Los ideales defendidos en esta cinta por un joven Clint fueron malinterpretados por muchos para criticar su postura proamericana pero esconden una reflexión sobre la pureza y el honor, sobre no perdonar los pecados del prójimo. Mucho sentido tienen estos ideales entendiéndolos como explicación de que en materia de comprensión social, lo poco gusta pero lo mucho cansa.

Se crea aquí un escenario de reconocimiento ciudadano, algo necesario para el éxito de un film, una identificación con los diferentes agentes del espectador. Y se crea un héroe que lanzó al estrado la que a la postre está siendo una carrera plagada de magníficos films.

No nos olvidamos de la buena interpretación de Andrew Robinson, que convence como peligroso psicópata al abrigo de la opinión pública.
Buena.