Otra excelente película del maestro Sirk, que en esta ocasión nos ofrece un melodrama ambientado en la segunda Guerra Mundial.
1944. Un soldado alemán destinado en el terrible frente ruso, recibe por fin después de dos años, un permiso de tres semanas que le permitirá volver a su ciudad natal (Bremen), y volver a ver a sus padres.
Pero el panorama que encuentra en su ciudad es desolador. El nuevo paisaje que se le ofrece, son ruinas y más ruinas. Su familia ha desaparecido y el resto de los habitantes están en la misma situación. Buscando a sus allegados o desenterrando a sus muertos de los escombros.
Esas tres semanas de asueto y paz que esperaba encontrar se verán truncadas por la angustia de la búsqueda de sus padres.
Allí, conocerá a una muchacha, hija de su antiguo doctor, ahora preso por motivos políticos, con la que iniciará un romance, que se convertirá en la degustación de la vida, bajo la amenaza continua de la muerte.
No sé cómo hablar de esta película. Me ha gustado todo de ella. Desde todas las escenas visuales, llenas de símbolos y con una fuerza narrativa apabullante, hasta los diálogos certeros, emotivos y reflexivos, pasando por el tema que está descrito con mucho realismo, a través de la situación de los alemanes, en los que para variar, no están descritos como monstruos inhumanos, sino personas de carne y hueso a los que la guerra destroza por igual, sin olvidar criticar también a todos los oportunistas y fanáticos que con su odio y sed de poder reventaron un país tan digno como Alemania.
Y es que no todos son malos, malísimos que es a lo que estamos acostumbrados en el tratamiento de estas películas.
La película es un canto a la vida en medio de la angustia y la muerte. Emotiva, inteligente y veraz, cada fotograma tiene una composición magnífica, resultando hermosa en la descripción de la fatalidad y el dolor.
Por todo ello, recomiendo fervientemente esta película. Les aseguro que no les dejará indiferentes.