Hablar de Katyn en Polonia durante muchos años fue, igual que en este país lo fue durante muchos otros hablar de tantas cosas, intentar echar luz sobre unos hechos sobre los que muy pocos querían saber nada, porque al fin y al cabo si de algo no se habla, puede que quizás nunca haya existido.

Películas como "Katyn", que serían tan necesarias precisamente también en un país como el nuestro, procuran recuperar lo que ahora se ha dado en llamar la memoria histórica de los pueblos, echando luz generalmente sobre los temas más escabrosos de cada nación, sobre los que se han querido esconder por proteger determinados intereses, o sobre los que directamente nunca ha convenido hablar.

Wajda rinde memoria a los 12.000 oficiales polacos asesinados por el terror soviético que en 1940 y aliado con la Alemania nazi quitó de en medio a tiros en la cabeza, pero no es fácil de seguir para el espectador no iniciado: como siempre, y más siendo una producción bastante dirigida al público polaco, da por sentado el conocimiento de ciertos hechos sobre la historia polaca y Segunda Guerra Mundial sobre los que conviene estar informado antes del visionado de "Katyn" o será fácil perder el hilo de que es lo que exactamente está pasando.

Es irremediable no sentir mal cuerpo cuando se acaba su visionado. Su buena realización servirá para acentuar el dramatismo y preguntarnos no tanto si fueron alemanes o soviéticos los autores de la masacre, si no como fue posible, es y lo será siempre que tales actos existan de mano del hombre hacia el hombre.