A Harry le salen pelillos en los huevillos y ya nada volverá a ser lo mismo en el castillo de Howards... ya lo del andén 9 y medio, la capa de invisibilidad y esas cosas mágicas no le sorprenden ni excitan, ahora es el sexo opuesto lo que monopoliza sus pensamientos entre peleas con dragones y dragones con peleas, pero lo lleva muy mal porque en realidad el siente una tensión sexual-profesional latente por la fría y racional Hermione (que para esta entrega la peinan),tensión como la que en su día disfrutaron los agentes Mulder y Scully, de esas de mírame pero no me toques, tócame pero no me beses, sin embargo oh sorpresa te descuidas un poco por lo de Voldemor que no llega a definirse a sí mismo el hombre y viene tu mejor colega y te la levanta, y eso que parecía tonto y de hecho lo es, así que en su baile hormonal desatado se enamora de una chinita así como muy sosilla ella, vamos como son las chinitas sin faltar, pero ya en el colmo de su decadente lascivia británica, se monta con su colega un dos a dos con una parejita de diosas gemelas hindús, todo esto aderezado con una húmeda y lubrica escena de fantasmofilia, (amor hacia los ectoplasmas), que no se había vuelto a ver desde los alfareros de Ghost.
¡Malditos ingleses y su excitante forma de ver el sexo! .