Estamos ante una de las obras maestras del género de terror, crea un ambiente progresivamente opresivo que pocas veces ha sido igualado, creando escuela en una sucesión de innumerables imitadores que nunca han podido superarla, rodada en pleno corazón de la América profunda, narra la historia de un grupo de jóvenes con ganas de fiesta, que viajando en su furgoneta por las polvorientas carreteras de Texas, recogen a un extraño autoestopista, este será el primero de una sucesión de extraños encuentros donde nada más y menos que una familia de paletos antropófagos será la protagonista.
El terror no viene dado como se podría pensar en un principio por el susto fácil o por la casquería barata, de la cual prescinde inteligentemente, sin duda es la sensación conspiratoria la que te atrapa, el brutal impacto de ver como el cándido entorno rural que se espera de una granja y sus praderas pasa a convertirse al segundo en un infierno inhóspito y hostil al aterrador sonido de una moto sierra, donde parece que todo el mundo oculta una conspiración de la cual son víctimas los incautos viajeros de ciudad.
La escena de la macabra cena con tan candorosa familia, es sin dudas uno de los más escalofriantes de la historia del cine de terror con mención aparte de los espeluznantes gritos de Marilyn Burns .
Como me pasa con muchas de las películas de la década de los 60 y 70, estas ganan solera con los años dejando en cada fotograma, ese regusto de film independiente setentero que como siempre recuerdo hasta el punto de repetirme en muchas críticas, a mí personalmente me cautiva.
Si después de leer todo esto no te han entrado ganas de verla…