Con unos mimbres muy humildes y una historia de lo más sencilla, consigue Chaplin abarcar gran parte de los sentimientos del ser humano.
Abarca la pena que siente la madre al abandonar a su hijo.
La frustración que siente el mendigo, por su estilo de vida.
La amistad, que surge entre mendigo y niño, además de la relación padre-hijo y el cariño de quién depende del prójimo.
Incluso la tensión de quién se ve envuelto en disputas que no le interesan, pero de las que no puede escapar.
En resumen, es el paradigma del “comedrama” que tan bien definió el maestro Chaplin, y no es el mejor de ellos ni por asomo, pero no hace un borrón.

Es otro tipo de cine, es otro rollo, Chaplin juega en otra liga... hace un film de cincuenta minutos y con dos escenarios y a todos nos parece bien.