Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
6
Ciencia ficción. Terror Una masa amorfa llegada del espacio que consume a todos los que cruzan en su camino. Cada vez que se alimenta aumenta de tamaño de forma espectacular, poniendo en peligro a un pequeño pueblo. A pesar de las burlas de la policía, Steve Andrews (Steve McQueen), su novia y sus compañeros intentarán alertar a todo el mundo de la amenaza que supone "la masa devoradora." (FILMAFFINITY)
23 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Tierra había sufrido ya incontables invasiones alienígenas.
Parecía que ya lo habíamos visto todo hasta que llegó, dentro de un meteorito, algo capaz de arrasar el Planeta.

¡Es indescriptible!, ¡es indestructible!, ¡y nada puede pararlo! Así rezaba el cartel de una de esas pequeñas joyas de la ciencia-ficción salida de los años '50, llegada a finales de una década llena de títulos del mismo estilo y situados en la serie "B", de esos tan perseguidos por los arqueólogos ("La Tierra contra los Platillos Voladores", "Asesinos del Espacio", "El Monstruo de otro Planeta") y otros más memorables ("La Guerra de los Mundos", "Ultimátum a La Tierra"). Sin embargo el mítico Jack Henry Harris tuvo mucho ojo en la que fue su primera producción.
Escrita por Theodore Simonson y la célebre actriz Kay Linaker a partir de una idea de Irvine Millgate, "La Masa Devoradora" aprovechó todos los estereotipos con los que contaba el cine del momento para satirizarlos mientras innovaba la manida obsesión de las invasiones influenciada por las tensiones que la Guerra Fría generó en la sociedad americana y la carrera espacial entre EE.UU. y la U.R.S.S.. Para ocupar la cámara no fue curiosamente elegido un experto en el género (ni en ese ni en ninguno porque debutó aquí como cineasta...), sino el nativo alemán Irvin S. Yeaworth Jr., prolífico realizador de vídeos educativos y temática religiosa para la juventud (incluso firmó algunos de los especiales televisivos de Billy Graham).

Lo único que se le puede acreditar antes de ponerse al frente de esta producción de moderado presupuesto (poco más de 100.000 dólares) fue "The Flaming Teenage", anodino film pensado directamente para concienciar a los chavales sobre los peligros terrenales; quizás este enfoque fue lo que atrajo a Harris y se convirtió en uno de los revulsivos de su proyecto, inspirado también por un suceso real: el descubrimiento a principios de década en los bosques de Pennsylvania de restos de "gelatina de estrella". Ahí se sitúa esta historia y así empieza cuando la típica pareja de enamorados presencia la caída de un meteorito en el bonito paisaje arbolado.
La pequeña charla inicial entre Steve y Jean y la posterior escena en la que un anciano encuentra dicho meteorito y de él emerge una sustancia gelatinosa que se adhiere a su piel es el mejor ejemplo de cómo la película nos lanza interacciones perfectamente olvidables entre personajes y factura secuencias realmente elaboradas en términos de efectos especiales y contenido fantástico. Porque el pueblo donde se nos sumerge es ese reducto seguro y biempensante de la América profunda en el cual los adultos son ariscos y susceptibles y los chicos rebeldes y temerosos; la audiencia que perseguía Harris con el film era sin duda la adolescente.

Este gran desnivel lo lastra sin remedio. Por un lado tenemos un ser llegado del Espacio que huye de los convencionales "humanos disfrazados" y marionetas de la ciencia-ficción de entonces, un ser amorfo y horripilante que engulle a sus víctimas y las digiere, y que guarda no poca relación con el extraterrestre ya presentado por el mítico John W. Campbell Jr. en su relato "Who goes There?" (base para una tergiversadora adaptación). La exposición de esta rojiza gelatina espacial y sus originales "ataques" aportan los mejores momentos a la estereotipada trama.
Cabe recordar el que se da en el interior del cine (durante el visionado de "Dementia", joya para los amantes del horror surrealista, y que puede venir a sugerirnos, según la visión de Yeaworth, los peligros de ir al cine...) o el intenso clímax en la cafetería, donde los efectos y trucos visuales de Bart Sloane crean un espectáculo delicioso. Pero por otro seremos castigados (y así la propia película) con una muy irrisoria caracterización de personajes, demasiado mojigatos o detestables, y cuyas líneas de diálogo acumulan tal cantidad de torpezas o frases inútiles que se van olvidando conforme se escuchan.

Los jóvenes, presentados como unos buscalíos de poca monta y amantes de la juerga (siguiendo el patrón de las cincuenteras "rebel teen movies"), acaban, gracias a las piruteas que hace el guión y sobre todo el director, convirtiéndose en la voz de la razón, pues sólo ellos saben el peligro que corren los habitantes (confiemos en nuestros jóvenes, el futuro de la nación, básicamente); los adultos, padres y agentes de la ley, son expeditivos, cabezotas o simplemente patéticos, pero con ello Yeaworth (quien además critica el sentimiento reaccionario de las fuerzas del orden) persigue una imagen perfecta de comunidad contra el peligro exterior (ese pueblo unido hacia el final, de manera dudosa).
Por eso cuesta al espectador asimilar a un Steve McQueen de 28 años dando vida (bueno...) a un personaje tan rematadamente insulso, aun si eso implica disfrutar de su magnética presencia; y es que aquí McQueen, en su primer rol protagonista, aún no era él tal y como lo conocemos, a pesar de los problemas que dio durante el rodaje y de que intuyamos en su Steve Andrews particularidades muy propias como la afición por los coches y la velocidad o su personalidad melancólica, solitaria y marginada. Lo secunda una guapa pero limitadísima Aneta Corsaut en su debut y un puñado de actores bastante flojos; sólo se me ocurre destacar a Olin Howland, el anciano que encuentra el meteorito.

Con todo la película, de primeras relegada a las sesiones dobles y pese a que le llevó su tiempo despegar, fue todo un éxito de taquilla (en contra de las premoniciones de los críticos y del mismo McQueen, quienes afirmaban que sería un desastre...).
Aunque hoy sus artesanos y baratos efectos sólo provoquen la carcajada, son lo que la convierten en un entrañable título del género a descubrir; eso, su idea y que está McQueen, claro. Su conclusión abierta dio pie a una horrible secuela y tres décadas más tarde llegaría una nueva versión, mucho más espectacular.
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow