! Como si fuera posible no enamorarse de esta rapaza de los suburbios londinenses con el rostro de Vivien Leigh!.

Eso le pasa a Charles Laughton, artista callejero, toneladas de sabiduría, experiencia y dignidad en su pobreza, fiel amante de un oficio que languidece por su propia modestia, un penique o dos en la gorra, sin luces de candilejas ni piano de rondón.

Y ella...No. No es todavía la manipuladora Scarlett O'Hara porque ni ha tenido sonajero de oro ni vestidos de relumbrón. Pero sí tiene sueños, sueños de éxito y grandeza y cierto resentimiento ante las injusticias de la vida. No se merece su suerte y por eso toma lo que ve sin miramientos.
Charles la pillará en un hurto pero se apiadará de ella y le ofrecerá techo y comida, además de incluirla en su número junto a sus dos socios con los que conformarán un cuarteto que obtendrá cierto éxito en las calles londinenses.

Una película tierna, llena de encanto, humor y tristeza a partes iguales. Un amor imposible. Amistad abonada con ingratitud. Algunos momentos realmente amargos ( esa sartén). Otros, deliciosos, ( esos bailes, esa armónica, esos socios, esa desvalida mirada de Leigh cuando llora...). Cuando el éxito de uno reporta el fracaso de los demás. Aunque los caminos se bifurquen, nunca hay que olvidar a los que dejamos atrás. Con ese pequeño gesto, basta.

Charles Laughton inconmensurable como os podéis imaginar. Pero, al contrario de lo que le ocurría con muchos partenaires, Vivien le ofrece una réplica que no desmerece en absoluto a su lado. Eso ya es de por sí una señal de que esta chica estaba llamada para brillar ¿no?.

Se me ha olvidado mencionar a Rex Harrison, jovencísimo, en su papel de caballero cínico que ayudará a Leigh en su escalada hacia la fama. Está muy bien también pero no tiene demasiado protagonismo en la historia.
Tim Whelan hace un gran trabajo en la ambientación de ese mundo con algunas escenas muy hermosas ( Leigh bailando en esa mansión deshabitada...).

A por ella sin dudarlo.