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Voto de Chris Jiménez:
9
Bélico. Aventuras. Comedia Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Tras capturar a un comando alemán, un apático pelotón norteamericano recupera el entusiasmo al enterarse de que el enemigo custodia una fortuna de dieciséis millones de dólares en lingotes de oro. El único problema es que se encuentra detrás de las líneas enemigas. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2018
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Algunos se quedan a luchar por una noble causa que desde hacía tiempo ya era la crónica de una muerte anunciada, por honor, por la libertad, y sobre todo y por encima de todo por el orgullo de la patria.
Pero no todos los soldados tienen que pensar así, sobre todo si en mitad del infierno al que les han enviado hay un botín de 16 millones de dólares esperando a ser encontrado...

Como siempre ha ocurrido a lo largo de la Historia, los muchos conflictos sociales y políticos que azotan al planeta generan una ola de nuevos ideales y pensamientos que no tardan en verse reflejados en la ficción, y el universo cinematográfico es sin duda el que mejor los ha plasmado. Es lógico que ha finales de una década tan turbulenta como los '60, empantanada por la presidencia de Richard Nixon y las protestas contra una Guerra de Vietnam en su punto crítico, el cine bélico decidiera reflejar estas inquietudes; sería la exitosa "Doce del Patíbulo" la que tergiversaría sus códigos llevándolo a su extremo más incisivo y crepuscular.
A raíz de la obra de Robert Aldrich fueron muchos los que predicaron con el ejemplo y empezaron a narrar la guerra de otra forma, olvidando el patriotismo, el maniqueísmo y aprovechando para reflexionar sobre aquellos que habían sido mandados a combatir o, en un sentido más desenfadado, para burlarse de los convencionalismos del género, como la obra que aquí nos ocupa, megaproducción de la MGM realizada no en el mejor momento para la compañía cuyo guión del escocés Troy Kennedy Martin recogía el llamado "mayor atraco jamás cometido", que implicó la colaboración de soldados alemanes y estadounidenses para sustraer grandes reservas de oro de un tren con destino a Baviera.

Todo esto tuvo lugar en los últimos estertores de la 2.ª Guerra Mundial, no hubo culpables ni rastro del oro, una hazaña que merecía ser contada aunque los hechos apareciesen algo modificados, tal como sucede en esta película dirigida por Brian G. Hutton, que volvía a trabajar para MGM tras la genial "El Desafío de las Águilas", de donde se trajo a la incipiente estrella Clint Eastwood, sujeto a normas de contrato y poco más (y donde su influencia con respecto a la producción aún brillaba por su ausencia). "Los Violentos de Kelly" sitúa su acción poco después del desembarco en Normandía y en el corazón de un escenario de guerra salvaje y brutal.
A lo largo de este prólogo inscrito en la tradición del cine bélico más auténtico, el director disfruta paladeando todos los elementos que le brinda el entorno para desatar la acción y la furia de la contienda, desarrollada entre barro, lluvia, fuego y el atronador zumbido de los cañones, concentrando los acontecimientos en un pequeño refugio ocupado por una división de infantería americana que no puede sino observar el panorama desde el hastío, la desesperación y el enfado. Los muchachos se dejan la piel en el campo de batalla y un coronel nazi es capturado, pero las apariencias engañan y la esencia más clásica y épica del género está presta a su demolición.

Porque lejos de querer obtener ninguna clase de información acerca de las tácticas del enemigo, al vociferante y arisco sargento Joe sólo le interesan los burdeles de la ciudad más próxima con el fin de que sus hombres se tomen el descanso que se merecen, por otra parte el capitán del pelotón no es sino un enclenque descerebrado que va a abandonar a sus hombres para llevar su bonita lancha a la base. La acidez que exuda el guión de Martin por sus cuatro costados no es menos brutal que la pericia de Hutton para infiltrar el humor entre los pliegues de un espacio desasosegante y terrorífico.
La historia vira en redondo cuando el soldado Kelly, teniente degradado por una desastrosa operación militar de la que no fue culpable (trasunto así del John Reese de "Hell is for Heroes"), descubre un lingote de oro en la cartera del coronel que ha capturado, el cual forma parte de un cargamento de 14.000 custodiado por los nazis en un banco en Clermont, más allá de las líneas enemigas. A partir de aquí las intenciones del film son más que obvias (y más aún teniendo en cuenta que el artífice del plan será el sr. Eastwood); el oro del lingote oculto bajo una capa de plomo arroja una esperanzadora luz a los ojos de Kelly y sus compañeros, quienes quedarán cautivados, uno tras otro, por su reluciente brillo.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

A pesar de que Eastwood (para el que fue la última vez que se ponía en manos de una productora ajena) afirmase que los grandes recortes del montaje original que MGM llevó a cabo hacían perder la credibilidad y el valor de un maravilloso film antibelicista nutrido de ingredientes más profundos y turbios que de la simple mascarada desarrollada en la trama, "Los Violentos de Kelly" resultó todo un éxito de taquilla (que no de crítica) gracias a su inmejorable elenco, sus increíbles virtudes técnicas, sobresaliendo la fastuosa producción y la dirección de Hutton, y al desparpajo y mala sombra que exudaba su discurso.
Hablamos sin duda de uno de los títulos más cautivadores, originales y entretenidos del cine bélico que se han realizado, y como colofón aquella inolvidable estampa final acompañada de la entrañable y anacrónica "Burning Bridges" (que también oímos al comienzo) donde los soldados cruzan la frontera bañada con las intensas luces rojas de la tarde tras mandar a la mierda a sus oficiales usando el mítico "kilroy was here", entrando así en los anales de la Historia sin haber formado realmente parte de ella...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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