Con Peret, yo soy la rumba, Paloma Zapata nos propone un viaje en el tiempo a una Barcelona que ya no existe pero que resulta fascinante. Lo hace de la mano del icónico Peret, gran estandarte de la rumba catalana aquí y en todo el mundo. Una buena producción, un trabajo más que digno con los entrevistados y un buen puñado de anécdotas jugosas son las bazas con que juega la directora para presentarnos la esencia de Peret. Lo consigue con facilidad, y a la vez nos mete en la vida de la familia de Peret en la actualidad para analizar como su esencia como patriarca de toda una saga le ha sobrevivido. Para todos los que somos (al menos relativamente) ajenos al mundo de la música puramente española, es todo un caramelo poder absorber toda esta información de manera tan amena y comprobar hasta qué punto un artista cuya música pudiera parecer poco exportable llegó a triunfar fuera de nuestras fronteras.

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