Mezcla de cine infantil y familiar, con película homenaje a los pioneros del cine, más concretamente a George Mélies, el primer director de cine fantástico que, desgraciadamente, resulta un bluff.
Concebida en 3D, nada que objetar en el apartado técnico, que Scorsese usa y abusa para distraer al espectador con una fotografía y una ambientación, propia de cuento infantil muy hermosa, pero el guión es espantoso, presentándonos una trama torpe y tramposa, con falsos momentos emotivos, que llevan al espectador al desconcierto y al aburrimiento.
Hugo es un muchacho fascinado por las máquinas. Su padre era relojero y le enseñó los secretos de la mecánica desde su más tierna infancia. Cuando murió, el niño fue a vivir con su tío, también relojero, a la estación de tren de París, donde se encargaba de dar cuerda a los enormes relojes de la estación.
Su única herencia, era un autómata que no funcionaba y que su padre había rescatado de un museo. El niño, hará lo posible por conseguir todas las piezas que faltan, para repararlo.
Allí, conocerá a un vendedor de juguetes mecánicos, que resultará una sorpresa.
Película llena de casualidades, en las que toman por tonto al espectador, mezclado con una pequeña trama cómica, en la que no se ríe nadie y una aventurita de indagación, en la que el espectador no tiene que indagar nada porque ya se lo dan todo hecho, la película simplemente, utiliza esta historia para dedicar sus minutos finales, a esos inicios del cine y para recordar, en concreto a George Mélies en un pequeño homenaje. Fallida.