Si firma Gondry, sabemos que nos vamos a encontrar con algo diferente. La originalidad y la sorpresa están con él garantizadas.
Pero Rebobine, por favor, aunque contiene el sello Gondry, tiene algo diferente. Parece que Gondry rebaja un poco la pirueta argumental y la frecuente grandilocuencia del discurso pro-friki para trazar una pequeña historia de perdedores en la que palpita un inmenso amor al cine. No faltan las situaciones absurdas y el constante tono paródico, pero todo ello se integra en una historia con un tono quizá más convencional de lo esperado, pero con un encanto irresistible. Digamos que es una película donde Gondry sintetiza con mayor acierto su particular manera de narrar con un tono y unas formas de corte más clásico. El resultado es tan divertido como entrañable, esto último gracias en su mayoría al último tramo, quizás un tanto almibarado, pero para nada empalagoso.
También es un film donde se prescinde del alarde visual para dar un mayor protagonismo a los personajes. A Jack Black ya lo conocemos: más de lo mismo porque no sabe hacer otra cosa. Sorprenden más Mos Def, en el papel de un apocado dependiente de videoclub, y Danny Glover, su jefe, que ve cómo su negocio se desmorona. Entre todos encontrarán un posible remedio a sus males cuando, por circunstancias, se les ocurra ponerse a hacer "suecadas". Y con ellas llegan los mejores momentos de la película, sin duda. Nada más que por ellas merece la pena ver la película.