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Voto de Chris Jiménez:
8
6,6
17.102
Comedia
El ‘Cabesa’ y el ‘Culebra’, siguiendo los pasos del Dioni, deciden dar un gran golpe: atracar una sucursal bancaria y huir a Brasil. Lo que parecía que iba a ser un trabajo sencillo, se complica debido a la irrupción repentina de Fermín, un empresario cincuentón cargado de explosivos, que amenaza con inmolarse y exige la presencia de la televisión para llamar la atención sobre su precaria situación económica. Así pues, un simple atraco, ... [+]
8 de febrero de 2017
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San José de la Rinconada, Sevilla, a las tantas de la mañana. Hora punta en estaciones de autobuses, bares, mercadillos y, por supuesto, bancos. ¿Cómo iban a pensar sus clientes que pasarían de ser los clásicos rehenes de un atraco marrullero a los protagonistas de uno de los grandes momentos de la Historia de la ciudad?
Y por ende de nuestro cine.
Los antecedentes llegan a 2.008, cuando en un barrio cualquiera dos parguelas cualquiera dialogan, con un lenguaje demasiado culto para su condición, sobre las situaciones que aquejan a la sociedad española y de ahí al Mundo entero. El pequeño trabajo, "Esto ya no es lo que Era", volverá definitivamente famosos, gracias a la magia de la "mass media", a la pareja que les interpretan, Los Compadres, trasunto moderno de Los Morancos pero más afinados en algo que distingue su estilo: su discurso furioso y reflexivo sobre los problemas de la actualidad.
Nace una leyenda de la comedia sevillana, pero para Alfonso Sánchez y Alberto López llegar hasta el enorme proyecto de "El Mundo es Nuestro" no fue cosa de un solo día; tras trabajar tanto en teatro como en cine y televisión en papeles menores, su serie de cortometrajes/"sketches" humorísticos elevan su popularidad, si bien obtener fondos y hacer realidad el sueño se convirtió en una batalla de otros tantos años. Toda una lección, por tanto, para esos Almodóvares, Coixets, Medems o Bollaínes, que bien han sabido mamar de los pechos de las arcas públicas a través del Ministerio de Cultura y gastar nuestros impuestos en memeces pseudotodo afirmando que si no obtienen el éxito de público es porque no las entendemos...
Llegan estos dos sevillanos de pura cepa y a lo Ed Wood recaudan dinero de pequeños productores, familiares, amigos y otras personas anónimas que nada importan a la industria, pelean con el mismo ayuntamiento de su ciudad y otras entidades y montan un largometraje del que cualquiera diría se trata de una de esas superproducciones financiadas por el Ministerio y Canal+ (pues no, aquí el equipo del mismo puso dinero de su bolsillo y casi todos trabajaron gratis). Y seguimos a los protagonistas de "Esto ya no es lo que Era" en el atraco que tenían planeado, pero con armas en lugar de ladrillos.
De hecho el largo diálogo filmado en plano-secuencia sobre la motocicleta (comienzo magistral) sólo refina el pronunciado en el cortometraje original, con un ataque un tanto generalizado e ignorante pero directo y brutal contra la corrupción de los poderosos y la precariedad de las clases bajas (discurso que atraviesa toda la historia). Y como en todas las películas de atracos el principio del mismo suele ser lo mejor; antes de suceder tenemos tiempo de conocer a las víctimas (un puñado de actores en su mayoría no profesionales pero muy carismáticos), personajes que serán beneficiados de un acierto en el guión: poseer una voz y opinión independientemente de los estereotipos sociales a los que están sujetos.
Cuando "El Cabeza" y "El Culebra" irrumpen en la cotidianeidad de sus no muy agradables vidas dejan de ser ciudadanos amargados para convertirse en protagonistas de una versión castiza de "Tarde de Perros" donde Sánchez, en su homenaje al cine patrio, también recuerda la genial "Todos al Suelo" (cambiando al director al que le daba un ataque por un empleado o utilizando la misma escena en que rehenes y asaltantes comparten almuerzo), pero distanciándose de la parodia de Ozores elimina los enredos propios del destape y confiere un mayor dinamismo y ritmo a las situaciones que van sucediéndose en el interior del lugar.
Lo que une a ambas es una entrada espectacular de los ladrones, y es que Sánchez y López tienen un don especial para el humor físico y los diálogos escupidos con velocidad y mala sombra, un estilo distintivo que termina siendo el matrimonio perfecto entre Rafael Azcona y Guy Ritchie, pero sazonado con ese toque tan idiosincrásicamente andaluz que sólo nosotros podemos entender, el cual, por su inmediatez y gusto por lo políticamente incorrecto, guarda la esencia de la serie "Malviviendo", también filmada en Sevilla (no en vano comparten al gran Antonio Dechent en papeles similares).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Sánchez y López terminan llevándose el aplauso del público a nivel nacional e incluso cruzando el charco como sus álter-ego. Más allá de su buen oficio para la comedia y los asuntos formales y técnicos, es el dar una voz a sus diversos individuos, y con ese gracejo sevillano único, lo que hace de ésta una obra diferente, con capacidad para expresarse, a berridos si es necesario, como otras avaladas por el Ministerio no hacen o no les conviene...
Al final "El Cabeza", "El Culebra", la cajera, la limpiadora y sobre todo Fermín son el ejemplo de héroes anónimos y resignados del pueblo. Me pregunto si a día de hoy, después de haber estrechado su relación con la industria del cine y la televisión más comercial, Sánchez mantiene este espíritu o si se parece más al personaje del empresario...
Y por ende de nuestro cine.
Los antecedentes llegan a 2.008, cuando en un barrio cualquiera dos parguelas cualquiera dialogan, con un lenguaje demasiado culto para su condición, sobre las situaciones que aquejan a la sociedad española y de ahí al Mundo entero. El pequeño trabajo, "Esto ya no es lo que Era", volverá definitivamente famosos, gracias a la magia de la "mass media", a la pareja que les interpretan, Los Compadres, trasunto moderno de Los Morancos pero más afinados en algo que distingue su estilo: su discurso furioso y reflexivo sobre los problemas de la actualidad.
Nace una leyenda de la comedia sevillana, pero para Alfonso Sánchez y Alberto López llegar hasta el enorme proyecto de "El Mundo es Nuestro" no fue cosa de un solo día; tras trabajar tanto en teatro como en cine y televisión en papeles menores, su serie de cortometrajes/"sketches" humorísticos elevan su popularidad, si bien obtener fondos y hacer realidad el sueño se convirtió en una batalla de otros tantos años. Toda una lección, por tanto, para esos Almodóvares, Coixets, Medems o Bollaínes, que bien han sabido mamar de los pechos de las arcas públicas a través del Ministerio de Cultura y gastar nuestros impuestos en memeces pseudotodo afirmando que si no obtienen el éxito de público es porque no las entendemos...
Llegan estos dos sevillanos de pura cepa y a lo Ed Wood recaudan dinero de pequeños productores, familiares, amigos y otras personas anónimas que nada importan a la industria, pelean con el mismo ayuntamiento de su ciudad y otras entidades y montan un largometraje del que cualquiera diría se trata de una de esas superproducciones financiadas por el Ministerio y Canal+ (pues no, aquí el equipo del mismo puso dinero de su bolsillo y casi todos trabajaron gratis). Y seguimos a los protagonistas de "Esto ya no es lo que Era" en el atraco que tenían planeado, pero con armas en lugar de ladrillos.
De hecho el largo diálogo filmado en plano-secuencia sobre la motocicleta (comienzo magistral) sólo refina el pronunciado en el cortometraje original, con un ataque un tanto generalizado e ignorante pero directo y brutal contra la corrupción de los poderosos y la precariedad de las clases bajas (discurso que atraviesa toda la historia). Y como en todas las películas de atracos el principio del mismo suele ser lo mejor; antes de suceder tenemos tiempo de conocer a las víctimas (un puñado de actores en su mayoría no profesionales pero muy carismáticos), personajes que serán beneficiados de un acierto en el guión: poseer una voz y opinión independientemente de los estereotipos sociales a los que están sujetos.
Cuando "El Cabeza" y "El Culebra" irrumpen en la cotidianeidad de sus no muy agradables vidas dejan de ser ciudadanos amargados para convertirse en protagonistas de una versión castiza de "Tarde de Perros" donde Sánchez, en su homenaje al cine patrio, también recuerda la genial "Todos al Suelo" (cambiando al director al que le daba un ataque por un empleado o utilizando la misma escena en que rehenes y asaltantes comparten almuerzo), pero distanciándose de la parodia de Ozores elimina los enredos propios del destape y confiere un mayor dinamismo y ritmo a las situaciones que van sucediéndose en el interior del lugar.
Lo que une a ambas es una entrada espectacular de los ladrones, y es que Sánchez y López tienen un don especial para el humor físico y los diálogos escupidos con velocidad y mala sombra, un estilo distintivo que termina siendo el matrimonio perfecto entre Rafael Azcona y Guy Ritchie, pero sazonado con ese toque tan idiosincrásicamente andaluz que sólo nosotros podemos entender, el cual, por su inmediatez y gusto por lo políticamente incorrecto, guarda la esencia de la serie "Malviviendo", también filmada en Sevilla (no en vano comparten al gran Antonio Dechent en papeles similares).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Sánchez y López terminan llevándose el aplauso del público a nivel nacional e incluso cruzando el charco como sus álter-ego. Más allá de su buen oficio para la comedia y los asuntos formales y técnicos, es el dar una voz a sus diversos individuos, y con ese gracejo sevillano único, lo que hace de ésta una obra diferente, con capacidad para expresarse, a berridos si es necesario, como otras avaladas por el Ministerio no hacen o no les conviene...
Al final "El Cabeza", "El Culebra", la cajera, la limpiadora y sobre todo Fermín son el ejemplo de héroes anónimos y resignados del pueblo. Me pregunto si a día de hoy, después de haber estrechado su relación con la industria del cine y la televisión más comercial, Sánchez mantiene este espíritu o si se parece más al personaje del empresario...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Puede que los chistes vuelen rápidos como las balas y que parezca forzado meter tres insultos o palabrotas por cada línea de diálogo (así nos expresamos los españoles, al menos los de clase media-baja), pero sigue siendo la furiosa libertad de expresión lo que enriquece y da naturalidad al guión.
Porque absolutamente todos acaparan sus momentos para decir lo que quieren y piensan y no callarse nada, y Sánchez, además, no hace ascos a acercarse a los más malos o más buenos (aunque aquí esos conceptos haya que tratarlos con delicadeza), o a los de un lado político u otro (mostrado sin tapujos), y dejarles evolucionar por medio de sus interacciones y enfrentamientos.
Así no estamos viendo sólo actores, sino también humanos a los que resulta fácil de creer: una pareja formada por una niñata imbécil y caprichosa y un pobre ingeniero que sobrevive de reponedor; un hombre agobiado por la falta de trabajo; una funcionaria cabreada y de carácter agrio; una limpiadora con un marido en paro que se emborracha en el bar; una cajera que sólo ve pasar dinero ante sus ojos sin poder agarrar nunca un billete; y como villanos un empresario sin escrúpulos (padre del actor/director en la realidad) y su compinche, el propio director del banco, custodiando el "macguffin" de la trama: un maletín lleno de dinero, a lo "Pulp Fiction".
Ni más ni menos que un microcosmos de la sociedad española donde todos nos podemos reflejar, exagerado en la vertiente más "berlangiana" y marcado por un sentimiento en concreto: la rabia. Es lo que ya se respiraba en el banco antes del asalto, esa atmósfera de frustración y desolación que sólo necesita verse aún más reforzada por la llegada de ese par de subnormales...pero cuando entra el obrero descontento con los explosivos pegados el simple atraco se convierte en otra cosa. Aquí todo adquiere otras dimensiones.
No son ladrones que han coincidido como en "Toma el Dinero y Corre". Fermín se convierte, gracias a su honestidad, humildad y la manera en que se aprovecha la reportera de la situación, en una imagen perfecta del pueblo, explotado y usado, títere de las altas esferas, la voz de la verdad. Y en esta verdad algunos coinciden o lo niegan; cómo no Sánchez nos pone de su parte, a ese sector del público que comprende de primera mano la situación de este hombre en paro y desesperado, y también destapa la ira de otros sirviéndose de los viejos odios históricos. Cuando Fermín revela sus intenciones todos los rehenes se contagian de su coraje y vomitan lo que no habían podido decir antes.
Es aquí donde los estereotipos también crecen y muestran su otra cara (esto no pasaba en la película de Ozores). Y mientras, afuera, al clamor del pueblo sevillano por ese héroe moderno que es Fermín se une la incompetencia de las fuerzas policiales que, más mal que bien, controlan la situación, sin dejar a los reporteros ocupados de dar su noticia del día, y es que aquí todos van a favor de su interés, y destacando un detalle de importancia: cómo la mentalidad xenófoba pretende ridiculizar a otros por no pertenecer a su comunidad ni sus costumbres (el asunto de la cofradía, que la inspectora ordena desviar, recibido con la mofa y sorpresa de los guardias municipales).
Aquí no se cede ante concesiones de ningún tipo; durante este atraco todos destapan su mejor y su peor cara. Aunque en un film donde se alaba la lucha, la unión ciudadana, y se condena la corrupción, los vilipendiados deben ser esos representantes de los sectores políticos y burócratas, preocupados sólo de su imagen ante la situación: al tiempo que el comisario ahoga su incompetencia en el alcohol como su análogo de "La Estanquera de Vallecas" hacía en la cocaína, el delegado del Gobierno resulta ser el compinche del sucio negocio entre el empresario y el director del banco.
Y el giro más impresionante de guión no es éste, ojo...el del personaje chino! (sin duda el mejor, porque él no es más que un extranjero ajeno a los problemas de los españoles).
Porque absolutamente todos acaparan sus momentos para decir lo que quieren y piensan y no callarse nada, y Sánchez, además, no hace ascos a acercarse a los más malos o más buenos (aunque aquí esos conceptos haya que tratarlos con delicadeza), o a los de un lado político u otro (mostrado sin tapujos), y dejarles evolucionar por medio de sus interacciones y enfrentamientos.
Así no estamos viendo sólo actores, sino también humanos a los que resulta fácil de creer: una pareja formada por una niñata imbécil y caprichosa y un pobre ingeniero que sobrevive de reponedor; un hombre agobiado por la falta de trabajo; una funcionaria cabreada y de carácter agrio; una limpiadora con un marido en paro que se emborracha en el bar; una cajera que sólo ve pasar dinero ante sus ojos sin poder agarrar nunca un billete; y como villanos un empresario sin escrúpulos (padre del actor/director en la realidad) y su compinche, el propio director del banco, custodiando el "macguffin" de la trama: un maletín lleno de dinero, a lo "Pulp Fiction".
Ni más ni menos que un microcosmos de la sociedad española donde todos nos podemos reflejar, exagerado en la vertiente más "berlangiana" y marcado por un sentimiento en concreto: la rabia. Es lo que ya se respiraba en el banco antes del asalto, esa atmósfera de frustración y desolación que sólo necesita verse aún más reforzada por la llegada de ese par de subnormales...pero cuando entra el obrero descontento con los explosivos pegados el simple atraco se convierte en otra cosa. Aquí todo adquiere otras dimensiones.
No son ladrones que han coincidido como en "Toma el Dinero y Corre". Fermín se convierte, gracias a su honestidad, humildad y la manera en que se aprovecha la reportera de la situación, en una imagen perfecta del pueblo, explotado y usado, títere de las altas esferas, la voz de la verdad. Y en esta verdad algunos coinciden o lo niegan; cómo no Sánchez nos pone de su parte, a ese sector del público que comprende de primera mano la situación de este hombre en paro y desesperado, y también destapa la ira de otros sirviéndose de los viejos odios históricos. Cuando Fermín revela sus intenciones todos los rehenes se contagian de su coraje y vomitan lo que no habían podido decir antes.
Es aquí donde los estereotipos también crecen y muestran su otra cara (esto no pasaba en la película de Ozores). Y mientras, afuera, al clamor del pueblo sevillano por ese héroe moderno que es Fermín se une la incompetencia de las fuerzas policiales que, más mal que bien, controlan la situación, sin dejar a los reporteros ocupados de dar su noticia del día, y es que aquí todos van a favor de su interés, y destacando un detalle de importancia: cómo la mentalidad xenófoba pretende ridiculizar a otros por no pertenecer a su comunidad ni sus costumbres (el asunto de la cofradía, que la inspectora ordena desviar, recibido con la mofa y sorpresa de los guardias municipales).
Aquí no se cede ante concesiones de ningún tipo; durante este atraco todos destapan su mejor y su peor cara. Aunque en un film donde se alaba la lucha, la unión ciudadana, y se condena la corrupción, los vilipendiados deben ser esos representantes de los sectores políticos y burócratas, preocupados sólo de su imagen ante la situación: al tiempo que el comisario ahoga su incompetencia en el alcohol como su análogo de "La Estanquera de Vallecas" hacía en la cocaína, el delegado del Gobierno resulta ser el compinche del sucio negocio entre el empresario y el director del banco.
Y el giro más impresionante de guión no es éste, ojo...el del personaje chino! (sin duda el mejor, porque él no es más que un extranjero ajeno a los problemas de los españoles).