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Voto de Chris Jiménez:
6
Terror. Drama. Thriller Bill y Janet Templeton tienen una hija de once años llamada Ivy que sufre terribles pesadillas. Elliot Hoover (A. Hopkins) trata, en vano, de convencerlos de que el alma de su hija Audrey Rose, muerta con su madre en un accidente de tráfico, se ha adueñado de Ivy. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2024
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"El mundo astral contiene muchos planos, niveles y esferas que reciben a las almas que abandonan los cuerpos al morir...". En algún rincon de alguna realidad desconocida aguardaba el espíritu de Audrey, deseando vivir de nuevo. Por desgracia otra niña nació en el momento menos adecuado.

Tanto por su forma de narrar, clara y bien estructurada, como por su algo gélido estilo, Frank DeFelitta creó con "Audrey Rose" (o "El Cristal Ardiente" en las versiones en castellano) una curiosa pieza del género de suspense y terror psicológico de los años '70. El sorprender a su hijo pequeño tocando el piano o pintando de un modo realmente inusual para su edad, y tras revelar un médium la posibilidad de permanecer en él recuerdos de una vida anterior (a lo mejor el niño era superdotado y ya está...), empezó a imaginar una historia cuyo tema principal era la reencarnación, idea que expone en su libro con gran fascinación.
Y él escribiría la adaptación, que acabó llamando la atención de Robert Wise debido a su interés en los fenómenos sobrenaturales; de todos modos en aquellos finales de los '70, con la fuerte presencia que tuvieron otros personajes infantiles/adolescentes en el cine de terror (Damien y su "yo" demoníaco, Regan y sus exorcismos, Carrie y su furia telequinética), ¿habría sitio para Audrey Rose? Al menos el director logra absorbernos desde el primer minuto en esta historia, iniciada igual que "Al Final de la Escalera" unos años después: con el terrible accidente de coche que le cuesta la vida a Audrey y su madre...

La trama tiene dos partes, bien distintas, a su vez también la 1.ª, y este prólogo no se aleja mucho del de "El Exorcista", pero cambiando el hogar roto de Regan por una familia, los Templeton, muy unida; en su guión DeFelitta abandona un poco la descripción de las costumbres modernas a las que quieren adaptarse Bill y Janice y se centra en la atmósfera de misterio que nace de la aparición de un individuo inquietante siempre al acecho de Ivy, la hija de éstos. Es un tiempo que Wise dilata como se dilataba en las páginas, para que sintamos esa atmósfera de opresión constante sobre los protagonistas.
Y que dicho individuo, Hoover, se exponga ante ellos, no elimina la extraña sensación, reforzada por el horror que se le echa encima a Ivy en forma de violentas pesadillas, y mientras la jovencita Susan Swift se mete de maravilla en su sufrido personaje, Anthony Hopkins, con su manera de hablar, de moverse y sobre todo de mirar, consigue que creas en el suyo al instante, en este padre que perdió a su esposa e hija y que, por una serie de hechos sorprendentes, está convencido de que la última se ha reencarnado en Ivy. Al igual que la presencia de la niñera en "La Profecía", que pese a proteger a Damien suponía un peligro para su familia, Hoover será considerado una amenaza por los Templeton.

DeFelitta no sólo usa el pánico hacia un ser desconocido que pareciera desear romper la quietud de un hogar, sino hacia unas creencias (la reencarnación) que definitivamente rompen con las costumbres conservadoras. Pero si bien el padre es incapaz de creer en las palabras de Hoover, y ni siquiera se permite a sí mismo buscar otra explicación que la enfermedad mental ante los ataques de histeria de su hija, él al menos sabe defender sus convicciones; la madre, sin embargo, es un personaje aún más extraño que el propio Hoover. Resulta imposible comprender a Janice (cuya Marsha Mason se sentía disgustada por el modo en que estaba descrita) y sus cambios continuos de opinión, de la aceptación de la realidad a la rápida negación...
Pero tras tanta tensión acumulada alrededor de Ivy y de un repentino secuestro que está claro no iba a acabar bien, nos metemos de cabeza en un "thriller" judicial donde se pondrá en discusión la veracidad de la creencia en la reencarnación para determinar quién es el padre de la chica. Este desvío es el mismo que el del libro y tal vez el más raro e inadecuado que se le pudo ocurrir a DeFelitta, porque aparte de plantear nuevos caminos argumentales que no tienen ni pies ni cabeza en la película se evidencia incluso más cómo los personajes pierden su peso y carisma y la trama se desinfla poco a poco.

A las grandes elipsis usadas en el guión que entorpecen el desarrollo de ésta y una tensión que se ha diluido dejando paso sólo a un confuso tedio se suma lo equivocado de quitarle el protagonismo a Hoover y Bill y dárselo a la inútil de Janice y de precipitar la historia hacia terrenos que despojan a la atmósfera de su misterio y horror sobrenatural originales. Todo esto es una jugada terrible, desconcertante. William P. Blatty acertaba al demostrar cómo el inspector Kinderman, voz de la razón y el pensamiento lógico, resultaba poco menos que un absurdo estorbo contra las fuerzas del Mal que acorralaban a Regan.
DeFelitta se empeña en ir al extremo contrario, en querer anteponer la certeza al misterio y la razón a lo que debería permanecer inexplicable, y puede que el director aún tenga tiempo para sorprender con algunas secuencias poderosas como el incidente en el internado o esa sesión de hipnosis donde Swift termina ofreciendo una lección de interpretación magistral que nada tiene que envidiar a Linda Blair o Sissy Spacek, pero eso es lo único que son: secuencias aisladas que poco mejoran a un conjunto echado a perder desde hace tiempo y cuyo remate no será menos satisfactorio (¿en qué demonios se convierte el personaje de Hopkins?, ¿qué quiere demostrar realmente?).

Por todo esto se entiende el fracaso de taquilla de "Audrey Rose" y por qué la Historia la ha acabado enterrando en el olvido mientras otros títulos de similares estilos y propuestas siguen manteniéndose en tan buena forma como en el momento de su estreno...
Chris Jiménez
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