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Voto de Chris Jiménez:
9
8,1
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Ciencia ficción. Terror
De regreso a la Tierra, la nave de carga Nostromo interrumpe su viaje y despierta a sus siete tripulantes. El ordenador central, MADRE, ha detectado la misteriosa transmisión de una forma de vida desconocida, procedente de un planeta cercano aparentemente deshabitado. La nave se dirige entonces al extraño planeta para investigar el origen de la comunicación. (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2017
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Tiene una capa exterior de polisacáridos proteínicos, y la curiosa costumbre de mudar sus células por siliconas polarizadas, lo que le da una gran resistencia en condiciones ambientales adversas.
Es una interesante combinación de elementos que le convierten...en un feroz hijo de puta.
Jamás creí que la definición del terror pudiera poseer una forma tan elaborada y complicada de entender; pues el terror es susceptible de sujetarse a ningún tipo de descripción, mucho menos científica, y eso significaba para mí, en su concepto más puro, el ser que iba surcando los oscuros, silenciosos y herrumbrosos rincones de aquel contenedor espacial llamado Nostromo. Cuando Ronald Shussett y Daniel O'Bannon (un nombre esencial para la fantasía y la ficción moderna) dieron forma a la idea temprana de "Starbeast", la ciencia-ficción espacial con tintes de terror estaba perdiendo atractivo en la década los '70.
Y llega "Star Wars", y derriba todos los muros. Bendita sea, que gracias a su tremendo impacto en el público y los medios fue la puerta para innumerables proyectos que podrían haberse quedado en el escritorio o aterrizando en los de alguna compañía baratera de producciones "low-cost". Así empezó a moldearse esta hoy mítica obra. Lo cierto es que el periplo "cosmowestern" de Lucas fue el trampolín para muchas cosas: ahora los productores iban a arriesgar de verdad en el género y se tomaron un tiempo en considerar lo escrito por Shussett y O'Bannon.
Por otro un diseñador artístico recién iniciado en el cine con el drama de época "Los Duelistas", premiado en Cannes, cambiaría sus miras a trabajos futuros desde la raíz. Benditas coincidencias de la vida. Ni Peter Yates ni Robert Altman habrían sido buenas elecciones para llevar a buen puerto la historia de "Alien"; quizás Donner, Carpenter, Cronenberg o Richard Fleischer...pero los ejecutivos acertaron entregando el libreto a un confuso por ello Ridley Scott. De un presupuesto de serie "B" a uno bastante alto considerando que se trataba de un film de terror y una minuciosidad obsesiva en términos de producción fueron claves para asegurar la libertad creativa al británico.
La labor de Roger Christian a la dirección artística, Derek Vanlint a la fotografía, Nick Allder a los efectos especiales, y la precisión cirujana de Scott para sintetizar esta mezcla de talentos, se puede apreciar desde las primeras secuencias, donde se crean los escenarios perfectos para sumergirnos en lo que debe ser una historia genuina de ciencia-ficción. En la belleza formal de la inmensidad del Espacio, tan vasta y sin embargo asfixiante que ya imaginó Kubrick en "2.001", irrumpe la caterva de sonidos (industriales, graves, ásperos) modelada por Jim Shieds y su equipo, y la banda sonora de Jerry Goldsmith.
Le da a uno la apabullante sensación de que el Espacio es una criatura que respira aun ahogada por la ausencia de oxígeno, del mismo modo que esa Nostromo que se desliza por su oscuridad, un armatoste viviente de respiración también pesada. El director se tomará mucho tiempo en este lugar para que podamos familiarizarnos con su ambiente, enrarecido y opresivo, para ser parte de él al lado de la tripulación de su interior, un grupo lo más lejos posible de la tradición "hawksiana", muy marcado por la insatisfacción, el cinismo y el cansancio, próximo a romperse.
En él destacan un parco oficial científico (Ash), un rudo mecánico (Parker) y una líder (Ripley) que recupera a las duras y sensuales heroínas del "western" clásico; por su parte un John Hurt de aspecto moribundo irá a decir "Me siento como muerto", primera frase que ya revela ese sentido de la ironía tan negro de O'Bannon. Walter Hill aporta su granito de arena al guión y termina de definir la tosquedad basada en Peckinpah de ese "grupo salvaje" del Cosmos. Esta desconfianza que flota por todas partes está muy condicionada a la impotencia humana, la cual se ha plegado a las frías órdenes y control de la tecnología.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
A pesar de no poder presentar el final más brutal y desesperanzador que imaginó el cineasta, esta versión de "Ten Little Indians" en los confines de la Galaxia tuvo el efecto deseado, tanto en EE.UU. como internacionalmente; "Alien" recuperó una manera ya extinta de apreciar el horror dentro de los límites de la ciencia-ficción, y enlazó los miedos metafísicos con los que la dotaría Kubrick y la intención de puro espectáculo de masas que hacía poco explotó "Star Wars".
Al llegar al término de los '70, la película (junto a otras como "Encuentros en la 3.ª Fase", "El Abismo Negro", la nueva versión de "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" o la alemana "In the Dust of the Stars") fue no sólo un puente necesario para la ciencia-ficción entre una década y otra, sino la responsable de abrir la puerta a un nuevo enfoque sobre el género en los años '80 que estaban por venir. Nace así el "space horror" moderno.
Es una interesante combinación de elementos que le convierten...en un feroz hijo de puta.
Jamás creí que la definición del terror pudiera poseer una forma tan elaborada y complicada de entender; pues el terror es susceptible de sujetarse a ningún tipo de descripción, mucho menos científica, y eso significaba para mí, en su concepto más puro, el ser que iba surcando los oscuros, silenciosos y herrumbrosos rincones de aquel contenedor espacial llamado Nostromo. Cuando Ronald Shussett y Daniel O'Bannon (un nombre esencial para la fantasía y la ficción moderna) dieron forma a la idea temprana de "Starbeast", la ciencia-ficción espacial con tintes de terror estaba perdiendo atractivo en la década los '70.
Y llega "Star Wars", y derriba todos los muros. Bendita sea, que gracias a su tremendo impacto en el público y los medios fue la puerta para innumerables proyectos que podrían haberse quedado en el escritorio o aterrizando en los de alguna compañía baratera de producciones "low-cost". Así empezó a moldearse esta hoy mítica obra. Lo cierto es que el periplo "cosmowestern" de Lucas fue el trampolín para muchas cosas: ahora los productores iban a arriesgar de verdad en el género y se tomaron un tiempo en considerar lo escrito por Shussett y O'Bannon.
Por otro un diseñador artístico recién iniciado en el cine con el drama de época "Los Duelistas", premiado en Cannes, cambiaría sus miras a trabajos futuros desde la raíz. Benditas coincidencias de la vida. Ni Peter Yates ni Robert Altman habrían sido buenas elecciones para llevar a buen puerto la historia de "Alien"; quizás Donner, Carpenter, Cronenberg o Richard Fleischer...pero los ejecutivos acertaron entregando el libreto a un confuso por ello Ridley Scott. De un presupuesto de serie "B" a uno bastante alto considerando que se trataba de un film de terror y una minuciosidad obsesiva en términos de producción fueron claves para asegurar la libertad creativa al británico.
La labor de Roger Christian a la dirección artística, Derek Vanlint a la fotografía, Nick Allder a los efectos especiales, y la precisión cirujana de Scott para sintetizar esta mezcla de talentos, se puede apreciar desde las primeras secuencias, donde se crean los escenarios perfectos para sumergirnos en lo que debe ser una historia genuina de ciencia-ficción. En la belleza formal de la inmensidad del Espacio, tan vasta y sin embargo asfixiante que ya imaginó Kubrick en "2.001", irrumpe la caterva de sonidos (industriales, graves, ásperos) modelada por Jim Shieds y su equipo, y la banda sonora de Jerry Goldsmith.
Le da a uno la apabullante sensación de que el Espacio es una criatura que respira aun ahogada por la ausencia de oxígeno, del mismo modo que esa Nostromo que se desliza por su oscuridad, un armatoste viviente de respiración también pesada. El director se tomará mucho tiempo en este lugar para que podamos familiarizarnos con su ambiente, enrarecido y opresivo, para ser parte de él al lado de la tripulación de su interior, un grupo lo más lejos posible de la tradición "hawksiana", muy marcado por la insatisfacción, el cinismo y el cansancio, próximo a romperse.
En él destacan un parco oficial científico (Ash), un rudo mecánico (Parker) y una líder (Ripley) que recupera a las duras y sensuales heroínas del "western" clásico; por su parte un John Hurt de aspecto moribundo irá a decir "Me siento como muerto", primera frase que ya revela ese sentido de la ironía tan negro de O'Bannon. Walter Hill aporta su granito de arena al guión y termina de definir la tosquedad basada en Peckinpah de ese "grupo salvaje" del Cosmos. Esta desconfianza que flota por todas partes está muy condicionada a la impotencia humana, la cual se ha plegado a las frías órdenes y control de la tecnología.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
A pesar de no poder presentar el final más brutal y desesperanzador que imaginó el cineasta, esta versión de "Ten Little Indians" en los confines de la Galaxia tuvo el efecto deseado, tanto en EE.UU. como internacionalmente; "Alien" recuperó una manera ya extinta de apreciar el horror dentro de los límites de la ciencia-ficción, y enlazó los miedos metafísicos con los que la dotaría Kubrick y la intención de puro espectáculo de masas que hacía poco explotó "Star Wars".
Al llegar al término de los '70, la película (junto a otras como "Encuentros en la 3.ª Fase", "El Abismo Negro", la nueva versión de "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" o la alemana "In the Dust of the Stars") fue no sólo un puente necesario para la ciencia-ficción entre una década y otra, sino la responsable de abrir la puerta a un nuevo enfoque sobre el género en los años '80 que estaban por venir. Nace así el "space horror" moderno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Otra vez, como en "2.001", desde dentro de la nave esta inteligencia artificial sin conciencia guía a los tripulantes en su camino. Llega el primer punto culminante de la trama y compendio de las muchas influencias que ofrece la "sci-fi" clásica: se reciben señales extrañas desde un lugar inhóspito (premisa extraída por O'Bannon de "Planeta Prohibido"), y una vez llegamos somos absorbidos.
Absorbidos por la tremenda estilización de los diseños, las atmósferas, en un entorno místico y futurista esencialmente inspirado en el arte de Jean Giraud, no obstante en cada plano está impregnada la esencia de las obras de Harry Harrison y Clifford Symak, y, mientras, un hedor "lovecraftiano" emerge amenazante...
Y lo hace de las formas y trazos de las horribles y grotescamente sexuales creaciones de Hans Giger, que servirán para concebir a la criatura que dé un vuelco a la existencia de los protagonistas; como se venía vaticinando, es Kane (Hurt) quien sufrirá su ataque, un insecto salido del imaginario enfermizo y babeante del autor de Rhode Island, y, como veremos, invasor perfectamente adaptado a la parasitación, con diferentes estados de evolución y disparador de una intriga que estruja nuestros nervios al ser una encarnación del miedo a lo desconocido.
El miedo aquí sale de las tripas. Tras esa secuencia de violencia visceral digna del mismísimo Cronenberg (¿heredada de "Shivers"?), los ya irrespirables espacios de la nave se estrechan aún más, invitando a una cacería/huida tan vieja como el mismo género de terror; un ente orgánico y xenomorfo andando por los pasillos del castillo gótico espacial que es la Nostromo, la penumbra que todo lo cubre, el grupo temblando ante la posibilidad de perder su identidad como seres humanos por culpa de la depredación/parasitación del monstruo, ese temor que ya describió John Campbell en su cuento "Who goes There?" (y que torpemente se convertiría en "El Enigma de otro Mundo").
Pero Scott es lo suficientemente inteligente como para no revelar al "noveno pasajero" (¿es que el gato no cuenta?) más que en los instantes precisos; a su entender, el horror con monstruos del cine clásico perdía credibilidad cuando éstos aparecían en pantalla, que solían ser "tipos en traje de goma". Sí, ahora también, pero él retrasa esa aparición estirando los minutos previos; puro juego "hitchcockiano": cuanto menos tiempo veamos lo que tememos tanto mayor será nuestro temor. Se expresará de mejor manera durante dos secuencia imprescindibles: en la que vemos a Brett buscando por todas las estancias entre vapores al gato perdido y la situada en el último cuarto de metraje, cuando sólo Ripley queda con vida.
Scott se concentra en introducirnos tan concienzudamente en las intensidades y registros sensibles del espacio que llegamos a sentir la respiración del bicho a nuestro lado; la oscuridad de los pasillos, las espirales de tubos y cables, los sonidos, siempre penetrantes, los vapores, que dificultan la visión, un campo de batalla de tecnología desvencijada lleno de obstáculos donde a cada segundo la presencia de la muerte nos acecha en forma de Necronom con lengua retráctil a modo de segunda boca. Que sea la mujer la única superviviente de un grupo en su totalidad masculino refuerza el tema sexual durante su encuentro con el alien, volviendo al origen de las obras de Giger.
Instante catártico de la Historia del cine: Ripley ya puede relajarse en su intimidad, mientras es acechada por el monstruo, cual asesino del "slasher", desde un rincón (...y la imagen de Sigourney Weaver en ropa interior, que se nos ha quedado grabada a todos en la retina). Aun así otro gran misterio, mejor guardado, se revela para exponer la tremenda debilidad del ser humano ante el poder de la máquina.
En esto es crucial la encarnación de Ash por un Ian Holm inquietante, sin desmerecer las interpretaciones del resto de un pequeño reparto solvente, en especial las de Yaphet Kotto, Harry D. Stanton y cómo no John Hurt.
Absorbidos por la tremenda estilización de los diseños, las atmósferas, en un entorno místico y futurista esencialmente inspirado en el arte de Jean Giraud, no obstante en cada plano está impregnada la esencia de las obras de Harry Harrison y Clifford Symak, y, mientras, un hedor "lovecraftiano" emerge amenazante...
Y lo hace de las formas y trazos de las horribles y grotescamente sexuales creaciones de Hans Giger, que servirán para concebir a la criatura que dé un vuelco a la existencia de los protagonistas; como se venía vaticinando, es Kane (Hurt) quien sufrirá su ataque, un insecto salido del imaginario enfermizo y babeante del autor de Rhode Island, y, como veremos, invasor perfectamente adaptado a la parasitación, con diferentes estados de evolución y disparador de una intriga que estruja nuestros nervios al ser una encarnación del miedo a lo desconocido.
El miedo aquí sale de las tripas. Tras esa secuencia de violencia visceral digna del mismísimo Cronenberg (¿heredada de "Shivers"?), los ya irrespirables espacios de la nave se estrechan aún más, invitando a una cacería/huida tan vieja como el mismo género de terror; un ente orgánico y xenomorfo andando por los pasillos del castillo gótico espacial que es la Nostromo, la penumbra que todo lo cubre, el grupo temblando ante la posibilidad de perder su identidad como seres humanos por culpa de la depredación/parasitación del monstruo, ese temor que ya describió John Campbell en su cuento "Who goes There?" (y que torpemente se convertiría en "El Enigma de otro Mundo").
Pero Scott es lo suficientemente inteligente como para no revelar al "noveno pasajero" (¿es que el gato no cuenta?) más que en los instantes precisos; a su entender, el horror con monstruos del cine clásico perdía credibilidad cuando éstos aparecían en pantalla, que solían ser "tipos en traje de goma". Sí, ahora también, pero él retrasa esa aparición estirando los minutos previos; puro juego "hitchcockiano": cuanto menos tiempo veamos lo que tememos tanto mayor será nuestro temor. Se expresará de mejor manera durante dos secuencia imprescindibles: en la que vemos a Brett buscando por todas las estancias entre vapores al gato perdido y la situada en el último cuarto de metraje, cuando sólo Ripley queda con vida.
Scott se concentra en introducirnos tan concienzudamente en las intensidades y registros sensibles del espacio que llegamos a sentir la respiración del bicho a nuestro lado; la oscuridad de los pasillos, las espirales de tubos y cables, los sonidos, siempre penetrantes, los vapores, que dificultan la visión, un campo de batalla de tecnología desvencijada lleno de obstáculos donde a cada segundo la presencia de la muerte nos acecha en forma de Necronom con lengua retráctil a modo de segunda boca. Que sea la mujer la única superviviente de un grupo en su totalidad masculino refuerza el tema sexual durante su encuentro con el alien, volviendo al origen de las obras de Giger.
Instante catártico de la Historia del cine: Ripley ya puede relajarse en su intimidad, mientras es acechada por el monstruo, cual asesino del "slasher", desde un rincón (...y la imagen de Sigourney Weaver en ropa interior, que se nos ha quedado grabada a todos en la retina). Aun así otro gran misterio, mejor guardado, se revela para exponer la tremenda debilidad del ser humano ante el poder de la máquina.
En esto es crucial la encarnación de Ash por un Ian Holm inquietante, sin desmerecer las interpretaciones del resto de un pequeño reparto solvente, en especial las de Yaphet Kotto, Harry D. Stanton y cómo no John Hurt.