Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
5
Comedia Clint trabaja en una gasolinera y tiene un irresistible atractivo para las mujeres. Está casado con la explosiva y celosa SuperAngel, con la que mantiene continuas discusiones y peleas. Tras el asesinato de Superángel, todas las sospechas recaen sobre él. Emprenderá entonces una loca huida por el desierto americano, durante la que se verá acosado por numerosas jóvenes deseosas de hacerle gozar de sus encantos. Un film de culto en el que ... [+]
13 de junio de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las pussycats, los motorpsychos, los policías corruptos, los lovers-weepers, las serpientes, la dinamita, la tierra ardiente y sobre todo las dolls y vixens más cachondas regresan al desierto desencajado y plenamente norteamericano de nuestro provocador favorito, en tal vez su mayor aventura...

Desde luego le hacía mucha falta. Russ Meyer evidenció de qué manera tan terrible había perdido el Norte (y todos los puntos cardinales de su cordura) al entregar la más extraña y declarada peor película de su carrera, odiada incluso por sus fans acérrimos, esa especie de sádica y sucia fábula sobre la esclavitud llamada "Black Snake", responsable además de marcar el final de su matrimonio con Edy Williams, quien nunca comprendió por qué no fue elegida para protagonizar el film en lugar de aquella actriz de físico delgado y rostro raro (Anouska Hempel). Razón no le faltó a la mujer.
Mientras se tomaba un tiempo para pensar hacia adónde quería dirigirse, después de unas experiencias tan convulsas, las leyes se endurecían en contra de la pornografía, que estaba ganando terreno sobre el "sexploitation", pero él no estaba por la labor de introducirse en ese negocio (principalmente controlado por la mafia). Lo único que le queda, piensa, es volver a sus raíces, a los desiertos solitarios llenos de cactus, sangre, huellas de neumáticos y pechos enormes y muslos cubiertos de sudor aquí y allá; ese era su Valhalla en donde poder practicar su magia, y de donde no debería haberse marchado. "SuperVixens" es por tanto la lluvia tras la sequía, el regalo perfecto, o más bien el acto milagroso, para sus fans y para sí mismo.

Para él tal vez adquiere el significado de reconciliación con su propio cine, pues de todo hay y nada falta. Ya tenemos una gasolinera al borde de la carretera, un desierto inmenso, el de Arizona, marchas nazis, ¿y por qué?, porque Henry Rowland vuelve de sr. Bormann como dueño de dicha estación de servicio, y los primeros pechos que rebotan en pantalla son los de Christy Hartburg, tan generosos como el protagonista, Clint, un buenazo idiota alrededor del cual revolotearán féminas salidas de la costilla de la Vixen de Donna Graff. La maldad de todas fluye a través de una némesis, Angel, zorra agresiva y malhablada, heredera orgullosa de la Varla de Tura Satana.
Imponente Shari Eubank, protagoniza dos momentos a tener en cuenta: la pelea con Clint en el jardín y el posterior arresto de éste (que presagia la posición del hombre en la sociedad actual cuando la palabra de la mujer tiene más valor que cualquier hecho real) y su muerte causada por ese policía miserable al que Charles Napier se trae de "Cherry, Harry & Raquel" (de los momentos más salvajemente repugnantes de la Historia del cine, y que haría las delicias de Tobe Hooper, H.G. Lewis o John Waters), suficiente para confirmar el nivel de delirio sádico e histriónico al cual nos quiere lanzar el director, completamente desatado.

Ahora éste se centra en la huida de la cabaña conyugal, quemada, no tanto una cacería como la de "Cherry" sino un exilio voluntario para intentar llegar a un lugar mejor, sin saber Clint que primero debe cruzar los reinos infernales de Meyer. No importa si la falta de coherencia campa a sus anchas como lo hace el puñado de individuas superdotadas (no en inteligencia) por esos reinos a recorrer, desde páramos de matorrales secos a moteles de mala muerte o carreteras interminables; las mujeres, cual Vixen, se hacen con el control del espacio-tiempo con sus voluminosos cuerpos y actitud desinhibida.
Oda al poder femenino, que actúa de maestro de ceremonias de las correrías de Clint, quien va de ubicación en ubicación en una marcha episódica cruzándose en el camino de una mujer más sensual y peligrosa que la anterior. Así discurre la historia, perdida entre sexo y deseo sin control; por otra parte el lado masculino acusa un alto grado de debilidad o ruindad, ya sean padres ultraconservadores o maridos que inconscientemente venden a sus esposas como carne de mercadillo, quienes se entregan sin reparos a la infidelidad. Pero lo más interesante del discurso de Meyer es que absolutamente todos, sin importar el género, pagan por sus pecados y maldades en un ajuste de cuentas divino.

Éste encuentra su mejor momento cuando, traspasando la fantasía, Angel se reencarna, como si su espíritu quisiera redimirse de sus fechorías pasadas, en Vixen, la dulce empleada de otra estación de servicio; giro más imposible e impredecible que todo lo anterior y que devuelve un poco a la película a sus cauces tras divagar sin rumbo fijo. En esta vuelta al principio, en lo que se supone el reverso idílico del infierno vivido con Angel, la presencia de Harry cobra mayor sentido aunque se haya mantenido fuera de la historia por tanto tiempo.
Cual demonio encarnado parece haber seguido en todo momento los pasos de Clint, y la lucha entre ellos por la chica lleva la trama a las altísimas cotas de ultraviolencia que cabría esperar del de California, de nuevo demostrando una habilidad única para el ritmo y el entretenimiento con unos pocos actores y un único escenario. Recuerdos del pendenciero líder de la pandilla de "Motor Psycho" luchando a tiro limpio contra Alex Rocco, de Harry persiguiendo al indio traficante en "Cherry" o de Varla enfrentada a todos, "SuperVixens" posee el clásico clímax "meyeriano" en paisajes rocosos impregnado de calor sofocante, polvo y sudor, de algún modo llevando la acción a la grotesca y surrealista imaginería del cómic.

Sacudida despiadada en este periplo psicotrópico, de diálogos descerebrados y visualmente experimental donde acabamos tan mareados como la pareja protagonista, a viva voz declarando la fuerza del amor sobre la violencia que no han dejado de ejercer desde el principio unos personajes del todo míseros, sucios y repulsivos.
Y a Meyer le reventaron los bolsillos; sabía que este era su estilo, su cine, su mundo, y que ya no tenía razón para dejarlo jamás...
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow