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Voto de Chris Jiménez:
6
Musical. Comedia. Romance Tracy va a contraer matrimonio por segunda vez. Sin embargo, su primer marido se da cuenta de que sigue locamente enamorado de ella e intenta conseguir que vuelva a su lado. (FILMAFFINITY)
6 de octubre de 2017
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De Pennsylvania a Rhode Island, nos vamos a sumergir en la existencia de los afortunados de las clases altas y en unos lujos que sorprenden por su opulencia...y además a ritmo de buena música.

Tal vez a mitad de los '50, cuando la comedia norteamericana se estaba arriesgando con ciertos cambios y atrevimientos, en las influencias primordiales que le otorgaba el género aún se encontraba "Historias de Philadelphia", aquella deliciosa sátira sobre los acomodados que reprodujo las aventuras reales de la dama de sociedad Helen Scott, en cuya piel se metió una Katharine Hepburn para renacer de su declive. En ese momento, dieciséis años después, alguien en MGM, los mismos que vieron a su producción arrasar en taquilla y ser colmada de elogios, decidió enfocar la obra de Philip Barry desde un punto de vista distinto...
¿La razón? MGM era la más prestigiosa exportadora de musicales en la década, y aquél era un género que despuntaba como nunca antes en Hollywood. Todo consistió en una reunión de talentos y elementos que asegurara otro gran éxito: tras la cámara Charles Walters, el oscarizado experto de los musicales y las comedias; ante ella dos grandes artistas de la canción como Francis Sinatra y su idolatrado Harry "Bing" Crosby, acompañados de la deslumbrante Grace Kelly; el legendario Cole Porter provee la banda sonora y otro genio, Louis Armstrong, aparece con su propio grupo.

Inclusión curiosa. Esto da pie a que aquella secuencia, entre divertida y amarga, que iniciaba el film de 1.940, cambie a un animado prólogo de presentación, donde el músico de New Orleans y sus compadres hacen las funciones de un "coro griego" anunciando así que los instantes musicales estarán integrados en función del desarrollo del argumento, el cual, y aprovechando el festival de "jazz" allí celebrado, se muda de las altas esferas de Philadelphia a las vistas de Newport, bañadas con los explosivos tonos de la fotografía en Technicolor de Paul Vogel y aderezada (una vez más) con la sofisticación de la dirección artística de Cedric Gibbons.
Y en líneas generales el rimbombante embrollo de emociones y caprichos se mantiene, a menudo a base de repetir las líneas y situaciones...pero gran parte del espíritu de la original se pierde en la superficialidad autoconsciente del musical, así como el de los personajes. A la visceral y segura Tracy de Hepburn la dominaba una desafección y frivolidad que se reflejaba en la existencia de vacuos oropeles entre los que vivía; la Tracy de Kelly expone más rápidamente su debilidad pese a las apariencias de fortaleza, y al contrario que Virginia Weidler (como su hermana pequeña), a la nueva Lydia Reed dan ganas de estrangularla cada vez que aparece en pantalla.

Esencial aquel Dexter de Cary Grant que basaba la grandeza de su personaje en su carácter socarrón y malévolo, ligado con la revista Spy y dispuesto a desbaratar los planes de boda de su ex-novia, comido por los celos y el rencor. Todo ese punto espinoso se pierde entre la divertida cortesía y la aterciopelada voz de Crosby, cuyo Dexter es ahora un músico que acepta resignado la inminente boda; la atmósfera hedonista pero voluble y cargada de sátira que moldeaba George Cukor queda difuminada tras tanto color, ligereza y sobre todo esos números de exquisitas coreografías y dirección artística que avivan la diversión.
Mike y Elizabeth, mediadores entre la presuntuosidad "high class" de Dexter y Tracy y la incomodidad de ese George por no pertenecer realmente a los círculos de la "jet set", son enfocados bajo una luz distinta. En especial el primero, que pierde la honestidad y el melodramatismo de James Stewart ganando en una vitalidad traviesa, mejor expresada durante el tórrido encuentro entre él y Tracy cerca de la piscina; intentando emular la pasión amorosa de ambos personajes en la escena original, Walters se destapa con un número musical y una aproximación entre Kelly y Sinatra íntima y de fuerte carga erótica (quizás demasiado para la época).

No obstante, la de Philadelphia (que ya interpretara a Tracy sobre escenarios teatrales en sus tempranos comienzos (curioso, ¿verdad?) ) sabe hacer de ella una niñata caprichosa que, en su evolución por medio de los traspiés y equívocos de la trama, deberá abrir los ojos, ser capaz de ablandar su "corazón de bronce" y evitar prejuzgar a los demás por sus orígenes sociales; logra otorgarle un carácter propio, con el que prefigura ese halo de nobleza de la futura princesa de Mónaco en la que habría de convertirse tras su matrimonio con Rainier Grimaldi.
Pero sorprende aún más el hecho de que ella sea el pilar central de los conflictos sentimentales y el drama y que, a diferencia de sus compañeros de reparto, no goce de ningún número musical, algo que habría sido de agradecer; sin embargo, las piezas de "jazz" de Armstrong y su genial quinteto consiguen destacar (al menos para mí, que no soy precisamente un amante de los films musicales) sobre el resto de temas "pop" y "crooner", imprimiendo un sabor menos ácido y más ligero al conjunto en comparación con el clásico en blanco y negro de Cukor. Mientras tanto los personajes secundarios quizás no aseguran la solidez de los de antaño.

Louis Calhern es un pintoresco tío William que aquí es el "infiltrado" en esa "prensa del corazón" encargada de destapar las glorias y las miserias de los megalomaníacos privilegiados; el correcto Sidney Blackmer sustituye a John Halliday pero cuesta imaginarse a otro recitando ese desgarrador diálogo acerca de la sinceridad del corazón y las apariencias; y no había nada mejor que la divertida sutileza de Ruth Hussey contra la más resuelta Celeste Holm.
Desenfado y color, lujo y búsqueda del amor verdadero, buena química actoral, un exuberante divertimento que haría ganar mucho dinero a MGM pero que queda por debajo de su homóloga de 1.940. Ese mismo año Kelly se retira oficialmente del cine antes de tiempo, a los 27 años, para ser parte de la realeza de la Riviera Francesa...
Chris Jiménez
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