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Voto de Chris Jiménez:
3
Terror. Intriga La joven poetisa Rose Elliot adquiere un antiguo diario escrito en latín. En él descubre la existencia de las Tres Madres del Mal y empieza a creer que en su apartamento habita una de ellas. Llena de temor, busca la ayuda de su hermano Mark. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2018
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Entre las grietas de la noche se cuelan espectros que trastocan nuestra realidad hasta lanzarla al más horroroso de los reversos. Noche perpetua de susurros, confusión, fuego purificador, muerte encarnada.
Es inevitable perderse por los pasadizos del Inferno que nos abre la Mater Tenebrarum...

Por ahí, efectivamente, debió perderse Dario Argento, y en algún recoveco fue atrapado por sus garras y marcado por su fatal hechizo; cuando regresó lo hizo con un cuarto de masa cerebral menos, disuelta en las lánguidas manos de la Mater. Maldito viaje el del italiano, que impulsado por el tremendo éxito de "Suspiria" (a nivel personal, pues llegó al techo de su creatividad artística, y comercial, batiendo récords en Italia y asimismo en el resto del Mundo) decidió continuar con la temática en ella presentada. No recibió Daria Nicolodi el crédito por su labor de concepción, y ahora tampoco...
Mientras, cuando recibe un presupuesto millonario de la Fox, el director parece sumergirse en las ideas de Thomas Penson de Quincey esparcidas a lo largo de su "Suspiria de Profundis". Nunca se empeñaría tanto éste en perderse por los abismos de lo imposible a la hora de plantear una historia, que sin embargo empieza exponiendo todo la información posible hasta quedar el continente argumental vacío; por lo menos ya conocemos el libro de la leyenda, "Las Tres Madres", y la evocación de Varelli de sus misterios, nada ficticios. Se habla de una concepción de tres damas, y la primera, la Mater Suspiriorum, fue la que ya conocimos en la aventura de Suzy.

El mito se destapa ante nosotros y otra joven, Rose, con Irene Miracle en el lugar de la previa Jessica Harper...hasta aquí hay una premisa, un enigma de tres llaves como intriga a desvelar y un villano, odioso como pocos: el anticuario que le ha vendido el libro. Pero cuando se aventura al sótano de su edificio las reglas de la lógica empiezan a torcerse; el motivo: una escena impactante sucede a causa de un accidente que nada tiene que ver con la trama. Maniobra de fatalidad incomprensible: las llaves se le resbalan al interior de un pozo subterráneo inundado. En esta agobiante secuencia suspendida en el tiempo y el espacio pareciera que la chica cruzara a otra realidad, y de hecho se trae a los muertos con ella.
Argento también ha cruzado, y nosotros, por desgracia. A partir de aquí iniciamos un viaje a lo desconocido, sin duda influenciado por la prosa de De Quincey, su desorientación, malestar, ambientes de pesadilla, toman forma en pantalla gracias a una labor técnica y artística impecable; no en vano, ayudando al director, se encontraba su mentor, el legendario Mario Bava, junto a su hijo Lamberto...y en el sentido más amplio, ya que él sufrió un rodaje terrible por culpa de su hepatitis y otros problemas de producción, y eso explica también la descuidada narrativa del film (que no la hay).

Cuando nos separamos de Rose en una abrupta elipsis vamos junto a su hermano Mark, estudiante de música en Italia, y el encadenamiento de situaciones no atiende a ningún orden convencional; una bella mujer y su gato se personan en la clase, se desvanecen y nunca los volveremos a ver (esto sucederá bastante). La alquimia hace de las suyas, embruja a los diversos individuos y les vuelve subnormales. Una compañera de Mark se apropia de la carta que Rose le envía y, como bajo el efecto de la "maldición Tenebrarum", se aventura a hacerse con el libro de Varelli. ¿Por qué querría hacer eso?, ¿y por qué lucha el guión por presentarnos a más personajes y luego deshacerse de ellos de manera abominable?
Quizás la lógica de "Suspiria" atendiera a la del horror onírico, pero Suzy era la conexión que lo sostenía todo, por el contrario aquí el protagonismo se va pasando de mano en mano cual balón de baloncesto, rebota y vuelve al mismo sitio. Si en sus paranoias Lynch propone símbolos abiertos a toda interpretación, Argento marea con sus insulsas trampas argumentales, porque nos pretende vender la ilusión de que tanto la compañera de Mark como el hombre con el que se cruza en el ascensor, la vecina drogadicta de Rose, el anticuario o la dueña del edificio (de nuevo Alida Valli) tienen cierto peso en la historia...

Pero sus apariciones y actos carecen de sentido alguno (hay un mayordomo que, junto a la dueña, conspira contra la condesa de Nicolodi, ¡¿y para qué?!). Esta maraña de personajes y sus misterios (el agujero en la pared, ¿a qué viene eso?) son tan gratuitos como las catárticas secuencias de terror que estructuran la trama (aparece un personaje supuestamente clave, sucede un accidente y se lo cargan, y vuelve a aparecer otro, y así una y otra vez...) y donde se juega con la composición de las luces, las sombras, los colores y los ángulos hasta provocar el orgasmo retiniano al espectador.
Sumergidos en esta atmósfera de pura abstracción (realzada por la música rimbombante y más sofisticada del artista Keith Emerson en contraposición a la estridencia "rockera" de los GOBLIN) sólo resta dejarnos llevar por la quimera de lo inimaginable hacia un clímax, eso sí, más intenso y elaborado que el de "Suspira", aunque los pasos que lleven hasta él no tengan ni pies ni cabeza. Leigh McCloskey demuestra estar tan perdido como su álter-ego, y es que la imaginería no lo es todo en esta ocasión; esto es un desastre, el guión más caótico que haya escrito Argento desde "Cuatro Moscas sobre Terciopelo Gris".

Y los momentos de horror y suspense que involucran animales (gatos en especial) son de los más infames que un servidor haya visto en pantalla, revelando el italiano su gusto por el maltrato y el abuso, que Nicolodi padeció en sus propias carnes durante el rodaje.
Tal vez esa fue la razón de que Fox, en un giro inesperado, rechazara estrenar la película en cines hasta mucho más tarde. Ni la crítica ni la taquilla acompañaron esta vez, y un servidor se alegra. La ambición pasó factura al director y no se volvería a hablar de las Tres Madres hasta dentro de muchos años...
Chris Jiménez
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