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Voto de Chris Jiménez:
10
Drama. Bélico Basada en hechos reales ocurridos en 1905, narra como la tripulación del acorazado Príncipe Potemkin de Táurida se cansan del tratamiento vejatorio e injusto de los oficiales. El detonante de la situación es la carne podrida que éstos quieren que los marineros se coman. Con este motín comienza el reguero revolucionario por Odesa y toda Rusia. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2021
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, revolución, y en todos los sentidos. Revolución ideológica, política, humana, y sobre todo cinematográfica.
La de un pueblo bajo el yugo del terror filmada para captar la intensidad visceral de la misma.

Nadie había hecho nada parecido, nadie ha conseguido igualar esa maestría; la revolución lleva por nombre "Potemkin". 96 años atrás en el tiempo, casi un siglo; fomentado por el Gobierno, que lo nacionalizó a causa de la influencia que podía ejercer sobre el pueblo, desde el principio el cine soviético estaría indisociablemente marcado por el cariz ideológico. Lev Kuleshov fue uno de los primeros realizadores en dominar las técnicas del montaje, pero Sergei Eisenstein iría mucho más allá convirtiéndose en figura descollante de esta industria en crecimiento.
Tras su provechoso paso por las artes escénicas, el joven de unos 25 años decidió poner en práctica sus importantes teorías a través de la imagen en movimiento por medio de una cámara; así dirige "La Huelga", donde ya expone sus ideas y métodos técnicos modernos para, como sus coetáneos en aquellos tiempos, desarrollar algo parecido a un lenguaje. Llega su gran momento cuando el Comité Ejecutivo Central se propone realizar una gran película con motivo del 20.º aniversario de la decisiva Revolución de 1.905; la conocida autora bolchevique Antonina Agadzhanova se ocupa del guión, muy extenso, que Eisenstein decide acortar, y en lugar de tratar varias revueltas y revoluciones, se centra en una en especial.

Y es la que tiene lugar en el barco que dará título a la obra. "El Acorazado Potemkin" empieza en dicho escenario aunque la historia se dividirá en cinco "episodios", cada uno como perfecta muestra de las teorías del montaje de las imágenes que desarrolló el cineasta; una primera media hora tiene lugar en el Potemkin, donde por medio de una sucesión de secuencias en espacios cerrados se nos consigue asfixiar del mismo modo que a los pobres marineros que allí se pudren en su propio sudor y mugre. Dos actos: los hombres descubren las carnes, colmadas de larvas, con que sus tiránicos oficiales les quieren alimentar; puños apretados, miradas de rabia en primer plano aseguran un estallido de emociones.
Eisenstein escindirá entonces dos instantes de gran intensidad, "in crescendo", con una pausa necesaria, la transición, y se obtendrán dos situaciones de igual esquema; y se crea una unidad orgánica, donde el montaje y el ritmo proporciona algo más en el espectador que una simple sucesión de imágenes (en este siglo XXI nuestro cerebro asimila sin problemas toda esta información, en aquellos tiempos era objeto de análisis y sorpresa). El director consigue a lo largo de dicho tramo un ritmo visceral, de dureza, violencia y tensión como nunca antes se había hecho.

El fin último es la evolución y revolución de los hombres humildes, que soportando sus heridas se levantan, se revelan contra los oficiales, en este caso comandado por el fiero Vakulinchuk, que será el héroe absoluto de esta parte pese a que siempre es la masa, la fuerza colectiva, la protagonista para Eisenstein, pero la sublevación de los trabajadores y gente de bajo estrato, como la Historia siempre demostró, sólo puede finalizar en tragedia (tanto más teniendo en cuenta que ese fue el destino que aguardó al Potemkin en la realidad).
El 3.er y 4.º acto tienen lugar en la ciudad de Odessa una vez llega el barco al puerto. "Por una cucharada de borscht" reza sobre el cuerpo de Vakulinchuk, y Eisenstein, que conoce las emociones, las expresiones y las reacciones, brinda al espectador una serie de primeros planos sobre los pobres ciudadanos (pocas veces en el cine el dolor ha tenido un rostro tan natural y humano, dado esto por el hecho de que no hay actores profesionales en el film sino gente de a pie, para que el alcance resulte veraz, directo a las entrañas). Atmósfera de desgarradora amargura que así da paso a una de las más recordadas secuencias no sólo de la obra del director, sino del cine universal.

La ideología sobre la masa como protagonista y las teorías del montaje cristalizan de mejor manera durante el frenesí de la (ficticia) matanza sobre las escalinatas de la ciudad. Una fila de cosacos avanza incesante, como una maquinaria enemiga impersonal; mientras, se detiene unos segundos la cámara para radiografiar la desgracia de forma individual, la composición orgánica y el encadenamiento secuencial de cada caída, grito, disparo y explosión de sangre eleva lo que es un triunfo del ritmo, el montaje y la dirección de actores al horror en estado puro. Si quería el ruso reflejar la injusticia y brutalidad de la guerra y los gobiernos de represión este es el mejor ejemplo.
Recordemos ese carrichoche precipitándose al vacío, ese niño pisoteado sobre las escaleras, esos individuos expectantes a la fatalidad con el rostro desencajado; Griffith, DeMille o Pastrone lo podrían haber intentado y quizás no habrían rozado el genio de Eisenstein a la hora de plasmar la barbarie, la ausencia de humanidad, de forma tan estudiada y técnica. También ha sido uno de los momentos más imitados de la Historia del cine, aunque no sólo aquí ni en las atmósferas de constante desasosiego díficiles de igualar dentro del Potemkin brillan las virtudes del film. Todo en él sucumbe al análisis profundo y a la admiración.

Pero al constar de caracterizaciones simples, su mensaje queda claramente propagandístico, el de la verdad y el realismo a través del sentimiento de revolución bolchevique, como bien temió Goebbles una vez lo vio, el cual, por cierto, no llegó a atraer a ingentes cantidades de público como deseó el director, si bien gozó de una buena (aunque accidentada por su discurso) distribución internacional.
Eisenstein fue aplaudido y considerado como un maestro del medio, lo que le ayudó a concebir la aún más grande y ambiciosa "Octubre", conmemorando el 10.º aniversario de la Revolución de 1.917. Pero imposible es hablar hoy de gran cine clásico y no recordar esta joya imperecedera.
Chris Jiménez
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