La historia que une los episodios de esta gran serie es como el Macguffin de Hitchcock, el Samurai que huele a girasoles del que no sabemos nada, una mera excusa para el deambular de tres personajes, en busca de aventuras donde el Hip Hop, el béisbol, la marihuana, los graffitis y demás elementos de la cultura moderna se mezclan con el milenario Japón feudal para crear como resultado una serie muy divertida que se deja ver muy bien y da muy buen rollo. Yo la tengo especial cariño por que me amenizo muchas horas de autobús y metro cuando trabajaba en el centro de Madrid y la veía en mi flamante trasto de la manzanita, convirtiendo esas interminables horas puntas vacuas en un momento casi esperado del día.
Destacar la música y el dibujo sobre todo, muy estilizado y con unas coreografías de luchas muy conseguidas. Las sub-historias que acompañan a la trama principal son muy entretenidas y algunas incluso para reirse mucho, y aunque es imposible tomarse en serio el argumento, da muy bien el pego como serie gamberra e iconoclasta.