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Voto de Chris Jiménez:
6
Drama Las hermanas Omocha y Umekichi son dos geishas que viven en el barrio de Gion, en Kioto. Encarnan dos polos opuestos de la mujer japonesa: mientras Omocha es una chica moderna, Umekichi sigue siendo una tradicional mujer japonesa. Este contraste se agudiza cuando el negocio del mercader Furusawa, su protector y cliente habitual, quiebra. (FILMAFFINITY)
29 de noviembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1.936, con 38 años de edad y dedicado durante más de una década al oficio de cineasta, Kenji Mizoguchi se encuentra artísticamente en un callejón sin salida y sin poder abordar los temas que le obsesionan por culpa de la situación política de su país...

Tras abandonar la Nikkatsu y asociarse con el productor Masaichi Nagata en una nueva compañía, la Daiichi Eiga, aprovecha su independencia para ambientar sus films en la época contemporánea y abandonar las historias de la era Meiji a las que tanto se aficionó y el naturalismo para alcanzar un realismo más duro, que ante todo pretende mostrar la verdad interior de los personajes a la manera de la Nueva Objetividad alemana, mientras experimenta en el cine sonoro. Con "Elegía de Naniwa" por fin consigue tratar aquello que siempre deseó y que se convertirá progresivamente en seña de identidad de su obra.
Y no sería otra cosa salvo la expresión de una mirada lúcida y desesperada sobre la alienación de las mujeres, lo que remite a sus traumas más profundos y personales (tanto más cuanto que de pequeño tuvo que asistir a la venta de su hermana Suzu como geisha a causa de la situación de pobreza que atravesaba su familia). Su deseo de continuar por esta senda reivindicativa le lleva a preparar, junto al guionista Yoshikata Yoda, con quien colaborará en innumerables ocasiones, un drama similar con influencias de una de las más famosas novelas del autor ruso Aleksandr Kuprin: "Yama". Para ello Mizoguchi vuelve a centrar la acción dramática en Gion, barrio rojo de Kyoto que tantas y tantas veces frecuentó en su juventud.

El discurso que será el tema central de esta historia no tarda en aparecer proferido por la protagonista de la misma. Una joven geisha llamada Omocha lanza su desprecio contra todos los hombres acusándolos de ser los responsables directos de la miseria de las mujeres, subyugadas a su control (el ejercido por el patrón o el esposo), tratadas como objetos y, sobre todo, atadas por el dinero, objeto de opresión (idea reforzada en esa apertura donde se anuncia la compra-venta de mercancía como principal motor de las relaciones humanas). Sin embargo, su opinión choca con la de su hermana Umekichi.
De este modo el director, como hará en el futuro, enfrenta a través de ellas las dos posturas en la sociedad del momento: la tradicional sumisión y el gusto por salvar las apariencias quedará representado en Umekichi, obediente, resignada a las decisiones y deseos de otros, mientras que Omocha es la rebelde moderna que se niega a arrodillarse ante los caprichos de los hombres, a quienes considera apropiado castigar por la denigrante profesión que ejerce, y cuyas ambiciones lleva a cabo por medio del engaño y la manipulación.

Las múltiples intrigas del argumento estarán protagonizadas por cuatro personajes masculinos (Furusawa, Jurakudo, Kimura y su maestro Kudo) pivotando alrededor de la figura femenina central que es Omocha, quien, harta de la precaria situación que han de soportar ella y su hermana, se propone atrapar a todos en un perverso juego de mentiras y traiciones. Sin otro objetivo que aprovecharse de la debilidad de los hombres, quienes serán reflejados por el cineasta de manera implacable, a veces como patéticos borrachos fáciles de embaucar por la belleza del sexo opuesto, otras como pusilánimes crueles e infieles que operan por mero interés.
Mizoguchi no da ninguna tregua ni se permitirá excepciones con ellos, y su guionista Yoda da buena cuenta de estas intenciones recordando sus palabras: "Descríbeme tipos egoístas, tacaños y despiadados; en este mundo sólo hay hombres aborrecibles". Frente a éstos se defiende el cinismo lúcido de Omocha, quien, cual "femme fatale" del cine negro, se convierte en instigadora de las tensiones y los celos que irán surgiendo entre los personajes, y mientras la trama avanza con sus imprevistos, más peligroso se adivina el resultado de las artimañas de la mujer, las cuales terminan por volverse en su contra desatándose una irrefrenable espiral de violencia y confusión.

Este trágico resultado, a todas luces previsible, traerá a colación la indiscutible verdad de que los hombres son los absolutos culpables de la infelicidad de las mujeres, mostrada durante toda la película. Omocha, aun habiendo sido atacada y humillada, continuará negando su condición de objeto (algo tratado con ácida ironía, pues su nombre significa "juguete"); entre tanto, lejos de las concesiones del melodrama naturalista, Mizoguchi capta la realidad reparando en lo atroz, lo vulgar y lo sórdido, sirviéndose sobre todo de largos planos sostenidos para acrecentar la sensación de incomodidad en el espectador, al que le permite observar pero rara vez involucrarse (la escena de la pelea entre Kudo y su esposa, cuando Omocha miente a su hermana acerca de Furusawa).
No obstante, el maestro debe depurar su estilo, todavía demasiado crudo y brutal. Minoru Miki hace el resto con su fotografía, que cubre el escenario, el exterior y el interior, de un negro profundo que poco a poco se come casi todo el espacio de los planos y la mitad de los rostros de los protagonistas, a quienes se aisla en una oscuridad permanente donde la escapatoria es del todo imposible; entre éstos cabe mencionarse las interpretaciones de Benkei Shiganoya y Fumio Okura, aunque la que por supuesto acapara toda la atención es esa Isuzu Yamada (cuyo personaje está inspirado en una prostituta real) tan carismática como detestable (su odio misándrico, con el que en absoluto simpatizo, llega a resultar de lo más tedioso y molesto).

Aun aplaudidas por la crítica, "Elegía de Naniwa" y "Las Hermanas de Gion" fueron grandes fracasos de taquilla, tanto que llevarían a la Daiichi Eiga a la bancarrota, pero no para Mizoguchi, quien las consideró sus primeras obras auténticas, con las que por fin pudo poner de manifiesto un discurso que durante tanto tiempo estaba deseando expresar...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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