Tommy es un niño con una imaginación desbordante, despierto e inteligente, cualidades que lo habilitan para ser muy dado a inventar historias y escapar de su realidad. Esto, en nuestros tiempos, es posible que incluso fuera estimulado por un entorno que protege a la infancia y cuida de que sus talentos e intereses fluyan en la dirección adecuada pero si has nacido en la época de la Gran Depresión, en un barrio obrero de la ciudad de Nueva York, es más que probable que te maten las fantasías a leches o, como en el caso de esta película, te encuentres con que el mundo alienado en el que vives es incapaz de distinguirlas y no tengas más remedio que adaptarte a ellos...o morir.

Adaptada de un relato de Cornell Wolldrich, uno de los escritores de novela negra más llevado a la pantalla, la película ya nos indica al comienzo del film que el relato es una especie de revisitación de "El pastor mentiroso", la célebre fábula de Esopo y la trama comienza mostrándonos la barriada en la que se va a desarrollar la acción, edificios pobres, semiderruidos, clase obrera afanándose en ella y niños jugando entre escombros entre viviendas abandonadas, patios traseros, azoteas y escaleras de incendios.
Tommy juega y sueña en voz alta pero sus historias no son bien recibidas ni por sus amigos que le tachan de mentiroso, ni por sus padres que sólo ven en ello fuente de preocupación porque creen que esa actitud sólo les traerá problemas y que, quizá, el niño, tenga serios problemas psicológicos.
Por eso cuando una noche, sea testigo involuntario de un asesinato se encontrará con que sus padres no le creen y se sentirá más sólo y desprotegido aún cuando se de cuenta de que ningún adulto le cree a excepción del asesino.
A mí me hubiera gustado ver lo que podría haber hecho Hitchcock con este material porque, aunque esta historia está magníficamente aprovechada bajo el aspecto de la tensión y el suspense (nos podemos imaginar cómo las va a pasar canutas el niño con los asesinos pisándole los talones), más me hubiera gustado que se incidiese en la soledad y el ninguneo a que es sometido el niño (que, para mí, es lo verdaderamente angustiante) donde absolutamente NADIE le presta la menor atención, como si por el hecho de ser niño su palabra careciese de la más mínima consideración e incluso la normalización y complicidad con que se aceptaba, algo que podríamos considerarlo hoy como malos tratos, por parte de toda la sociedad. (spoiler)

Pero, a pesar de que a todo eso no se le da ninguna importancia y la película parece aplaudir, más bien, la "lección" aprendida por el muchacho en forma de escarmiento, que le hará enterrar para siempre su tendencia a la fantasía, la cinta funciona muy bien en su trama de tensión e intriga, atrapando al espectador hasta sus minutos finales, con habilidad y buen hacer, aunque sin la "lección moral" hubiera quedado mucho mejor. Disfrutable.