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Voto de Chris Jiménez:
8
Acción. Intriga. Thriller Nick Conklin (Michael Douglas) y Charlie Vincent (Andy García) son dos policías de Nueva York a los que asignan la misión de escoltar a un peligroso asesino de la Yakuza desde Estados Unidos hasta Japón. Pero una vez llegan al aeropuerto de Osaka, el detenido se escapa. Intentando atraparlo, van a parar a los bajos fondos de la ciudad, donde se verán envueltos en una encarnizada guerra entre bandas rivales de la mafia japonesa. (FILMAFFINITY) [+]
23 de febrero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos "lluvias negras", muy distintas, llegaron desde Japón a las pantallas: el angustiante y desgarrador drama de Shohei Imamura sobre Hiroshima y las vicisitudes de los supervivientes, y este producto de encargo con clarísimas referencias al legendario film de Sydney Pollack "Yakuza".

Y que caería en las manos de un Ridley Scott recién llegado de su escarceo con el "thriller" de suspense en la poco lucrativa "La Sombra del Testigo" tras sufrir el rechazo inicial de Paul Verhoeven (que estaría preparándose para la producción de "Desafío Total"); atractiva propuesta para el cineasta la de filmar en terreno asiático, aunque pasara a la irritación primero y al enfado después por el coste y los múltiples problemas que le causó el rodaje, el cual, debido a la expiración de su visado, tuvo que trasladar en última instancia a Los Ángeles. La acción de "Black Rain" se inicia con una secuencia mítica que destila aroma de los '80 por todos sus costados: el protagonista, Nick, surcando a lomos de su moto el puente de Queensboro con el amanecer y la envolvente "I'll be Holding On" de fondo.
Un tipo áspero, temerario y con problemas personales que responde al prototipo de policía formando equipo con Charlie, agente de carácter más agradable y templado. Pareciera que vamos a asistir a otra "buddy movie" al más puro estilo de la época hasta la súbita aparición de un elemento extraño: unos japoneses brindan alegres en un restaurante en compañía de un mafioso italiano (escena más propia de los "thrillers" hongkoneses por su disparatada incongruencia). Con el contundente tajo de un sable el bien asentado prólogo vira su dirección para introducir a la pareja protagonista en una trama criminal orquestada por la peligrosa yakuza, viéndose forzados a escoltar al criminal Sato a la lejana Osaka...pero la entrega resulta, por desgracia, fallida. Una trampa.

Es entonces cuando se desvela la intención y los cauces del film, cuya premisa no se aleja mucho de las de "La Jungla Humana" o "The French Connection II". Nick y Charlie se ven atrapados en un territorio que no es el suyo, subyugados a unas reglas estrictas y a unos anfitriones tenaces; mientras el segundo lo achaca con resignación el primero se revela furioso. A ojos de los demás éstos no son más que civiles extranjeros, unos bárbaros ("外人" ("gaijin"), aclara Joyce). Choque de tradiciones, de culturas, de odios cuyos orígenes se encuentran en los irreparables desastres de la Historia; el visceral punto de vista norteamericano contra el templado y estoico espíritu japonés, enfrentamiento intensificado con la aparición del inspector Masahiro, quien debe ocuparse de tener controlados a los recién llegados neoyorkinos.
Tras un paréntesis en el que se hace hincapié en la adaptación de éstos al nuevo entorno, aceptado por Charlie y muy rechazado por Nick en todos los aspectos (irá directamente a buscar la compañía de una paisana), el guión se acoge a uno de los elementos más comunes del cine "noir" al que homenajea: la incorporación de una misteriosa "femme" (que no será japonesa) para ayudar al protagonista siempre que lo necesite, cosa que no se cree ni ella. Elemento de discrepancia para muchos, más decorativo que otra cosa (la trama sobreviviría perfectamente sin Joyce), pero a pesar de que Bolotin y Lewis abracen todos los clichés habidos y por haber del género, su historia propone un nuevo giro incentivo para que Nick, ahora en compañía de Masahiro, se tome la justicia por su mano.

El arrojo de uno contagia al otro y su honestidad al contrario, quien, movido por su inquietud, llegará hasta Sugai, uno de los poderosos jefes yakuza (protagonizando un intenso cara a cara con el desastre de la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki de resorte para los horribles acontecimientos) que es también una de las mejores escenas del film). La intriga, con sus concesiones al policíaco negro de manual, se mueve sin fisuras hasta un último tramo donde el británico nos sirve un festival de acción descarnada e inverosímil (explosiones, tiroteos y persecución en moto incluidos), pero efectuado con nervio y oficio.
Es precisamente su maestría en la técnica visual lo que da un valor extra al conjunto. Así, el Osaka de "Black Rain" no será sino el reflejo de Los Ángeles futurista de "Blade Runner", un espacio sugerente en el que la potencia de los fumígenos crea gran contraste con sus abisales recovecos, arrastrándonos Scott a sus profundidades e impregnándonos con los fuertes aromas de su implacable atmósfera, tan sobrecargada y a la vez decadente. Atmósfera de negras aristas perfilada por una efectista puesta en escena y las excelentes labores en el diseño de producción y en la fotografía de Jan de Bont. Hans Zimmer, en su primera colaboración con el director, aporta una estimulante banda sonora producto también de la época.

Histriónico y chulesco, Michael Douglas encarna sin esfuerzo al protagonista, un policía muy en la línea del Martin Riggs de Mel Gibson aunque sin toda su profundidad psicológica ni locura neurótica, a quien siguen un correcto pero increíble (por incoherente) Andy García y la explosiva Kate Capshaw de oportuna mujer florero y poco más. Para rematar, algunas leyendas del cine nipón: Yusaku Matsuda (fallecido triste y prematuramente a causa de un cáncer tras el rodaje), genial de asesino psicótico, Tomisaburo Wakayama encarnando a Sugai y el siempre fantástico Ken Takakura en un papel lleno de sutiles matices similar al que interpretaba en "Yakuza".
Destacar también la aparición del gran Rikiya Yasuoka. Hoy permanece, pese a la negativa de muchos, como un pequeño clásico y a la vez testigo del final de una época única para el "thriller" policíaco. Violencia con estilo, acción vibrante, personajes tipo sacados de una novela negra de bolsillo, luces de neón y la húmeda noche de la irresistible y peligrosa Osaka; imperdonable es, de todas formas, que los personajes japoneses estén modelados según los estándares norteamericanos de veinte años atrás.
Chris Jiménez
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