La obra cumbre del, por otro lado injustamente, vanagloriado Ridley Scott, director mediocre y comercial, pero que ha tenido a lo largo de su carrera la bondad de dejarnos un par de joyitas (hablando en pasado porque no esperamos más).
A algunos les parecerá que vale mucho ser un innovador, que el hecho de usar los efectos, de tratar temas como la vida en otros lugares del espacio, la inteligencia artificial o el lesbianismo, es propio de un genio. Pero en realidad, es el cómo tratarlos lo que distingue al genio del que no lo es.

Digo esto porque, generalmente, Scott decepciona a quienes no lo divinizan por su falta de profundidad argumental, incluso por tirar de recursos fáciles, pero en este su mejor film hay dos aspectos que si que son claramente diferenciales. El primero es la ambientación, uno se imbuye con el entorno, se inserta en ese futuro LA de decadencia y putrefacción, donde los servicios públicos se limitan a ser un mero grupo de control gubernamental. El segundo es el personaje de Edward James Olmos, de los que crean escuela; casualmente siempre está en escena, nunca dice nada, y es capaz de mantener a raya a todo un asesino como el que representa Harrison Ford.

Sustituye aquí a la heroína espacial Ripley por una serie de mujeres de lo más femeninas, y como buenos droides, usan sus encantos para conseguir sus intereses...

Ps. No podemos olvidar a Rutger Hauer, en el papel que debió lanzarle al estrellato (pero algo salió mal y fue Ford el que cogió el toro por los cuernos).