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Voto de Chris Jiménez:
10
Drama A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¡No soy ningún monstruo!...¡no soy un animal! ¡Soy un ser humano!, soy...un hombre", clama angustiosamente el protagonista de esta historia real bajo una multitud de alucinadas miradas que lo consideran una extraña criatura, horrenda, repugnante y desfigurada.
Aún así es capaz de anunciar a voz en grito su condición de persona y no de monstruo en una sobrecogedora muestra de la más pura humanidad. Este hombre, en efecto, posee una identidad, y como tal un nombre: Joseph Merrick.

Estrella vejada y maltratada de los "circos de monstruos" en tiempos victorianos, la vida de este hombre, conocido por todos por "El Hombre Elefante", siempre ha sido objeto de estudio y fascinación. Nacido en 1.862 en Leicester aparentemente sin síntomas ni anomalías, Joseph Carey Merrick fue sufriendo poco a poco los efectos de una espantosa deformidad fisiológica que tuvo su origen en el ataque de un elefante a su madre Mary Jane cuando estaba embarazada de él.
Este film narra la sufrida existencia de Joseph tras ser rechazado por su padre (Mary murió de una bronconeumonía) y encontrarse sin oportunidades para poder prosperar; su enfermedad le lleva a tomar la decisión de exhibirse como una criatura en los espectáculos, donde se pone en las manos del vil Tom Norman (Bytes, en la película), que le explota sin compasión ninguna. Su fama despierta la curiosidad los médicos del hospital de Londres, que desean ver esa anormalidad de la ciencia, y entre ellos está Frederick Treves, quien primeramente lo observa y estudia y más tarde, viendo las terribles condiciones en las que se halla Joseph (los hechos están un tanto alterados en el guión), lo admitirá como paciente en el hospital.

El argumento de Chris DeVore y Eric Bergren se basa en dos tratados sobre Merrick, uno de Ashley Montagu y otro del propio Treves, en el que erróneamente llama a Joseph como John (nombre del hermano pequeño de éste, fallecido de viruela); este guión llegaría a manos de Jonathan Sanger, quien se lo mostraría al celebérrimo Mel Brooks para financiarlo, pero en incógnita estaba el nombre del director...y las casualidades quisieron que fuera un David Lynch que se ganaba sus galones de director de culto por "Cabeza Borradora", convertida en todo un fenómeno.
Un ayudante de Brooks, Stuart Cornfeld, le recomendaría a Lynch, quien trabajaba en aquel momento en el guión del proyecto fantasma, "Ronnie Rocket". La proyección de "Cabeza..." deja a Brooks entusiasmado, y tras un chocante encuentro con Lynch decide contratarle, en lo que será para este último un sorprendente cambio de escala, pues de un extraño trabajo experimental como es su debut pasa a ser director de un film hollywoodiense con un holgado presupuesto y una narración claramente más clásica.

El cineasta sale adelante con plena libertad creativa revelando otra faceta de su carácter: la afición al melodrama y la capacidad para llegar hasta el corazón del espectador sin por ello renunciar a lo que constituye su originalidad; la relación entre "Cabeza Borradora" y "El Hombre Elefante" vendrá marcada por grandes semejanzas aunque cada obra se sitúe en niveles muy distintos. Lynch no abandona su obsesión por las visiones fantasmagóricas (apreciable en ese onírico prólogo o en la secuencia en la que obligan a Merrick a mirarse en el espejo), las atmósferas tenebrosas, los climas asfixiantes ni los vaporosos escenarios industriales, al tiempo que se influencia del espíritu de "La Parada de los Monstruos", del expresionismo alemán y de la estética gótica de los films de la Hammer, cosa que se puede apreciar en ese blanco y negro nostálgico y metálico, ensalzado por la sublime fotografía de Freddie Francis.
Sin embargo, el aspecto de lo abominable es abordado por Lynch desde otro enfoque; si en "Cabeza..." el bebé-gusano representaba una horrenda y repulsiva pesadilla, la figura de Merrick, alegoría de la parte olvidada y maldita del Mundo, inspira lástima y compasión. Éste, observado como una curiosidad o una criatura por el ojo pervertido y morboso de una vil sociedad (nadie parece mirarle como un ser humano, ni siquiera esos aristócratas que se pretenden sus amigos), sólo persigue la búsqueda de su identidad y dos humildes sueños: visitar un teatro y dormir como una persona normal.

Poética macabra y grotesca transformada, gracias a la particular visión de Lynch sobre el personaje de Merrick, en una fábula humanista, trágica y descorazonadora que trasciende más allá de la pantalla hasta poner nuestras emociones a flor de piel (Treves no puede más que llorar la primera vez que ve al "Hombre Elefante", y Lynch consigue que su impresión sea sentida por el espectador).
John Hurt, escondido bajo un excelente trabajo de maquillaje y asumiendo un gran riesgo al ponerse en la piel de Merrick, nos honra con la que es la mejor actuación de toda su carrera, seguido de un brillante Anthony Hopkins y unos secundarios muy notables, a destacar John Gielgud, Wendy Hiller, Anne Bancroft y un Freddie Jones que se hace tremendamente odioso. "El Hombre Elefante", magistral en cada uno de sus aspectos técnicos (música, maquillaje, edición, dirección, fotografía), sería nominada a ocho Oscar aunque no ganaría ninguno.

Pero no importa. Hoy por hoy todo el mundo sabe que se trata de uno de los más brillantes trabajos de David Lynch, el cual le lleva a las orillas "shakespearianas", aparte de una de las más grandes obras maestras de la Historia del cine. El espíritu, la entereza, la humanidad y, sobre todo, la fuerza de Joseph Merrick seguirán muy presentes en nuestra memoria y nuestros corazones.
Chris Jiménez
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