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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Voto de Jean Ra:
7
Varda por Agnès
2019 Francia
Documental, Intervenciones de: Agnès Varda
7,3
710
Documental Un documental de Agnès Varda que arroja luz sobre su experiencia como directora, brindando una visión personal de lo que ella llama "escritura de cine", viajando desde la Rue Daguerre de París a Los Ángeles y Pekín.
10 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien existen ciertas películas, pongamos "Senderos de Gloria", que son las obras recomendadas para iniciarse en un cineasta complicado (en este caso Kubrick), este "Varda por Agnès" es indudablemente el premio final tras recorrer la filmografía de la directora belga. Si bien nos habla del arte en general, nos ofrece algunas de sus claves que se pueden entender sin haber visto sus películas, la idea del reencuentro ocupa un espacio predominante, tanto en las entrevistas que Varda mantiene algunas de sus colaboradoras como en el rescate de sus vitalistas imágenes.

El problema es que esa idea, con algunas variaciones, ya está presente en la estupenda "Les plages d'Agnès", dónde recapitulaba su obra a la vez que examinaba su propia vejez. Varda riza el rizo e incluye esa obra en esta nueva revisión, añadiendo nuevas observaciones y reflexiones para hábilmente esquivar la acusación de refrito. La sección en la cual aborda su faceta como artista visual, con instalaciones en Venecia y otras partes del mundo, tiene un interés limitado, es un complemento para que lo de verdad importa a la gran mayoría de sus seguidores, ya sean largometrajes, cortometrajes o documentales. Y precisamente en el primer bloque examina algunas de sus obras para revelarnos con una sonrisa amable y traviesa de la existencia de estructuras invisibles que no se molestó en pronunciar porque en el fondo jamás le interesó pasar por una intelectual. Durante el documental, de pasada, nos enteramos del impacto que le generó "Las palmeras salvajes" de Faulkner, que utilizó un tema de Steve Reich para una de sus instalaciones o que recuerda las clases del filósofo Gaston Bachellard, pero ella no es Godard, ansioso por exhibir conocimiento. Su camino siempre se ha caracterizado por la bondad y la discreción, antes interesa en aproximarse al mundo que no al revés. En sus películas caben desde Robert DeNiro o las actrices más deslumbrantes a las personas menos agraciadas y modestas, da igual que sean panaderos o artistas callejeros: todos recibieron el mismo trato afable.

Sin melancolía, sólo con un leve poso de nostalgia cada vez que recuerda a Jacques Demy, la directora pretende dejar en esta película un testamento, un testamento que es su mirada. Nos habla de las cosas que le inspiran, de los detalles a partir de los cuales construye sus obras, como ahora la aparición de las pequeñas cámaras digitales que le permiten acercarse a las espigadoras sin que se sientan intimidadas. O los rincones y los rostros de la rue Daguerre de París, las pinturas callejeras de Los Angeles, un chivatazo que un tal señor Varda vive en Sausalito. Viendo a Varda da la sensación que nada de lo humano le es ajeno. Quien la califique de humanista no hace más que evidenciar una verdad.

Cierto día de Junio de 2010 visité Sète, en el sur de Francia, justo en el día en el que se celebraban en sus canales principales la fiesta municipal de la lucha de barcas. Tras pasar el día en el Rosellón, regresamos a casa. Yo me fui al televisor a ver una película que tenía pendiente, se trataba de "La pointe courte". No tenía ni idea de lo que trataba ni dónde se ubicaba la acción de la película. Tenía colgada la etiqueta 'nouvelle vague' y con eso bastaba para culminar ese día. Asombrosamente, ciertas escenas de la película retrataban esa misma fiesta que yo había visto al mediodía, las dos barcas que se cruzan para que dos de sus ocupantes luchen con bastones para hacer caer al rival. La coincidencia entre vida y cine me dejó asombrado, a Varda está claro que no, pues por algo ha hecho de esa misma rima una faceta de su obra. Sólo existen, hasta ahora, dos películas que empleen Sète como localización, la otra es "La graine et le mulet", de Kechiche, así que la probabilidad era baja. Nunca después se ha vuelto a producir una curiosa coincidencia como ésa. Digo esto porque tengo la sensación que Varda me ha ido acompañando personalmente a lo largo de los años, por catorce años, de forma intermitente e incompleta, me he ido familiarizando con sus imágenes, con su voz y por eso, al ver esta "Varda par Agnès" me siento interpelado en esa ceremonia del adiós. No es mi cineasta favorita, pero sí un nombre estimado, alguien a quien se le tiene afecto y cuya nueva cita supone un encuentro agradable, una presencia que transmite gran empatía y una de las más afortunadas guías que existen en el cine. Así que, con lágrimas en los ojos, me despido de Agnès Varda. No hace falta ponerse melancólico, soy consciente, sabemos que su obra existe para que la podamos revisitar, pero igualmente la echaremos de menos. Gracias por tanto.
Jean Ra
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