Cuando una peli arranca con una secuencia que encuentro colosal pienso: qué difícil lo va a tener el resto para estar a la altura, incluso para acercarse. En "Sidney" el resto se acerca bastante, y a veces mucho.

Estupendo ejemplo de equilibrio entre lo que se ve y lo que se oye. Me parece un reflejo del admirable, y muy práctico, equilibrio entre talento y disciplina que posee el señor Anderson.

La película no es ningún cuento de hadas, pero está plagada de cosas positivas: De todo se sale. La experiencia tiene su mejor grado en ayudar a vivir a otros. Los buenos modales facilitan la vida y demuestran que te importan los sentimientos ajenos. La familia y los amigos ya saben que los quieres, pero exprésalo. A tu manera pero hazlo. No se ama a la gente porque sea perfecta. No te instales en el resentimiento ni te obsesiones por el dinero, que se volverá contra ti.

Me sobra el plano del fogonazo en los pantalones. Ya quisieran otros que su ópera última tuviera la calidad de esta ópera prima, escrita y dirigida por un chico de veinticinco años.