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Voto de Chris Jiménez:
3
Terror. Intriga Roberto, un joven músico que toca la batería en una banda de rock, se ve atrapado en una intriga criminal. Tras recibir extrañas llamadas telefónicas, se da cuenta de que un hombre lo sigue. Una noche, trata de hablar con su perseguidor, pero en la confusión que sigue lo apuñala sin querer. A pesar de que abandona inmediatamente el escenario del crimen, al día siguiente recibe inexplicablemente unas fotografías del homicidio. (FILMAFFINITY) [+]
14 de mayo de 2023
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Historia de equívoco e incertidumbre, cuando la oscuridad permite a los intrusos entrar en el hogar y chantajear.
Uno de los maestros del suspense nos trae una de sus intrigas más confusas...y excitantes. Diciendo esto ya no me apuñalaría nadie, ¿verdad?

Dentro del subgénero del "giallo", cuando estaba en su pleno apogeo a inicios de los años '70, podemos distinguir muchos nombres conocidos e interesantes, desde Umberto Lenzi a Riccardo Freda pasando por Sergio Martino, Lucio Fulci, Giuliano Carnimeo y un larguísimo etcétera para rellenar dos horas más. Cada uno con su maestría, sus toques peculiares y sus defectos, que solían ser muchos. Pero cuando mencionamos a Dario Argento el aire cambia, o por lo menos debe hacerlo, pues se trata del hombre que definió dicho universo para la década que estaba por comenzar.
Y lo puso de manifiesto con un segundo esfuerzo tan digno como "El Gato de las Nueve Colas", donde se percibía como nunca el aroma del suspense clásico del que su cine era claro deudor; también supuso la ruptura del director con el veterano guionista Dardano Sacchetti, a quien se le excluyó de la autoría del guión, y su descontento por cierta pérdida de control creativo que achacaría a su aún pobre experiencia en la dirección. Su padre Salvatore vuelve a financiarle en una producción donde querrá asumir más dicho control, escribiendo la historia, muy inspirada en su matrimonio con Marisa Casale, junto a su colaborador Luigi Cozzi.

"Cuatro Moscas sobre Terciopelo Gris" posee uno de los mejores comienzos que jamás filmó el italiano, en pleno ensayo de una banda de "rock" vaticinando una historia con fuerza, ritmo y potencia, y haciendo alarde de sus ideas sobre la forma introduciendo la cámara dentro de una guitarra, algo que un servidor nunca vio. Pero mi expectativa y mi entusiasmo se vienen abajo con sólo salir el protagonista, Roberto, del estudio de grabación y perseguir a un supuesto individuo que le lleva acosando desde hace tiempo. ¿Quién va tras un desconocido por callejones oscuros en lugar de acudir a la policía?
Este fallo, tal vez perdonable, deriva en una secuencia estúpida dentro del enorme Teatro Nuovo de Spoleto. Estúpida porque sólo el haber llegado hasta ella ya lo es: el chico encara al acosador y una navaja toma parte en la trifulca, que parece clavarse en su estómago; a lo lejos otro desconocido con una máscara siniestra y ridícula toma fotos del suceso. Así, Argento acorrala a otro inocente de savia "hitchcockiana" en las redes de una extraña intriga, y si en sus dos obras anteriores teníamos observadores ahora el implicado participa en los hechos y es víctima de ellos y de su propia torpeza.

Y la de este Roberto supera lo anormal. La noticia cubre la primera plana del periódico sobre su crimen accidental, sin embargo no veremos a un solo policía buscando pistas; así que espera y espera, siendo incluso acechado en su propia casa por quien le fotografió, casi lo mismo que le sucedía a Lee Remick en "Chantaje contra una Mujer". Pero ella pedía ayuda a la autoridad, el muchacho no; se dedica a dar fiestas en su mansión y lo enfrenta todo con una pasividad irritante (quizás la actuación de Michael Brandon fuese exigida por el mismo Argento, pero arrastra una terrible desconexión entre el personaje y la trama en que se ve envuelto).
La presencia de Sacchetti era desde luego fundamental. Mientras en "Nueve Colas" cada uno de los secundarios tenía una razón de ser, un papel necesario o por lo menos nada molesto, en "Cuatro Moscas" se van acumulando sin ton ni son y además subrayando un toque de comedia absurdo que el guión introduce de manera pésima, quitando oscuridad al film, y dando, en última instancia, vergüenza ajena. Secundarios como el cartero exagerado, la criada metomentodo, la amante de Roberto o un amigo suyo al que pide ayuda y que no se sabe muy bien qué narices hace (Bud Spencer, nada menos, actuando como favor para el cineasta, y presentado al son de un "¡Aleluya!" que hay que ver para creer...).

Lo peor es que la inmensa mayoría serán víctimas del criminal...víctimas inútiles cuyos asesinatos nada entorpecen el mal desarrollo de la intriga; que mueran o no es irrelevante, tanto como averiguar de repente, ni siquiera a mitad de metraje, que el supuesto acosador asesinado no es lo que parece y todo formaba parte de un complejo plan (algo que Argento y Cozzi se deberían haber ahorrado hasta mucho más adelante). En el desfile imparable de escenas sin sentido y secundarios que caen como las moscas del título, llega un investigador privado fracasado y homosexual encarnado por Jean-Pierre Marielle que insufla algo de fuerza con su impagable actuación.
¿Y para qué? ¡Para absolutamente nada porque el guión también decide mandarlo a paseo! Así que de no haber estado todo seguiría igual: metraje y metraje perdido sin solución, aderezado de "flashbacks" de carga psicológica e instantes oníricos bellamente filmados que no revelan nada. La puesta en escena, como era de esperar, impacta en nuestra retina por lo elaborado, por la forma, arañando la realidad con quiebras magníficas del espacio y las perspectivas; sí, amigos, tenemos aquí dos de las muertes, una en unas escaleras y otra en un coche, que son de las más originalmente expuestas de la Historia del género.

Todo humo desvanecido. La solución llegará como otro de los muchos remedos de "Psicosis", y no sabremos cuál es el punto porque no importa lo más mínimo; mientras la incongruencia es servida en su paroxismo, Argento se burla de su obra y del "giallo"...si no esto no tiene otra explicación. "Cuatro Moscas" es infalible como parodia.
Insisto. La secuencia de escarceo entre Brandon y Francine Racette en el cuarto de baño es, amén de incomprensible, de las más patéticas que se han filmado nunca; no es de extrañar que sea conocida como "la película perdida" de Argento...tras su visionado uno no desea otra cosa salvo perderla de vista.
Chris Jiménez
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