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Voto de Chris Jiménez:
8
Intriga. Thriller Richard Hannay está en un music-hall londinense. De repente, suena un disparo y comienza una pelea. En medio del tumulto, una chica asustada le pregunta si puede ir con él. Richard accede y la lleva a su apartamento... (FILMAFFINITY)
8 de agosto de 2017
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Había pasado casi una década desde que el sr. Hitchcock dejara su oficio de asistente de dirección para situarse de forma permanente tras la cámara, logrando un enorme reconocimiento entre el público y la crítica de la época gracias a maravillas como "El Enemigo de las Rubias", "Chantaje" o "Asesinato"...

Obras que vendrían a marcar las pautas de su cine de suspense para la posteridad; tras esto, algunas divagaciones entre el melodrama y la intriga hasta llegar al milagro de "El Hombre que Sabía Demasiado", con el que comenzaría una larga serie de obras de aventuras con un elemento común: la persecución. Un año después retoma esta premisa para un ambicioso proyecto respaldado por la Gaumont-British Picture con un holgado presupuesto (para la época) de 60.000 libras donde junto a Ian Hay y su colaborador Charles Bennett adapta una magnífica novela de aventuras y espionaje.
Su título es "The 39 Steps" y está escrita por el autor favorito de su infancia, John Buchan, pero aunque el texto original sufra muchos cambios se mantiene algo vital: la presencia de un inocente acusado a la fuga. Su inicio, que acumula hechos sucedidos a lo largo de varios días en un mismo escenario, es reemplazado en el film por uno más dinámico, e incluso alocado, cuyo lugar de arranque será el Music Hall londinense donde el director nos presenta al protagonista, Richard Hannay, quien desde el principio ya se ve acorralado por las circunstancias e intentando buscar una salida.

Sin duda signo inequívoco de mal presagio. Pero además conoceremos a un pintoresco personaje, el "Sr. Memoria", del que podemos sospechar una posible pero tardía implicación en la historia. La vida de Hannay sufre un giro inesperado por culpa de una misteriosa dama que confiesa ser una espía perseguida y en poder de una importante información; confuso comienzo de la intriga, por lo menos para un espectador de hoy, pues nada nos induce a creer que el personaje llevaría a una mujer que desconoce a su casa ni mucho menos implicarse en un asunto de espionaje porque sí.
Pero hay que dejarse llevar por el ingenioso método del director, pues el hecho de narrar el argumento, que no oculta su condición de novela de espías (así lo afirma Hannay), desde un único punto de vista le permite construir un "thriller" en el que los rebotes ilógicos de la intriga son absorbidos por otra lógica, absurda y trepidante: la de la aventura. Así el protagonista, su carácter y esmero para escapar de todas las situaciones que atenten contra su seguridad, en la que por supuesto siempre habrá un elemento para ayudarle a salir del paso (ya sean individuos, animales u objetos), será la prefiguración de todos los inocentes perseguidos que vendrán a ocupar innumerables obras de Hitchcock.

En su fuga, Hannay lleva de la mano al espectador, que le acompaña por campos, montañas, ríos y estaciones de tren pasando por diferentes lugares en los que sufrirá encuentros con personajes misteriosos, peligrosos o cómicos, por lo que el ritmo se mantendrá ágil y frenético; dicha huida sirve al director para reestructurar el itinerario picaresco del personaje alrededor de sus encuentros con tres mujeres, lo que le sirve de homenaje a uno de sus films preferidos de DeMille, "The Affairs of Amatol" (siendo la contrariada esposa del granjero presbiteriano el más literal).
De por medio, tres elementos característicos de sus "thrillers": la existencia de un "macguffin" que sirve de motor de la trama (en este caso un secreto de Estado oculto bajo el nombre de los "39 escalones"); la de un malvado individuo que esconde su verdadera identidad (representación de una gran amenaza extranjera para la nación) bajo la apariencia de un ciudadano de clase alta por todos respetado, dirigiendo Hannay iracundas y honestas diatribas, a él y a todos los de su calaña, desde la tribuna a la que se ha subido esquivando a sus perseguidores; y la de la bella y arisca señorita, rubia por supuesto, que deberá apoyar al protagonista en sus pesquisas.

Con la aparición de ésta, llamada Pamela (y que ya habíamos visto antes en el tren), la película cambia de tono y atmósfera considerablemente; así como en "El Hombre que Sabía Demasiado" el accidentado romance de la pareja se ve de golpe interrumpido por la intriga de un asesinato, el suspense y el ritmo trepidante de esta historia sufrirá un parón en la transición del segundo acto al tercero que la convertirá en una repentina "screwball comedy" con los divertidos diálogos entre los fugitivos sustituyendo la acción; la misma vuelta de tuerca en ambos films, pero a la inversa.
Sin embargo la tensión, el desasosiego (pues es fácil ponerse en la piel del protagonista) y la aventura nunca descenderán, y menos durante ese último tramo donde el cineasta prepara una solución tan esperpéntica como espectacular, pero en esta ingenuidad radica su encanto. Robert Donat, en cuyo Hannay se mirarían todos los futuros fugitivos de Hitchcock (el Thornhill de "Con la Muerte en los Talones" en especial), deslumbra por su arrojo y descarada personalidad, mientras que Madeleine Carroll cumple como la rubia detestable que no tarda en ganarse el afecto del antihéroe. Muy correctos también Lucie Mannheim, Godfrey Tearle, Peggy Ashcroft y Wylie Watson.

La presencia de Donat y Carroll, que ya habían trabajado en Hollywood, además del perfecto dominio del entretenimiento y el suspense de Hitchcock aseguraron el éxito de crítica y público de "39 Escalones", con la que aquél definitivamente se consagró en su país natal y en territorio estadounidense.
Piedra de toque en la filmografía de un director que haría de la evasión y el espionaje sus temas predilectos. Aventura, romance, acción y dosis de un humor quizás demasiado afilado para la época (ojo a las ocurrencias de los dos amigos en el tren), otra de las señas de identidad de su cine. Habría otras versiones de la novela de Buchan, pero ésta es la mejor.
Chris Jiménez
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