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España España · mADRID
Voto de RARRA:
8
Drama Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Durante la ocupación de Francia por las tropas alemanas, un anciano y su sobrina deben compartir alojamiento y convivir con un afable oficial nazi. (FILMAFFINITY)
16 de julio de 2013
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El silencio del mar” es una película extraña e impactante. Producto del encuentro de dos fuerzas: Melville y Vercors. Este aporta una obra que reúne dos voces: la del oficial alemán y la del francés en cuya casa se hospeda, pero que traducida al cine supone con más claridad la superposición de una voz viva y una voz en off, lo que produce el efecto de que silencio sea más sonoro, más palpable, mas visible, es decir que el silencio se perciba de manera total. El silencio se cierne en la película también sobre el dueño de la casa y su sobrina; indudablemente hablarán entre ellos, pero eso queda fuera de la narración.

En suma, el silencio es protagonista de la película. Aunque acompañado de sonidos y de una breve irrupción de Bach. En su gran parte atribuido al oficial alemán, cuyas pisadas reveladoras de una cojera cobran una especial presencia. Los franceses son puso silencio salvo un tímido “Adieux” final.

La obra de Vercors se escribió en plena ocupación, en tanto que la obra de Melville data ya de 1947. Recoge el sentimiento de la Francia no colaboracionista que se ha visto literalmente arrollada por el ejecito alemán y que opta por continuar luchando por la vía del silencio. Lo que sucede es que en “El silencio del mar” se oponen a estos peculiares resistentes que no dudan en recurrir a la crueldad del silencio un oficial alemán idealista que ama por igual a Alemania y Francia y cree en la amistad final de ambos pueblos. Que durante seis meses, tras una inclinación de cabeza, les desea buenas noches sin recibir ni una mirada. Vercors y Melville, en cualquier caso, para evitar confusiones presentan a un grupo vociferante de oficiales alemanes que responde con exactitud al paradigma del soldado nazi.

Lo que sucede es que, reducido el drama a lo individual, el oficial alemán Werner von Ebrennak termina resultando mucho más humano y defendible que la pareja francesa cuyos nombres ni siquiera se dan a conocer. Eso sí, el primero termina abocado al fracaso personal al incorporarse nuevamente al frente. Pero resulta evidente que también la pareja francesa acaba con una sensación de fracaso personal, más allá de su actitud más o menos patriótica, que no va a ocultar las orgullosas palabras que, al principio de la película, pronuncia, en off, el viejo francés.

La película está muy bien contada. Los actores apenas tienen que reducirse a una austeridad interpretativa, aunque destaca la de Howard Vernon dentro de esa línea de sobriedad. La música acompaña perfectamente los momentos que no ocupan el silencio o los monólogos del alemán. La fotografía y la luz son estables; en todo caso parece sobrar la serie de escenas que reflejan sin mucha necesidad la monumentalidad de París.

En suma una película para no perderse.
RARRA
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