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Voto de Chris Jiménez:
8
Drama. Romance En el Tokio de 1885, Kikunosuke Onoue, hijo de un prestigioso actor, descubre desolado que es aplaudido únicamente por ser el heredero de su padre y que, en realidad, el público se mofa de sus interpretaciones. La única persona que se atreve a ser sincera con él es Otoku, la niñera de los hijos de su hermano. Pero precisamente por ello es despedida, y a Kikunosuke le prohiben verla por temor a los rumores que se desatarían por su ... [+]
11 de marzo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Itinerancia, desilusión y vergüenza, los principales escollos en el camino del actor, sobre todo cuando el reconocimiento y la fama escapan de él, sobre todo cuando se le impone una de las más crueles normas de dicho mundo:
"De nada sirve el talento si no va a acompañado del prestigio de un nombre que le respalde"...

La historia de un actor cuya existencia estuvo marcada por este estigma, a todas luces imposible de deshacerse de él; Onoe Kikunosuke existió realmente y perteneció a uno de esos linajes legendarios del teatro kabuki, adoptado en la familia y siguiendo la tradición, y su historia sería trasladada de un modo en parte ficticio a versión literaria por el autor Yoshikazu Moramatsu, conocido por sus cuidadas novelas históricas y su espíritu rebelde tras sus frecuentes estancias en China, donde compartió los ideales de intelectuales extranjeros y se empapó de la cultura moderna occidental.
La obra, "Zangiku Monogatari", se publica en 1.936 y resulta todo un éxito, incluso será muy adaptada al cine, radio y televisión con el paso del tiempo; el primero en el medio cinematográfico que se ocupa de ello es Kenji Mizoguchi, quien en ese momento vive una etapa agitada y no poco frustrante debido a los encargos de orden propagandístico que se ve obligado a realizar. Al no desear reincidir en este tipo de cine, como todos sus colegas de profesión, decide regresar a Kyoto para trabajar en Shochiku, tentado por la oferta del productor Shintaro Shirai, lo cual aprovechará dado su creciente notoriedad y exige una libertad artística total.

Debido a su amistad con artistas progresistas teme padecer su misma suerte (acabar en prisión o ser enviado a primera línea del frente), así que se orienta a dirigir historias sobre el teatro, lo cual no sorprende vista su pasión por todas las formas de espectáculo y su decisión de insertar representaciones de obras en sus películas o evocar la existencia de los actores; en su caso el teatro siempre está presente en su cine, sin embargo el relato de Moramatsu le hace declinar sus temas recurrentes, pues, ambientado en el último periodo de la era Meiji, será uno de sus pocos trabajos que sigue por entero el destino de un hombre.
Aquí, Onoe se presenta como un actor mediocre que vive dominado por la personalidad de su padrastro, maestro del kabuki, y pronto nos damos cuenta de que esto es un reflejo del mismo negocio del teatro, dominado por una arrollador y estricto orden patriarcal; sin embargo para el joven todo son falsos halagos debido a que pertenece a la familia noble de Matsusuke. Para vencer la parte opresiva del padre deberá enfrentarse a él (gesto muy audaz el de Mizoguchi, ya que tal rebelión y rechazo de la tradición podría ser interpretado en el Japón de aquellos '30 como una acción contestataria contra la patria y el emperador...).

Y más aún teniendo en cuenta su brutal visión sobre la lucha de clases sociales; en efecto, Onoe, al haber encontrado en la dulce criada Otoku a la única persona capaz de expresar sus sentimientos y opiniones con plena sinceridad, opta por dejar el asfixiante seno paterno y fugarse con ella. De este modo la estructura de la trama podría dividirse según los saltos temporales que presenta, a modo de episodios, para mostrar la evolución del protagonista en su largo peregrinaje con el objetivo de mejorar como actor sin tener que hallarse bajo la sombra de su padrastro.
Pero aquí se evidencia lo que llevó a Mizoguchi a aceptar esta historia: Onoe no puede ser un individuo viril y dominante, pues su sensibilidad artística y humana lo feminiza, sin duda la razón por la cual este cineasta de la mujer es capaz de volcarse en él con total indulgencia; esto se lleva hasta tal punto que al joven no le queda más remedio que interpretar papeles femeninos en el escenario para cristalizar sus dones y su naturaleza, descansado parte del drama en una dualidad de identidades. El papel de la mujer, por otra parte, vuelve a tomar una gran importancia, con Otoku prefiriendo sacrificar su felicidad a ver cómo su amado destroza su vida tras oponerse a los mandatos del padre.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

En este sentido bien merecen ser alabados el diseño de producción de Hiroshi Mizutani, los preciosos decorados de Jotaro Kikukawa y Dai Arakawa y la fotografía áspera a la vez que sensiblemente vaporosa de Yozo Fuji y Minoru Miki (la cual logra captar el dramatismo en la naturaleza exterior como en la profundidad de los decorados interiores).
Mizoguchi puede sentirse orgulloso de su obra, aplaudida por la crítica y que gusta al público, donde empieza a exponer la gran belleza formal y la gravedad discursiva que distinguirán a todas las películas que están por venir. De ellas la más cercana será su versión (también sujeta a los patrones del kabuki) de la tan adaptada gesta histórica de los cuarenta y siete samuraís, "Genroku Chushingura".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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