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Voto de RARRA:
9
7,8
16.934
Drama
Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
30 de octubre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película narra y superpone dos historias: la del Príncipe de Salina y la de la sociedad siciliana. Parecen transcurrir de roma paralela pero solo lo hacen momentáneamente. La novela de Lampedusa y la película de Visconti han hecho famosa la fase: “Se vogliamo che tutto rimanga come é, bisogna che tutto cambi”. Hay que recordar que la fase no la pronuncia Fabricio de Salina, sino su sobrino y que éste la pronuncia para justificar sus actos y borrar lo que en ellos pueda suponer traición a su clase.
En la película vemos cómo cambia la sociedad siciliana y cómo lo hace el protagonista. Pero el cambio tiene un sentido muy distinto en uno y otro caso: el primero conduce a la supervivencia, mientras que el segundo conduce a la decrepitud y la muerte. El cambio de la sociedad, con la desaparición de una clase social no deja de ser un fenómeno sociológico que acaba en la irrupción de un nuevo orden y un nuevo poder. El cambio del individuo es el que tiene el sentido trágico que la película expone. El Príncipe de Salina se adapta al cambio social aunque le duela, pero el cambio personal que supone la decadencia y el envejecimiento es lo que realmente le quiebra.
Realmente no puede hablarse de vejez a los 45 años que se le atribuyen. Pero hay síntomas que la anuncian. No es el menor la abdicación de principios antes defendidos, la resignación al cambio, la rendición a las circunstancias. Acepta la relación familiar con la burguesía adinerada y renuncia a intervenir en la política como senador.
Visconti ofrece una gran obra. Como sucede en muchas de sus películas, la estética y la belleza de los planos abren la percepción del espectador haciéndole más permeable a otros aspectos de la película. No solamente son las escenas brillantes y sobrepasadas del baile, ya por sí mismas críticas con la sociedad que reflejan, son también los paisajes sicilianos y las luces que le iluminan. Y, enmarcado en esa brillantez, el drama de un hombre que tiene ese terrible sentido individual en que siente el comienzo del desgarro social y personal. La historia es pura circunstancia.
Burt Lancaster sabe reflejar bien ese drama en el que el individuo, pese a todo, tiene que mantener una cierta dignidad. Es casi lamentable la actuación de Claudia Cardinale y de Alain Delon que no pasan de hacerse los guaperas; quizá con mejores actores los personajes hubieran tenido algo más de peso. Sí que son destacables, en cambio, Romolo Valli en el papel de Padre Pirrone, capellán del príncipe, y Paolo Stopa en el papel de Calogero Sedàra, como burgués arribista. La música de Nino Rota, excelente.
En la película vemos cómo cambia la sociedad siciliana y cómo lo hace el protagonista. Pero el cambio tiene un sentido muy distinto en uno y otro caso: el primero conduce a la supervivencia, mientras que el segundo conduce a la decrepitud y la muerte. El cambio de la sociedad, con la desaparición de una clase social no deja de ser un fenómeno sociológico que acaba en la irrupción de un nuevo orden y un nuevo poder. El cambio del individuo es el que tiene el sentido trágico que la película expone. El Príncipe de Salina se adapta al cambio social aunque le duela, pero el cambio personal que supone la decadencia y el envejecimiento es lo que realmente le quiebra.
Realmente no puede hablarse de vejez a los 45 años que se le atribuyen. Pero hay síntomas que la anuncian. No es el menor la abdicación de principios antes defendidos, la resignación al cambio, la rendición a las circunstancias. Acepta la relación familiar con la burguesía adinerada y renuncia a intervenir en la política como senador.
Visconti ofrece una gran obra. Como sucede en muchas de sus películas, la estética y la belleza de los planos abren la percepción del espectador haciéndole más permeable a otros aspectos de la película. No solamente son las escenas brillantes y sobrepasadas del baile, ya por sí mismas críticas con la sociedad que reflejan, son también los paisajes sicilianos y las luces que le iluminan. Y, enmarcado en esa brillantez, el drama de un hombre que tiene ese terrible sentido individual en que siente el comienzo del desgarro social y personal. La historia es pura circunstancia.
Burt Lancaster sabe reflejar bien ese drama en el que el individuo, pese a todo, tiene que mantener una cierta dignidad. Es casi lamentable la actuación de Claudia Cardinale y de Alain Delon que no pasan de hacerse los guaperas; quizá con mejores actores los personajes hubieran tenido algo más de peso. Sí que son destacables, en cambio, Romolo Valli en el papel de Padre Pirrone, capellán del príncipe, y Paolo Stopa en el papel de Calogero Sedàra, como burgués arribista. La música de Nino Rota, excelente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay quizá dos observaciones que realizar.
La primera es que la película se centra en el personaje principal, prestando escasa atención a los hechos históricos que la enmarcan. En este sentido no aparecen diferenciadas la etapa borbónica, la oleada roja de los garibaldistas y la llegada de la política burguesa y liberal de Cavour. Estos vaivenes políticos es lo que reflejan las posiciones cambiantes de los personajes.
La segunda, que la película únicamente cubre una parte de la novela, precisamente la que marca el inicio de la decadencia del príncipe de Salina. La novela es mucho más amplia. Cubre por una parte la continuada decadencia del príncipe hasta su muerte en un hotel. Pero además continúa su narración describiendo la triste vida de los restantes personajes de la novela y en definitiva la desaparición de la familia Corbera que encabezaba el Príncipe de Salina y en cuyo escudo nobiliario figuraba el gatopardo o leopardo que da título a la novela y a la película.
La primera es que la película se centra en el personaje principal, prestando escasa atención a los hechos históricos que la enmarcan. En este sentido no aparecen diferenciadas la etapa borbónica, la oleada roja de los garibaldistas y la llegada de la política burguesa y liberal de Cavour. Estos vaivenes políticos es lo que reflejan las posiciones cambiantes de los personajes.
La segunda, que la película únicamente cubre una parte de la novela, precisamente la que marca el inicio de la decadencia del príncipe de Salina. La novela es mucho más amplia. Cubre por una parte la continuada decadencia del príncipe hasta su muerte en un hotel. Pero además continúa su narración describiendo la triste vida de los restantes personajes de la novela y en definitiva la desaparición de la familia Corbera que encabezaba el Príncipe de Salina y en cuyo escudo nobiliario figuraba el gatopardo o leopardo que da título a la novela y a la película.