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Voto de Chris Jiménez:
8
Drama Ana recuerda todo lo ocurrido desde la muerte de su padre, veinte años antes. Su hija, de nueve años, cree tener poder sobre la vida y la muerte de quienes viven con ella. Hay otro poder que Ana cree poseer: el de invocar la presencia de su madre. Con ella, muerta hace años, revive una relación llena de ternura y, a veces, de dominio. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que la mirada de la infancia proyecte inocencia y vida, pero bajo los grandes ojos negros de Ana se oculta una profunda sensación de soledad, de angustia, de rabia contenida, y nada puede calmarla...excepto su madre.
Y a través de estos ojos vamos a entrar en su peculiar mundo.

A mitad de los '70 el país será sacudido por el final de la Dictadura y el comienzo de una etapa de Transición hacia algo entre revitalizador y peligroso llamado democracia; el director español más prestigioso y galardonado en ese momento, tanto nacional como internacionalmente, se dispone a realizar una obra ambiciosa, y la que brillará con mayor intensidad en su extensa filmografía junto a títulos como "La Caza" o "Ana y los Lobos". Carlos Saura, "rara avis" del cine patrio y una eminencia entre la élite intelectual de la industria (lo cual en este caso no es nada malo), vuelve a unirse a su pareja Geraldine Chaplin en una producción de Elías Querejeta.
No podrá, por desgracia, contar con la ayuda de su longevo operador y genio de la composición Luis Cuadrado; en su lugar le confía la dirección de fotografía a su hábil aprendiz Teodoro Escamilla. Aún más importante, va a trabajar con una actriz madrileña de 9 años sobre la cual se crean buenas expectativas de futuro llamada Ana Torrent, quien dejaría impresionados a todos con su arrolladora interpretación en "El Espíritu de la Colmena", a las órdenes de Víctor Erice. Ella, en el papel de Ana, nos guía en el hastío y la amargura de su camino existencial durante una infancia destructiva.

Empieza este viaje con una tragedia, la muerte del patriarca, lo que aprovecha Saura para esbozar una no poco sutil similitud entre la situación que está viviendo España y el microcosmos que envuelve a nuestra pequeña protagonista. Durante el rodaje del film el país pasará de ser controlado por la Dictadura a no estarlo, pues el general Francisco Franco yace en sus últimos estertores. El director se adelanta y lo mata ante la mirada, entre atónita y asqueada, de sus tres hijas Irene, Ana y Maite; ahora la gran casa que posee esta familia de raíces burguesas está bajo el mando femenino, sin embargo bajo el yugo de dos figuras inquietantes.
Una es la pobre abuela de las niñas: dotada de una constante expresión de afabilidad y un mutismo insoportable; la otra es Paulina, la tía: arisca y dominante, el resorte para desatar el espíritu de rebeldía en las anteriores, más aún cuando intenta en vano usurpar el lugar que ocupaba su hermana María. Una tercera en discordia viene a ser Rosa, la vulgar, humilde y perspicaz criada unida desde siempre a la familia. Gracias a la iluminación de Escamilla, áspera y delicada, en perpetua penumbra, ese interior tan supuestamente cálido se torna gélido, apático y celoso guardián de una corrosiva violencia en cada una de sus esquinas.

Saura hereda las formas de inspiraciones cinematográficas como Luis Buñuel (en especial su obra "El Ángel Exterminador"), Ingmar Bergman y quizás Roman Polanski; pese a que el primero ha sido siempre la gran referencia para su arte, puede que el director nunca haya estado tan cerca de las atmósferas y motivos del maestro sueco. En este caso "Gritos y Susurros" parece alimentar la oscuridad depredadora de "Cría Cuervos" y plantear una curiosa analogía de claves y personajes (tres hermanas, una criada afectuosa, una mujer enferma, el uso de una sola actriz para encarnar a la madre y a la hija). Pero no habrá hombres presentes.
El nativo de Huesca, por medio de los ojos de Ana, nos abre una puerta hacia esferas sensibles y sobrecogedoras cuyas líneas se hayan desplazadas del mundo real, pues la niña, lanzada al seno de un hogar estéril, prefiere el amparo de la imaginación, el arte redentor de la mentira, la eliminación deliberada del límite entre fantasía y realidad, y la elección de la locura y el odio para sobrevivir. Esta elección da la oportunidad a Saura de confeccionar un clima desasosegante y presa del onirismo, del todo atractivo en lo visual (el recuerdo compartiendo escenario con el presente, interpelaciones al espectador, formas que se abren camino en el inconsciente, el espectro de la muerte, siempre acechando).

En este caso el espectro toma dos figuras: la inquietante, cercana y palpable en la realidad representada en la abuela y un refugio cálido y de amor más allá de la vida y la muerte con la forma de la desaparecida María, al cual se entrega la pequeña, que le bastará cerrar los ojos y abrirlos para verse abrazada por ella y de repente hallarse en un remanso de paz, a menudo trastocado por la aparición del fantasma paterno. Y frente al negro abismo de opresión que simboliza su casa y la ciudad, el campo como alegoría de libertad física, emocional y psicológica (y gracias a lo cual el título tomará sentido), aunque se trate de una libertad pasajera, tenue, casi soñada.
Sobriedad estética y críptica, y una cuidadísima puesta en escena, motivos suficientes para elogiar la dirección artística y la habilidad de Escamilla, si bien en cuestiones argumentales "Cría Cuervos" no resulta confusa como tal, sino más bien un callejón narrativo sin salida; sin duda esta es la intención del cineasta para lograr ponernos en la piel de su protagonista, esa Torrent magnética y capaz de transmitir mil sentimientos con una mirada. Un servidor debe admitir que hay más pasión en sus escenas con Chaplin que las que puede haber en el 99'9% de todo el cine español actual; igualmente magníficos Conchita Pérez, Héctor Alterio, la veterana Florinda Chico y la preciosa Mirta Miller encarnando a una "femme fatale".

La ilógica narrativa está más presente que nunca en ese epílogo que parece avanzar hacia algún sitio concreto y de repente se detiene en la inmensidad urbana.
Pues al igual que Irene ha despertado de una pesadilla horrible, la película y sus personajes, y de paso el espectador, han encontrado, no sabe cómo (y eso es lo más fascinante de todo) la vía de escape hacia una realidad luminosa y palpable...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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