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Voto de Chris Jiménez:
7
Intriga Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un obrero de una fábrica aeronáutica de Los Ángeles es testigo de un acto de sabotaje en la planta en que trabaja. A causa de la la explosión muere su mejor amigo, pero lo peor es que él es acusado del crimen y perseguido por la policía. Para limpiar su nombre, atraviesa todo el país hasta Nueva York, buscando sin tregua a los culpables. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un inocente acusado por todos sin tener verdaderas pruebas contra él, en huida continua para probar su libertad y objeto de todos los prejuicios habidos y por haber por una simple sospecha...
La historia nos suena, ¿verdad? ¿Pero acaso no es trepidante?

Nominada al Oscar a la mejor película y con unos resultados de lo más lucrativos en taquilla, "Sospecha" fue un éxito en su momento; si bien Hitchcock no pudo contar, una vez más y para su desgracia, con el control creativo sobre el guión, sí tuvo en sus manos a una pareja tan solvente como Cary Grant y Joan Fontaine, quien se acabó llevando el premio de la academia por su interpretación. Tras esto maquina un proyecto recurriendo a uno de sus temas favoritos, el espionaje y la persecución, pero se halla bajo la hostil supervisión de David O. Selznick, quien fuerza al inglés a ofrecer la idea a una productora externa.
Así se introduce nuevamente en un "loan-out" con otra compañía (como le sucedió dos años antes con "Enviado Especial", donde tuvo que trabajar con United Artists), en este caso Universal Pictures, dejando bien patente la poca o mínima fe que Selznick tiene hacia su persona. Hitchcock cuenta con la ayuda de seis manos más para escribir el guión, entre ellas las de su colaboradora Joan Harrison, pero fracasa en su intento de tener en el reparto a Barbara Stanwyck y Gary Cooper, por lo que ha de conformarse con una pareja protagonista de segunda fila y poco conocida (cosa que luego celebraría).

La trama se sitúa, no por casualidad, en plena 2.ª Guerra Mundial, cuando un terrible incendio sacude los cimientos de una fábrica de aviones en California y la mente de todos los que allí trabajan, cuyas sospechas derivan en la certeza de un sabotaje cometido por el enemigo; el director nos presenta, de nuevo rápido y conciso, la situación y al protagonista que va a verse envuelto en ella sin haberlo deseado, Barry, un obrero que responde al modelo de hombre corriente, llano y sincero que ha habitado la intriga "hitchcockiana" desde siempre, ese que ejemplifica a la perfección la silueta del héroe anónimo y desinteresado.
Un tipo inocente desde el principio, que no sabe defenderse de las acusaciones y lanzado a la persecución de un culpable invisible para recuperar su identidad y por unas autoridades capaces de encarcelar a quien sea sin ni siquiera pasar por un juicio, en definitiva abusivos defensores de la ley de los cuales el inglés sigue forjándose pésimas opiniones; como no podía ser de otro modo, una guapa muchacha se ve forzada a acompañar al perseguido, de quien desconfía en un principio pero luego se enamorará. Es a través de éstos y otros elementos con los que Hitchcock evoque anteriores títulos: "Inocencia y Juventud", "El Hombre que sabía Demasiado" o "39 Escalones", el más directo predecesor del que nos ocupa.

La carrera se desarrolla con rapidez y Hitchcock se mueve como pez en el agua para combinar acción, una intriga de matices bastante fantasiosos (¿quién se puede creer el encuentro de Barry y Patricia y la implicación de ésta en el caso?) y trazos de obvio romance y humor, que descansa en los cauces más negros y sarcásticos, tanto más cuanto que el cineasta hace crecer la paranoia y el miedo de sus protagonistas a base de mensajes y objetos convenientemente implícitos en la acción (el extintor, las vallas publicitarias...). Sin embargo, poco a poco, los encuentros e interacciones en la huida nos irán revelando la cara más amarga del film.
Y es que, pese a que el entretenimiento y la maravillosa ilógica guía la historia (cuya persecución se inicia porque una niña pequeña tira unas cartas al suelo), ésta no se priva de un ataque directo contra el desconcierto estadounidense frente a un enemigo inteligente y conquistador y sobre el grado de violencia que sería preciso desplegar para asegurar su derrota; para Hitchcock los EE.UU. son inocentes por muy fuerte que sea el espíritu de aquellos que los defienden. El mensaje propagandístico y en beneficio de los Aliados siempre está presente, así como la severa representación de esa clase alta y media-alta americana (mientras los enemigos de la alta sociedad desean asesinar a Barry y la policía capturarle, sólo los más desfavorecidos y pobres, los bondadosos de espíritu, le ayudarán en su hazaña).

Si el objetivo de la película es ofrecernos una gran aventura, lo cumple con creces arrastrándonos por todos los escenarios junto a Barry: de pueblos desérticos e infinitas carreteras a mansiones de lujo, todo ello mientras Hitchcock va elevando la tensión y el desasosiego inherentes a la trama (que invaden desde el primer momento al espectador, a quien no le cuesta ponerse en la piel del pobre inocente perseguido) hasta llevar a ésta a su cenit de manera literal proponiendo el clímax, y muy irónicamente, nada menos que en la cabeza de la Estatuta de la Libertad...
Colofón en el que se habría de reflejar el de "Con la Muerte en los Talones" al terminar su peripecia con el salvamento "in extremis" por las fuerzas del orden y del guión sobre el imponente monte Rushmore. Prácticamente inexpresivo todo el metraje, Robert Cummings hereda la figura del héroe de la intriga aprendiendo de Joel McCrea y Cary Grant, acompañado de la preciosa pero irremediablemente blanda Priscilla Lane y dos villanos tan competentes como Otto Kruger y Norman Lloyd.

Imparable algarabía de saltos, persecuciones, disparos, inversión de roles, uso de símbolos, humor negro y amores entre suspense, las claves más conocidas del cine de Hitchcock, que parece homenajearse con gusto mientras hace gala de su faceta más "americana" y patriótica, aunque su discurso resulte meramente propagandístico.
Para muchos obra menor que mira y se nutre de otras intrigas anteriores sin vergüenza ninguna; pese a su precipitación, su ejecución "de manual" y la poca libertad de la que gozó el cineasta, se trata de un pequeño clásico, el cual contiene uno de los finales más memorables de su carrera y también del género.
Chris Jiménez
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