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Voto de Chris Jiménez:
5
Terror. Ciencia ficción. Intriga Dos mineros descubren una extraña sustancia que emana de la tierra. La prueban y como tiene buen sabor deciden comercializarla. Su fama se extiende, y la toma mucha gente, pero esta sustancia afecta al cerebro convirtiendo en zombies a sus consumidores. (FILMAFFINITY)
1 de enero de 2021
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"Bajo en calorías, buen sabor...y encima no mancha". Está delicioso, es nutritivo, saludable, lo comerían sus vecinos, sus amigos, sus hijos o sus padres; no importa de qué esté hecho, es lo mejor que jamás habrá probado.
Si no le gusta...es que no es uno de nosotros...

El mensaje no nos pilla de sorpresa pues ya forma parte del ideario y el estilo de vida colectivo; si no compras el producto de moda, el producto que a tantos y tantos millones de personas encanta, que da trabajo a otros tantos, el producto que día tras día, hora tras hora, las emisoras de televisión, las de radio y las redes sociales se esfuerzan por colarlo en tu casa (y, si se tercian, en tu cabeza)...no eres normal, eres un alienígena, el raro de la sociedad. Como bien anunciaba la campaña publicitaria de Funzo en "Los Simpson": "¡si no lo tienes no eres nada!".
Un mensaje directo a las tripas inspirado en la situación de los EE.UU. en los que vivía Larry Cohen, quien se despacharía a gusto con su febril obsesión por el consumismo y la despersonalización a favor de la aceptación colectiva en una de sus obras más conocidas de los años '80, prosiguiendo su colaboración con el loco de Michael Moriarty (el cual acabaría como matrimonio y luego ruptura) tras dos "thrillers" la mar de interesantes como "Efectos Especiales" y "Sin Salida". Lo peor es que el lado más idiota, más absurdo del director emerge demasiado pronto cuando el trabajador de una mina encuentra una extraña masa viscosa moviéndose en la tierra, la toca y se la lleva a la boca como si nada (¡!).

Yo me pregunto qué hubiera sucedido si llega a ser ácido o cualquier otra sustancia, pero el caso es que llegan otros trabajadores y comen también de ella (¡¡!!), y de ahí, sin más explicaciones que valgan, atravesaremos una elipsis de semanas, o meses, o años (¿a quién le importa?) para contemplar la comercialización de dicha sustancia que brotaba del suelo a nivel masivo. Es la bendición del maniático deseo por comprar, gastar y poseer de la atontada sociedad en la que vivimos, en este caso la sociedad norteamericana en su más fiel reflejo a mitad de los '80 (aunque este mensaje sigue siendo muy actual).
El Stuff, llamado así para su venta, es el producto más adictivo que jamás llegó al Mundo, y esto le sirve a Cohen para presentar, como ya haría Romero en "Dawn of the Dead" o Cronenberg en "Videodrome" y antes de llegar Carpenter con algo similar en "Están Vivos", toda una sátira socarrona y negra (negrísima como el carbón) sobre lo ya tratado: el feroz consumismo, la sangrienta competencia empresarial, la enfermiza estrategia publicitaria y la manipulación de la población. Pero la trama no profundiza en las vicisitudes del mundo empresarial y de la publicidad; a fin de cuentas esto no es la "Gigantes y Juguetes" de Masumura.

Porque el buen director sigue unos derroteros muy claros: contar una fábula, muy aventuresca, enmarcada en los lindes de la ciencia-ficción y el horror, o al menos lo pretende; cuando entra en escena el ex-agente del F.B.I. Rutherford, ahora investigador y "saboteador" industrial, y une sus pasos a Nicole (la encargada de publicidad de Stuff), Charles (un tarado experto en karate y que dice que es policía o váyase usted saber qué) y a Jason (un niño cuya familia se ha vuelto adictiva al producto y que el otro se encuentra "por casualidad") el espectador entiende cómo ha de tomarse el argumento.
En efecto, a broma. Esta unión de personajes caricaturescos, a cada cual menos convincente y más inútil y cuyas interacciones y reacciones no son normales (por ejemplo: ¿por qué Rutherford nunca abandona su actitud sarcástica?, ¿y por qué el niño no se muestra afectado en ningún momento?), parece disponerse adrede por Cohen a lo largo de una serie de hechos casuales, accidentales, que sólo revelan un guión con más agujeros que un panal de abejas. Pero el director posee una virtud: su actitud tan desvergonzada, alocada y malévola como la del mismo Rutherford; es mejor rendirse ante la más pura ilógica de su película.

La crítica social e industrial es el trasfondo de una veloz aventura "exploitation" que recoge el testigo de la ciencia-ficción de los años '50 (con "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos", "Invasores de Marte" y "La Masa Devoradora" como principales influencias) y su discurso tan plomizo, tan propio de la política "mccarthista", sobre la peligrosa amenaza comunista en la biempensante, conservadora y atemorizada sociedad norteamericana; de ahí que sea introducido, a merced de la más retorcida burla y a la vez demasiado obvia, el estomagante coronel M.G. Spears (a quien Rutherford se encuentra también "por casualidad").
Y para rematar un trabajo de efectos especiales a cargo de Bret Culpepper que miran de reojo a la obra de Cronenberg antes mencionada o "La Cosa", pero sin, por supuesto, el mismo encanto. ¿Y qué decir de los actores? De ese Moriarty con acentuado y repugnante acento texano que va de gracioso pero no lo es en absoluto, esa Andrea Marcovicci insulsa hasta vomitar, esos histriónicos y detestables Garrett Morris y Paul Sorvino o ese Scott Bloom a quien un servidor le agarraría por las piernas y lo lanzaría al descampado aquel donde brota la crema alienígena (o lo que quiera ser).

Pero si por algo acabó así esta obra, si fue un relativo fracaso de taquilla y de crítica, fue por las intervenciones venenosas (como siempre sucede en la industria) de la gente de New World Pictures, culpables de hacer regrabar al director algunas escenas y rodar otras nuevas para poder estrenar una película de terror simple y acorde con las tendencias de la época.
Cohen no buscaba esto, sino más bien una sátira cómica. Hoy por hoy es considerada una pequeña joya de culto por los más acérrimos; seguramente habría sido así de haber hecho aquél la película a su manera...
Chris Jiménez
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