Ópera prima del debutante Alexandre Aja, enmarcada en el género de terror y con un guión firmado por él mismo y Grégory Levasseur. El planteamiento de la historia es simple: una amiga invita a otra a estudiar un fin de semana en una casa en el campo, apartada de todo para mayor tranquilidad. Una noche un camión aparece en la casa, y alguien baja y toca al timbre...

Con todos estos datos no es difícil imaginarse los caminos que tomará la historia: las dos amigas deberán valerse de sí mismas si quieren conservar sus vidas. Típico. Pero aún así, Alexandre Aja consigue, con una iluminación fantástica y unos personajes muy bien construidos, elevar esta simple historia de corre que te pillo a un nivel de superviviencia real y escalofriante. La cámara de Aja sigue a las dos amigas en su trayecto por los campos y carreteras francesas y nos ofrece unas escenas que quitan el aliento y dan verdadera angustia. El ritmo de la película no baja en ningún momento, y las escenas se suceden con maestría una detrás de otra hasta llegar a ese polémico final.

Cecile De France realiza una interpretación muy realista, que adquiere más matices en el segundo visionado. Philippe Nahon pone los pelos de punta como malo de la función. Maïwenn, correcta en su papel, aunque queda eclipsada por los dos actores mencionados arriba, los cuales llevan ellos solos el peso de toda la trama.

De la banda sonora reseñar que acompaña perfectamente a la trama durante todo su desarrollo, permitiendo identificar los momentos de (relativa) tranquilidad y los de alta tensión, una alta tensión, que, de tratarse de una producción americana hubiese gozado de una mayor respuesta del público.

Y, por fin, después de 70 minutos de pasarlo francamente mal, llegamos al tan citado final, que da la vuelta completamente a la tortilla y nos da la oportunidad de verlo todo con otros ojos. Nada hubiese pasado si Aja se hubiese abstenido de dar ese giro de guión que parece ya obligado en producciones de este tipo. Sin embargo, no me parece malo (si rebuscado).

A modo de conclusión, nunca invitéis a nadie a estudiar a una casa que tengáis en mitad de la nada. Quien sabe lo que podría pasar...