Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
5
Comedia. Romance Allen (Woody Allen), un artista neoyorkino que no consigue alcanzar el éxito, tiene un protegido, Jerry Falk (Jason Biggs), que aspira a ser escritor y que vive permanentemente atormentado. Su representante (Danny DeVito), que no tiene más cliente que él, no le hace ni caso. Jerry se enamora perdidamente de Amanda (Christina Ricci), una joven emancipada e imprevisible que sólo le causa quebraderos de cabeza. (FILMAFFINITY)
11 de abril de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
Ahí está el pobre Jerry, subido en un taxi, de camino hacia una nueva vida abandonando la inmensa negrura neoyorkina disfrazada de pintoresquismo realista.
Y la ve a ella, a Amanda, quizás por última vez, gracias a Dios. En su profunda reflexión sobre el ser humano y la vida el taxista que le lleva suelta oportuno "Es como todo lo demás"...

Todas esas preguntas que algunas veces nos hacemos y que llegan a destrozarnos los sesos quedan resumidas en esa frase tan simple. Viene a pronunciarse en la 32.ª película del más famoso cineasta judío que habita en New York, la penúltima realizada durante lo que podríamos llamar ese "periodo de transición" que sirvió de puente entre la amargura previa a "Misterioso Asesinato en Manhattan" y la renovación que supuso "Match Point", un periodo que se divisa al mismo tiempo cómico y nostálgico, y plagado de irregularidad, le pese a quien le pese.
Nos regalará "Un Final "Made in Hollywood" ", la cual un servidor considera su mejor obra de esta etapa (en su mitad post-nuevo milenio); un artista de su talla pudo mantenerse al mismo nivel pero en lugar de eso descendió treinta peldaños en su siguiente "Todo lo Demás", donde vuelve a hacerse con un reparto lleno de caras jóvenes conocidas, como las de Christina Ricci, Jimmy Fallon, Erica Leerhsen y el magnificado por los adolescentes gracias a "American Pie" Jason Biggs (quien desgraciadamente nunca será recordado por nada más...).

Para construir su personaje y esta historia, Allen se vuelve a inspirar en sus días de cómico hambriento de éxito y con no mucha sabiduría sobre el mundo, pero también, como viene haciendo de un tiempo a esta parte, recicla todo lo usado en su obra y lo moldea sobre un entorno más actual, quizás creyendo que con eso nos puede engañar; no en lo que a mí respecta a estas alturas (con ésta van veintiocho películas suyas que pasan ante mis ojos). Ahora el actor/director decide apartarse un poco y dejar el protagonismo a Jerry, un guionista cómico cuya vida privada es de todo menos tranquila.
Y mientras el anterior, como David, interpreta a su consejero espiritual en el desierto existencial que es la vida, Biggs sólo se convierte en su versión más joven, la de un Alvy Singer que ha perdido por el camino su carisma y perspicacia hasta llegar debilitado y empachoso al siglo XXI. Jerry, cual Job, soporta las desgracias que le envía un dios cruel, nada compasivo; misántropo, cobarde, flemático, se halla en el centro de un cosmos que le ahoga, formado por seres detestables y oportunistas, ni más ni menos que los idiotas neoyorkinos pseudointelectuales, pseudograciosos y neurotizados tan del gusto de Allen.

Empezando por Harvey, un remedo patoso, incompetente e hipócrita del entrañable y adorable agente de artistas Danny Rose, aunque el mayor problema es, como siempre, femenino. Jerry, perdido en su insatisfacción y mortificación lancinante, es de repente atrapado en las garras de Amanda, una joven que oculta su condición de perversa "femme fatale" bajo una máscara de paranoia psicosomática y nerviosismo inaguantable que la convierte en la mujer más estomagante, irritante y estrangulable de todas las que ha creado el director, quien ahora, tras su divertido y psicótico David, se libera de todos los tics de sus personajes clásicos y se los pasa al pobre Biggs.
En esta relación mentor-alumno, casi padre-hijo, reposa lo mejor del film, en ese aprendizaje radical sobre las peores angustias, los males más significativos del ser humano y su segregación social (uno de sus temas preferidos, el antisemitismo, regresa con fuerza inusitada). En realidad este David, quien dispara su verborrea ácida e ingeniosa a la velocidad de las balas, podría significar ese pedazo de espíritu que aún se halla en el interior tan demacrado de Jerry y que desesperado lucha por salir, rebelarse, arremeter con todo. Pero en una decisión nada sorprendente de guión, esto no pasa (como le ocurría a Isaac Davis).

Mientras se recuperan los ambientes febriles y conflictivos, los diálogos con el propio espectador y el "jazz" de New Orleans, se mastican y regurgitan ideas, historias, personajes e incluso escenas ya vistas anteriormente, fusilando principalmente los primero preciosos y después terroríficos romances de "Annie Hall" (instantes de la actuación en el bar y la cocaína incluidos), "Manhattan", "Maridos y Mujeres" y "Hannah y sus Hermanas"; el enfrentamiento madre-hija donde la primera fue una famosa artista (ya en "Septiembre"); la amargura del mundo del espectáculo de "Broadway Danny Rose"; el tormento del artista en crisis cuya vida se desgaja en pedazos (mejor tratado en "Desmontando a Harry"). Allen lo salpica todo de frescura juvenil y le quita algo de seriedad, pero nada puede disimulare; él, como Central Park y los restaurantes de barrio de Chinatown, son perennes e inamovibles.
No obstante su personaje es de lejos el mejor, y uno sólo quiere seguir sentado en un banco frente al Reservoir escuchando sus afiladas conclusiones acerca de la gente y el mundo; Biggs hereda la manía y la misantropía de sus antiguos personajes (curiosamente el anterior quiere ir a Los Angeles, su ciudad más vilipendiada), incluso la tartamudez y torpeza. Ricci podría ser un trasunto más desquiciado y desagradable de la Mary Wilke de "Manhattan" (aunque no pasa de ser la versión joven de la Nancy de "Bananas", con todo lo malo que ello conlleva); no debemos olvidar a Danny DeVito, siempre magnífico en el papel que haga, y aquí está genial de Harvey.

Pero tras el insatisfecho visionado prefiero olvidar este irregular pastiche que en su momento dejó fríos a muchos, igual que a la taquilla, y recurrir a los brillantes clásicos; además, la extensa duración del metraje choca con las mal desarrolladas tramas e interacciones, y de repente uno desea haber visto momentos que nunca aparecen (en concreto Allen me debe uno donde Jerry coja el rifle y le pegue un tiro en la cara a Amanda y otro a su madre...).
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow