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Voto de Chris Jiménez:
7
Comedia Un restaurante de Broadway es el centro de reunión de un grupo de actores que intercambian viejas anécdotas sobre el mundo del espectáculo. Conforme la conversación avanza, recuerdan a Danny Rose, el representante de algunos de los artistas más desastrosos del gremio, el cual, en una ocasión, llegó a jugarse la vida para relanzar la carrera de un cantante pasado de moda. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querrías que fuera tu agente, tu amigo, incluso tu hermano. Un hombre cuya vida está basada en el altruismo y la fe ciega de aquellos que se hallan bajo su protección.
O como dicen las propias personas que le conocieron: "Si creía en un número se entregaba en cuerpo y alma. Danny Rose, ¡no hay otro como él!".

Este es el relato de dicho individuo, uno que llega en un momento perfecto para Woody Allen, quien tiene la ocasión de ofrecer a su público una faceta poco conocida de su carácter. En los '80 el actor/director no está pasando por un buen momento en lo que ha éxito se refiere pese a sus imaginativas propuestas; en "Zelig" ha demostrado todo un pulso técnico y una colaboración excelente con su operador Gordon Willis, a quien vuelve a solicitar para una nueva aventura filmada en blanco y negro y que abre, cómo no, en las calles de New York.
En un restaurante que podría haber sido la última parada del recorrido urbano inicial que hacía en "Manhattan", unos artistas comen tranquilamente contando anécdotas del negocio, hasta que llega el momento de hablar de Danny Rose, y como si se tratase de una reinterpretación del "Vivir" de Kurosawa, esos tipos nos narrarán algunas de sus más curiosas peripecias. Para ello Woody crea a un personaje que adoras incluso antes de que aparezca, el polo opuesto de Sandy Bates, Isaac Davis o Alvy Singer; con Rose se distancia considerablemente de sus intelectuales neurotizados, cínicos, misántropos, paranoicos y cuya debilidad, su profunda fealdad, se expone sin disimulos.

Rose bien podría ser la maduración de aquel Virgil de "Toma el Dinero y Corre", desgraciado patán difícil de no provocar nuestra compasión a pesar de subsistir cometiendo delitos. Danny Rose tampoco es como el frío, maniático y receloso Allen de la vida real; está más bien inspirado en sus verdaderos agentes (Jack Rollins y Charles Joffe), quienes le han sido fieles toda la vida. Nutriéndose de las anécdotas retenidas de su pasado de cómico, nos presenta a ese hombrecillo entrañable, algo histriónico, que se desvive por la gente en la que cree y que utiliza constantemente sabias citas de judío como consejo.
Y aún más se hace con nuestro corazón al saber que es incapaz de librarse de un complejo de culpabilidad por lo que a otros sucede y que todos sus representados son artistas mediocres o acabados, pues aquellos que lograron el éxito le abandonaron para medrar por su cuenta. ¿Quién querría hacer daño a esta magnífica persona? Nadie, y cuando le ves en un apuro sufres irremisiblemente. Esto desea Allen al poner a su (demasiado afable) álter-ego en una situación tan comprometida como la de un malentendido con la familia política de Tina, amante de su protegido Lou Canova, cantante alcohólico que ha vuelto a salir del bache tras años de ostracismo.

Familia de la que Allen se sirve para esbozar su graciosa caricatura de la mafia, colmada de tipejos ineptos, violentos, desconfiados, cobardes o simplemente patéticos, pero no menos amenazantes. Ese será el eje central de una trama que a veces va atrás y adelante en el tiempo o que regresa a su punto de origen (el mítico Carnegie Delicatessen Restaurant situado en la 7.ª avenida del Midtown neoyorkino): la frenética huida por carretera, mar y campo de la bella pero algo insoportable Tina (llegado el momento el espectador ya no la podrá tragar definitivamente) y el pobre protagonista, cuya vida pende de un hilo.
El destino es la gran actuación de Canova, la que le encumbrará o la que terminará de arruinarle para siempre...a él y a su familia. Danny es, sin duda, un cordero llevado al matadero por la troupe de personajes que se alzan a su alrededor, el clásico perdedor por quien uno debe sentir lástima hasta en el fondo de las entrañas, incluso si para salvar lo único que le queda (su pellejo) se ve forzado a dar el nombre de otro pobre desgraciado que no tiene ni para los gastos del hospital. El remordimiento, la culpa y la soledad son fundamentales para entender la esencia del film.

Uno de los oyentes dirá "Yo creí que sería una historia graciosa...pero es terrible". En efecto, "Broadway Danny Rose" está impregnada de un rastro indeleble de amargura, tristeza y angustia existencial (la secuencia de Danny dejando el hospital en mitad de la noche lluviosa es el mejor ejemplo), como "Manhattan" y "Recuerdos", pese a regalarnos ciertos instantes de humor (la huida a través de los globos de la cabalgata, la llegada de Danny a la mansión Rispoli o el momento, un tanto absurdo, en que Tina y él han de desatarse imitando el truco de magia de otro de sus representados).
Aquí volvemos a tener una gran muestra del arte camaleónico de Allen, ese que huye de sus álter-egos demasiado parecidos a él en la vida real y se inventa simpáticos, torpes y luminosos bufones para recuperar la simpatía del público (Starkwell, C.W. Briggs, Howard Prince, Ray Winkler, y dicho sea de paso el bufón de "Todo lo que Siempre quiso Saber sobre el Sexo..."). Farrow, por el contrario (aunque jamás nos sea posible a algunos dejar de odiarla hasta incluso después de su muerte), se deshace de la apariencia más delicada y empalagosa que había mantenido hasta ese momento, y que seguiría manteniendo, con su enérgica e idiota Tina Vitale (a la que resulta más gratificante escuchar en versión original).

Aparte de la pareja estrella, también nos deslumbra el artista Nick Apollo Forte en su única actuación para el cine (papel al que optaron Robert DeNiro e incluso Sylvester Stallone (¡!) en un principio) y Edwin Bordo. En definitiva una comedia negra como el carbón y gris como New York, que desgaja sin piedad el duro mundo del espectáculo y las vicisitudes de la fama, salpicada de grandes referencias a Frank Capra, Vittorio de Sica o Robert Z. Leonard.
Falla, sin embargo, en su resolución de acontecimientos, y es que muchos cabos se dejan sin atar. ¿Qué fue de los dos matones, de Lou, de la familia de Lou, de Johnny Rispoli?...y sobre todo, ¿qué fue de Danny Rose?
Chris Jiménez
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