El principal problema de esta obra de terror nipona, es que carece de una historia, vive más de situaciones concretas con determinados personajes conectados unos con otros, que son narradas sin continuidad lineal, dandole una falsa sensación de complejidad al film. La premisa es simple, a modo de leyenda urbana, corre el rumor de que todo aquel que osa entrar en la casa abandonada, esa que existe en todo barrio residencial, sufre una maldición que le llevará a la muerte. De tal modo, la historia se centra en las vidas de todas esas personas que de un modo u otro han terminado entrando dentro para su infortunio. ¿Cual es entonces el merito de esta película de terror?, conseguir que una vulgar casa de clase media de barrio residencial, parezca el sitio más aterrador del mundo, por medio de imágenes perturbadoras y sonidos espeluznantes. Consigue hacer que los lugares más corrientes, se transformen en un infierno no apto para sensibles al corazón, no precisa de sangre ni de oscuros sótanos en mansiones victorianas para hacerte saltar de miedo, un fantasma cercano a la performance se basta y se sobra para hacer que una sesión de cine nocturno, solo en una casa grande, se convierta en una sugerente experiencia. De ahí el título de mi crítica, si tras ver esta película, no te atreves a meterte en un armario de tu casa solo de noche, es que la peli te ha molado.