Film a caballo entre el cine para niños y el que no lo es. Está a caballo porque hila demasiado el mensaje e introduce un vocabulario que lo diferencia de los clásicos infantiles, pero sin embargo la intención es tan simple como el mostrar el cariño que pueden generar las experiencias positivas.
Para los adultos queda un documento endeble, no por su significado sino por la justificación de éste. Uno no se cree lo que ve, y eso pasa factura. Hay una relación demasiado banal entre los personajes como para que los sentimientos queden tan a flor de piel (a menos que los “monstruos” tengan identidades muy infantiles, cosa que parece clara).

En resumen resulta aburrida para quienes esperan algo con más calado social. Incluso se vislumbra una crítica ecológica que queda rápidamente disuelta por las intenciones del niño y su clan de seres imaginarios.
Y, por cierto, a mi tampoco me gusta la sobreactuación del infante Max Records.

Dicho todo esto hay un punto positivo en el film y uno muy positivo. El primero es la música, que aunque previsible no por ello deja de ser oportuna y apropiada. Buena combinación con las imágenes.
Y no son sino estas el segundo punto. La fotografía está muy por encima de lo necesario para una película dedicada a los niños (que no la van a apreciar en su esplendor). Fantástica iluminación, planos complejos y todo un sinfín de desenfocados enriquecen visualmente el desarrollo.

Si no fuera por esto último, sería una muy decepcionante adaptación de un cuento corto que no merece una hora y media. Gracias a esto queda solo en un film aburrido y ñoño, pero agradable a la vista.