Sin despeinarse. Con cuatro duros. 80 minutos y algo que contar.
Sin filigranas ni pajas. Al grano. Con concisión, sequedad y maestría.
Con Edward G. Robinson a la cabeza del reparto, en su faceta más dura y sin escrúpulos, esta cinta de cine negro se revela como todo un ejemplo de lo que el cine de serie B podía lograr y lo que Fregonese, en particular, podía ofrecer.
Todo limpio. Todo claro. Nos vamos al corredor de la muerte.
Dos hombres esperan su ejecución. Uno es un gángster sin escrúpulos ( Edward G.) con larga carrera delictiva a su alrededor. El otro, ( Peter Graves) ha asesinado a un policía y tiene 200.000 dólares escondidos, producto de un robo.
Gracias a los compinches de Edward, conseguirán fugarse de la prisión pero cuando Graves trate de hacerse con el dinero escondido, serán localizados, por lo que tomarán varios rehenes y se acuartelarán en su escondite.
Una primera parte ágil, llena de ritmo y emoción, nos narra la fuga con buenas secuencias de acción y suspense, al tiempo que ya nos ha delineado magníficamente a todos los personajes ( y no son pocos) que van a intervenir en el drama.
La segunda parte, forajidos y rehenes están sitiados y aquí la película adquiere un tono más introspectivo. Vamos a conocerles mejor además de ofrecernos magníficas reflexiones sobre el concepto de la justicia que poseen cada uno de ellos. Todo ello sin merma alguna de la tensión aunque el ritmo se resiente un poco.
El conjunto es otra estupenda muestra de cine negro B, altamente disfrutable y con buenos detalles. Que ustedes se lo pasen bien.