Esta es la quinta película de Lanthimos que veo y la tercera que se desmorona miserablemente después de una primera parte excelente. Hay que reconocer que el director griego es uno de los últimos genios que ha dado el cine, pero, desgraciadamente, parece ya habitual que no sepa rematar la faena.

En esta película experimentamos una incomodidad que remite a Funny games, y formalmente es un logrado homenaje a Kubrik, pero el resultado final no está a la altura de esas expectativas.

Lanthimos gusta de recurrir a esos irritantes finales abiertos, pero en esta ocasión, en la que se supone que cierra la trama, también deja un poso de frustración. Quizás tengan que pasar unos años para que nos ofrezca una obra verdaderamente redonda.