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Voto de Chris Jiménez:
4
Acción. Thriller El agente especial de la policia Hamilton dedicado a la investigación sobre la droga quiere introducirse en una banda de narcotraficantes de Roma. Para lograrlo y despistar a los delincuentes se hace detener en el aeropuerto y conducir a la cárcel, de la que más tarde escapa. Una vez fuera, entra en contacto con el jefe de dicha banda e intenta desenmascarar a los responsables de la red. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2024
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En los primeros minutos de "La Via de'lla Droga" podemos disfrutar de un elaborado encadenado de secuencias donde inmundos individuos hacen sus trapicheos en diferentes puntos del Planeta, algunos con más suerte que otros...

El equipo de Enzo G. Castellari pasea sus cámaras por Amsterdam y nada menos que Hong Kong mientras empresarios neoyorkinos cierran grandes operaciones de compra-venta de droga en sus multinacionales; visto hoy día todo esto podría parecer algo excesivo y descabellado, ¿verdad?, pero en el momento en que se realiza la película Italia está en un punto crítico en cuanto a consumición de heroína, como si no fuesen suficientes los ataques terroristas de facciones de ultraizquierda y ultraderecha. Y es que la colaboración entre miembros del Gobierno y narcotraficantes había llevado al país no sólo a un aumento desproporcionado de la consumición, sino a transformarlo en el principal punto de tránsito hacia los EE.UU..
Este es el panorama socio-político-económico en que se desarrolla la irascible historia concebida por el productor Galliano Juso y el guionista Massimo de Rita. Una historia de esas donde Fabio Testi puede lucirse como sólo él sabe, haciendo de traficante chulo y con unos cojones como ruedas de camión, aunque el protagonismo lo comparte con un David Hemmings en su papel de agente de la Interpol (Hamilton) harto del flujo de droga y que quiere dárselas un poco de Harry Callahan.

Lo que más asombra de esta película es cómo el director se acerca tanto a la veracidad como a la fantasía del cine. Mientras los agentes están por aquí y por allá con sus grandes operativos de captura de traficantes también vemos la realidad de la calle, a una juventud (y otros no tan jóvenes) enganchados sin remedios al vicio de la heroína y bajo el yugo de desgraciados que imponen su ley a base de violencia. La violencia aquí, como de costumbre en el cine de Castellari y del género, se presenta extremadamente incómoda y mugrienta, del mismo modo que la adicción a la droga.
Destaca en particular la desagradable situación que vive esa madre que se la suministra a su hija con tal de aliviar su sufrimiento; pero aquí mismo está el mayor error del guión de Juso y DeRita: esa situación no es más que una de tantas. Un típico fallo de estas producciones, que aparezcan millones de personajes, cada uno con sus propias historias, y ninguno tenga un trasfondo que se pueda considerar importante; por eso, aunque Testi (cuya identidad como agente encubierto se averigua muchísimo más temprano de lo que debiera) sea el centro del argumento, no se entienden bien los ires y venires, las dramáticas apariciones de individuos que pronto dejarán de importar y las inconexas historias que viven todos ellos.

Donde más chirría esto es en la subtrama ocupada por el drogadicto Gilo (Wolfango Soldati, que hace la mejor interpretación); el guión lo presenta como uno de los aliados de Testi, pero luego se desembaraza de él de una forma indigna, insultante. Y éste no tardará en hacerse con el control absoluto, precipitando así el film a un imparable cóctel de acción y violencia, y en cuestión de violencia Castellari no es menos; tildado por muchos de fascista en su época, no tiene reparos sin embargo en hacer que tanto policías como traficantes y otros villanos ejerzan la fuerza hasta altos niveles de crueldad (basta recordar la paliza que pegan al pobre Gilo entre cuatro agentes).
Pero centrarse únicamente en la acción provoca que, a la larga, todo se vaya volviendo tedioso y repetitivo; el guión se desentiende de personajes, del lado humano y de las intrigas demasiado rápido, y sólo propone una catarata de numerosas escenas peligrosas en las que Testi y Hamilton se desenvuelven con desparpajo y facilidad, porque son dos héroes duros al lado de la ley. Y esta cacería climática entre agentes y traficantes se extiende muchísimo, hasta girar sobre sí misma y volverse anticlimática; tendremos explosiones, tiroteos a mansalva, peleas a puñetazos, ¡hasta veremos a Testi acorralando a sus enemigos en avioneta!

Alguien debería haber dicho a Castellari que la acumulación de cadáveres, espectáculo, efectos especiales y giros sin sentido común no funciona siempre ni garantiza un buen ritmo. Cuesta creer que con tanta acción de por medio uno se canse mucho antes de llegar el verdadero clímax.
Termina, con solvencia pero no con todo el ingenio que pudo haber demostrado, la descarnada y combativa saga policíaca del director en los años '70...
Chris Jiménez
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