No es mala costumbre la de visionar películas de las que apenas se tiene noticia. Eso es más fácil para quienes no tienen un conocimiento más o menos enciclopédico del cine. Eso permite encontrarse con películas que no ha recibido culto o han tenido un reconocimiento que las hace famosas sin necesidad de mayores disquisiciones. Arlington Road es uno de esos descubrimientos casuales.

Ya las imágenes de la presentación destacan por su brillantez. No anticipan realmente nada de la película, pero crean el ambiente y el clima en que se va a desenvolver la trama. Esas primeras imágenes crean desde ese primer momento una actitud de respeto hacia la película. Un segundo elemento que dignifica la película, aunque sea a lo largo de ella, es la música de Baladamenti, tan distinta de la ratonera que ha contagiado, dese la serie B, a muchas películas.

La película pertenece a ese género o subgénero que pudiéramos llamar de “sospecha”. Si lo analizamos detenidamente veremos como el género suspense echa sus raíces en la sospecha y la duda. El esquema es muy simple en la película: hay un suspicaz y un sospechoso. El primero es Jeff Bridges; el segundo, Tim Robbins. Son los protagonistas prácticamente únicos de la historia; el primero tendiendo al desmelanamiento, y el segundo, más sosegado. Pero los dos cumpliendo perfectamente en sus respectivos papeles.

La película, por fin, guarda un final que justifica todo error anterior. Un final que no se puede revelar, como se indica en el spoiler.