños problemáticos en plena posguerra. Para colmo, era en V.O. El envoltorio no era bonito, menos aún atractivo, pero todo cambió cuando vi lo de dentro; resultó ser todo un regalo. Nadie me había contado que al colegio llegaba un músico frustrado para cubrir el puesto de vigilante, que el hombre compondría preciosas canciones que cantarían niños con un gran corazón en el fondo y que, entre todos ellos, uno poseía una voz tan increíble que acompañaba a la perfección a su rostro angelical.
Para mí, “Los chicos del coro” es de esas películas que no te cansas de ver una y otra vez porque siempre te deja buenos sentimientos. He de decir que la ambientación es realmente buena, los chicos están caracterizados de forma fantástica y los espacios no pueden ser más idóneos. Cada niño interpreta maravillosamente su papel, logrando emocionar en algunos momentos. Sin embargo, dejando atrás la calidad de la película por motivos como los anteriormente nombrados, creo que la verdadera razón por la que merece la pena es porque, ante todo, es una película bonita. Así que, para aquellos que amen la buena música y disfruten con momentos emotivos, no duden verla.