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Voto de Chris Jiménez:
6
Thriller. Acción. Comedia. Drama Un gángster llamado Perrier quiere vengarse de tres fugitivos, a los que considera responsables de la muerte accidental de uno de sus compinches. (FILMAFFINITY)
6 de noviembre de 2017
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Según dijo un amigo que fue a pasar unas vacaciones en Dublín, este término, tan de jerga irlandesa y tan confuso, se refiere de manera general a las maniobras sucias y reprobables de individuos que sacarán beneficio con ello, si bien se extiende a un contexto histórico más amplio y sobre todo político, donde es aplicado con mucha socarronería.

Serviría de perlas para definir a cada uno de los individuos que pueblan el ecléctico escenario urbano mitad irlandés, mitad británico, en el cual nos sumerge el señor Ian Fitzgibbon, otro de esos que surgieron de las filas de la conocida Generación de Cineastas Irlandeses del Nuevo Siglo (de donde podríamos sacar a Lance Daly, Kirsten Sheridan y los más populares Martin McDonagh y John Crowley), en un momento en que ha ganado cierta repercusión gracias a la hábil comedia negra "A Film with Me in It", todo un orgullo para su productor Alan Moloney.
Éste, con quien ha colaborado desde sus tiempos de realizador televisivo, esperaba de él un gran salto al mundo del cine, y con la confianza del bien recibido debut se pudo invertir más dinero para hacer realidad el libreto del prestigioso dramaturgo y guionista (que ha escrito para la mitad de directores antes mencionados) Mark O'Rowe, pero el coste es menor en Inglaterra y al final se filma más allí que en Dublín, causa de los muchos retrasos sufridos en la producción. Quizás esto es lo que da a "Perrier's Bounty" la sensación de urgencia durante casi toda su primera parte, a pesar de ser presentada bajo un halo de misterio, difuso y a la vez atractivo.

Bajo la voz áspera, cansada y llena de mordacidad que provee Gabriel Byrne nos adentramos en esta Dublín un tanto melancólica, como si fuese a ser testigo de una serie de hechos imposibles de cambiar, y es que hay una cierta atmósfera de insatisfacción pululando por encima de las cabezas de todos los individuos que a su vez pululan por debajo de la ciudad. Uno es Michael con el aspecto de un Cillian Murphy desaliñado y barriobajero, héroe de la aventura urbana que Fitzgibbon prepara en 48 horas y que desde su inicio posee cierto sabor a Guy Ritchie (el escenario es en realidad Londres), Tarantino, pero más aún a McDonagh.
El argumento está sacado de una novela negra de bolsillo y tampoco se puede rascar mucho; en esencia "Perrier's Bounty" nos devuelve a las historias de criminales sin escrúpulos, chicas venidas a menos, perdedores carismáticos y violencia sin edulcorar de toda la vida. No es necesario mencionar un referente/inspiración clásico de esta película porque pueden salir decenas de miles, pero O'Rowe le da ese aire fatalista tan interesante, lo inunda todo de pesimismo, mientras Fitzgibbon lo interpreta a su manera irónica y un tanto alocada para mantenernos enganchados.

Como Michael, tenemos un amplio mosaico de personajes bajo el estigma de la mala suerte, desde la pobre Brenda (una jovencita Jodie Whittaker que enamora a cualquiera) al moribundo padre de Michael (impagable, como siempre, Jim Broadbent), pasando por el gángster local de poca monta "Mutt" o el temible cacique Perrier (Brendan Gleeson, una vez más coincidiendo con Murphy, y sublime esté donde esté), y todos se irán encontrando y separando, y las acciones de unos, como es habitual, tendrán su repercusión en las vidas de otros. De ahí que la culpa y la amargura no les dejen aire para respirar y les mantengan siempre en la incertidumbre.
Sin embargo el gran distintivo de la historia de O'Rowe es la presencia del amor; poco corriente de la "crook story" y el cine de gángsters de antaño al que se homenajea, pero aquí hay amor visceral circulando por todas partes: el de un padre y un hijo (Michael y Jim), el de Michael por Brenda, el de Perrier por sus secuaces, el de los porteros Russ y Jerome hacia sus mascotas (esos bonitos rottweilers), incluso hay amor homosexual entre mafiosos. Lo malo es que el director vicia la atmósfera de cinismo y violencia de tal modo que dicho amor acaba convirtiéndose en tragedia, y volvemos así a la culpa inevitable que arrastra a los personajes a la desolación.

Pero también de un macabro sentido del humor muy basado en la resignación (puede que Jim sienta que se está muriendo, pero lo acepta casi con entusiasmo; Brenda llora destrozada y Michael no tiene otra cosa para darle que un pañuelo, al final ríe, aceptando lo que tiene). Este humor termina de dar un toque de ligereza al conjunto y caricaturiza tanto fatalismo, no de una forma tan hábil a como hicieron los Coen en "Fargo", Gary Fleder en "Cosas que Hacer en Denver cuando estás Muerto" o McDonagh en "Escondidos en Brujas", pero podría acercarse esta visión.
Quizás por culpa de dicha ligereza impuesta, totalmente "ritchiana", algunas vueltas de tuerca resultan una sorpresa decepcionante, ya que hasta entonces se apreciaba cierto nivel de ingenio, en especial durante los últimos cuartos de metraje (de haberse dado la muerte de Michael, tal y como la tenía planeada el terrible Perrier, nos habríamos quedado catatónicos...en lugar de eso Fitzgibbon lo despacha del modo más torpe y previsible, y lo peor de todo: dejando que la justicia equilibre la balanza al más puro estilo americano).

Estos fallos (y otro a nombrar es no desarrollar la subtrama del asunto del robo y chantaje de "Mutt") dejan el film cojo, en poco más que un interesante entretenimiento, pero entretenimiento al fin y al cabo, y recuperación divertida, bruta, directa, lúgubre y trepidante del mejor "western" gangsteril, que tampoco es algo desdeñable para los que somos fans del género, ya que hemos de irnos siempre a épocas clásicas por no encontrar nada decente en el cine contemporáneo...
Chris Jiménez
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