A esta película no se le pueden negar las muchas virtudes que posee que la han aupado, merecidamente, a su condición de película de culto.
- Su arranque.
Si nos atenemos a las palabras de Cecil B. De Mille o a las del propio Fuller de que una película ha de comenzar de algún modo climático o sorprendente para agarrar por el pescuezo al espectador apenas se haya acomodado en su butaca, habremos de decir que esta cinta cumple sobradamente con este mandamiento ya que su extrañísimo comienzo nos va a hacer escupir las palomitas de la boca.
-Su modernidad.
Su personaje femenino rompe por completo con los esquemas habituales del género en el que, hasta entonces, se le había encasillado, al presentarnos a una víctima del sistema, una prostituta, que toma las riendas de su destino al enfrentarse en completa soledad, sola ante el peligro, a las anquilosadas y estigmatizadoras barreras que los prejuicios y convenciones hipócritas de toda una sociedad tiene reservadas para ella.
A mí me da la onda de que a Tarantino le encantaba Fuller y no sólo por esta película.
- Su brutal manera de desnudar a las buenas gentes.
Me ha gustado mucho la frase con la que un crítico al inicio de esta página, describe la película: "La clase de película que te hará necesitar ducharte después de verla". Efectivamente, así es. Muchos personajes dan verdadero asco. Un apunte personal. El personaje del policía, casi me hace vomitar.
-Las galletas que reparte a diestro y siniestro.
Aunque ya estamos acostumbrados, en el cine actual, a escenas bastante más surrealistas que éstas, debo decir que son las de este film las que verdaderamente me convencen, al ser torpes, toscas pero creíbles, bolso, papillas Nutriben y teléfono, resultan ser armas más eficaces para una mujer que una Katana o una ametralladora.

Pero, a pesar de las luces que alumbran este film no puedo evitar señalar sus muchas sombras que, casi, me hacen abandonar la partida.
- El guion es de lo más chapucero.
Podríamos aceptar que nuestro personaje trate de redimirse, precisamente, protegiendo a las personas que por sus circunstancias, llevan consigo también un estigma o estén condenados a la marginación ( en este caso, los niños discapacitados o las compañeras metidas en problemas) pero, hombre, ¿es que en ese hospital emplean enfermeras sin curriculum que, además, les da sopas con honda a todo el personal especializado que trabaja en él?.
-El subrayado descarado y poco sutil con que Fuller se empeña en dibujarnos a la buena samaritana, la María Magdalena que lava sus pecados con un pequeño toque a lo Julie Andrews, canción incluida, supongo que para que luego podamos aplaudir sin reparos su transformación de Charles Bronson en "Yo soy la Justicia", no sé bien cómo tomarlo. Original es, desde luego. Que bordea el ridículo también. A mí, no me ha gustado.
- El romance con el millonetis toma visos de "Pretty woman" en la nouvelle vague, sobre todo con esas conversaciones tan profundas entre la puta de diez dólares pero increíblemente culta y el ricachón acerca de Baudelaire y Byron, Goethe y Beethoven, con ese paseo en góndola, onírico, por los canales de Venecia. Como se pueden imaginar, eso, tampoco me ha gustado y casi me duermo.
Finalmente, el giro de guion que sí me ha sorprendido y todo lo que viene después me ha espabilado un poquito, para luego hacerme desinflar otra vez al corroborar que todo es una reiteración y apostillación del mensaje que ya nos había quedado claro mucho antes y que Sirk o Wyler, manejaban mucho mejor. Fuller es muy bueno. Pero considero que, aquí, se ha salido del tiesto. Zapatero a tus zapatos.